Las pruebas (The Maze Runner #2)

—Estás hecho un hombretón. Vamos.

Thomas siguió a su amigo hacia las escaleras y se detuvo junto a Brenda, pero no dijo nada. Minho le echó un vistazo con una expresión que decía: ??Qué le pasa a esta tía??. Thomas se limitó a negar ligeramente con la cabeza.

Minho se encogió de hombros y subió a zancadas para salir de la habitación, pero Thomas se quedó con Brenda un segundo. La chica no parecía querer moverse y se negaba a mirarle a los ojos.

—Lo siento —se disculpó. Lamentaba las duras palabras justo antes de desmayarse—. Creo que te dije algo un poco mezquino…

De pronto, ella le miró a los ojos.

—?Crees que me importáis una mierda tú y tu novia? Tan sólo estaba bailando, intentando divertirme un poco antes de que la situación empeorara. ?Qué, piensas que estoy enamorada de ti o algo parecido? ?Que me muero por que me pidas ser tu novia rara? Creído.

Sus palabras estaban tan llenas de rabia que Thomas retrocedió un paso, como si le hubiera dado una bofetada. Antes de que pudiera responder, la chica desapareció escaleras arriba, con pisotones y suspiros. Nunca había echado de menos a Teresa con tanta intensidad como en aquel momento. La llamó con la mente, pero seguía sin estar allí.



? ? ?





El olor le llegó antes incluso de entrar en la sala donde habían bailado. A sudor y vómito.

Los cuerpos llenaban el suelo; algunos dormían, otros se agazapaban juntos, acurrucados, temblorosos; unos cuantos incluso parecían muertos. Jorge, Newt y Aris estaban allí, vigilando, y giraban en círculo, apuntándoles con cuchillos. Thomas también vio a Fritanga y a otros clarianos. Aunque aún le martilleaba la cabeza, sintió alivio y entusiasmo.

—?Qué os ha pasado, tíos? ?Dónde habéis estado?

—?Eh, es Thomas! —rugió Fritanga—. ?Tan feo y vivo como siempre!

Newt se acercó a él y le dedicó una sonrisa sincera.

—Me alegro de que no seas un maldito cadáver, Tommy. Estoy muy, muy contento.

—Yo también —Thomas se dio cuenta con una extra?a insensibilidad de que en aquello se había convertido su vida. Así se saludaba a la gente después de uno o dos días separados—. ?Seguís todos vivos? ?Adónde vais? ?Cómo habéis llegado hasta aquí?

Newt asintió.

—Todavía seguimos siendo siete. Aparte de Jorge.

Thomas hacía tan rápido las preguntas que a los demás no les daba tiempo a contestarlas:

—?Ha habido se?al de Barkley y los otros? ?Fueron ellos los que provocaron la explosión?

Jorge contestó. Thomas vio que estaba cerca de la puerta, sujetando una espada con muy mal aspecto que en aquel instante se hallaba apoyada en el hombro del propio Alto y Feo. Coleta estaba junto a él y ambos se acurrucaban en el suelo.

—No los he visto desde entonces. Salimos bastante rápido y les da demasiado miedo adentrarse en la ciudad.

A Thomas se le disparó una alarma en su interior al ver a Alto y Feo. Rubiales. ?Dónde estaba Rubiales? ?Cómo habían podido enfrentarse Minho y los otros a su pistola? Miró a su alrededor, pero no le encontró por ninguna parte de la sala.

—Minho —susurró Thomas y le hizo una se?al para que se acercara. Cuando Newt y él estuvieron a su lado, se inclinó—. El tipo del pelo rubio y muy corto parecía ser el líder. ?Qué ha pasado con él?

Minho se encogió de hombros y miró a Newt buscando una respuesta.

—Debe de haberse largado —contestó Newt—. Un pu?ado se escapó. No podíamos con todos.

—?Por qué? —preguntó Minho—. ?Te preocupa?

Thomas echó un vistazo y bajó un poco más la voz.

—Tiene una pistola. Es el único al que he visto con algo peor que un cuchillo. Y no era muy amable.

—?A quién le importa una clonc? —exclamó Minho—. Estaremos fuera de esta ciudad en una hora. Y deberíamos marcharnos ya.

Aquello le sonó a Thomas como la mejor idea que había oído en días.

—Vale, quiero largarme de aquí antes de que vuelva.

—?Escuchad! —gritó Minho mientras se apartaba para dirigirse a la multitud—. Nos vamos ya. Si no nos seguís, estaréis bien. Si lo hacéis, os mataremos. Es una fácil elección, ?no creéis?

Thomas se preguntó cuándo y cómo Minho había relevado a Jorge de su cargo de líder. Miró al hombre y advirtió que Brenda estaba sentada en silencio junto a una pared, con la vista clavada en el suelo. Se sentía muy mal por lo sucedido la noche anterior. Había querido besarla de verdad, pero por algún motivo se había sentido indignado al mismo tiempo. Quizás era la droga. Quizás era Teresa. Quizás era…

—?Eh, Thomas! —Minho le estaba gritando—. ?Tío, despierta! ?Nos piramos!