Las pruebas (The Maze Runner #2)

Thomas se apartó para mirarla, preocupado por el repentino cambio de actitud. La chica tenía los ojos empa?ados por las lágrimas.

—Estás diciendo tonterías —dijo, e hizo una pausa. Tenía sus propias dudas, por supuesto, pero no quería desanimarla—. La cura es real. Tenemos que… —se calló y miró a Rubiales, que no le quitaba los ojos de encima. El tío seguramente no podía oírles, pero más valía prevenir que curar. Thomas volvió a inclinarse para hablarle a Brenda directamente al oído—. Tenemos que salir de aquí. ?Quieres quedarte con gente que te amenaza con pistolas y destornilladores?

Antes de que pudiera responder, Pelo Largo ya había vuelto con un vaso en cada mano, y el líquido marrón de dentro se agitaba mientras chocaba con los bailarines en todas direcciones.

—?Bebéoslo! —gritó.

Entonces algo pareció despertar en Thomas. Beber algo ofrecido por aquellos extra?os de repente le pareció una muy mala idea. Aquel lugar y aquella situación se habían vuelto aún más incómodos.

Pero Brenda ya había alargado la mano para coger la bebida.

—?No! —gritó Thomas antes de poder contenerse, y entonces se apresuró a remediar su error—. Bueno, no creo que debamos beber esto. Tenemos mucha sed y será mejor que bebamos agua antes. Nos gustaría, ummm, bailar un rato.

Intentó actuar de forma despreocupada, pero se moría de vergüenza por dentro porque sabía que sonaba como un idiota, sobre todo cuando Brenda le miró extra?ada. Algo peque?o y duro se le clavó en el costado. No tuvo que darse la vuelta para ver lo que era: la pistola de Rubiales.

—Te he ofrecido una bebida —repitió Pelo Largo; esta vez no había ningún rastro de amabilidad en su cara tatuada—. Sería muy grosero por tu parte rechazarla —volvió a pasarles los vasos.

El pánico inundó a Thomas. Cualquier duda había desaparecido: algo les pasaba a aquellas bebidas.

Rubiales apretó la pistola un poco más.

—Voy a contar hasta uno —le dijo el hombre al oído—. Tan sólo hasta uno.

Thomas no tenía que pensar. Alargó la mano y cogió el vaso, vertió el líquido en su boca y se lo tragó todo de golpe. Quemaba como fuego, le achicharró la garganta y el pecho cuando bajó; empezó a toser de forma convulsiva.

—Ahora tú —ordenó Pelo Largo, pasándole el otro vaso a Brenda.

La chica miró a Thomas, cogió la bebida y se la tragó. No pareció perturbarla lo más mínimo; tan sólo apretó un poco los ojos mientras bajaba. Pelo Largo cogió los vasos vacíos y una enorme sonrisa se expandió por su cara.

—?Perfecto! ?Volved a bailar, ya!

Thomas ya sentía algo extra?o en su barriga. Un calor relajante, una calma que crecía y se extendía por todo su cuerpo. Volvió a coger a Brenda entre sus brazos y la agarró bien fuerte mientras se dejaban llevar por la música. La boca de la chica estaba apoyada en su cuello. Cada vez que sus labios rozaban su piel, una oleada de placer le recorría entero.

—?Qué era eso? —preguntó. Sintió más que oyó cómo arrastraba las palabras.

—Algo que no era bueno —contestó Brenda, aunque apenas podía oírla—. Llevaba droga. Me está haciendo cosas extra?as.

?Sí —pensó Thomas—, algo extra?o?.

La sala había empezado a dar vueltas mucho más rápido de lo normal al realizar un simple giro. Las caras de la gente parecían estirarse cuando se reían y sus bocas eran enormes agujeros negros. La música se ralentizó y se espesó, la voz que cantaba era más profunda y cada vez más interminable.

Brenda apartó la cabeza de él y se agarró la cara con ambas manos. Se le quedó mirando, aunque sus ojos parecían moverse. Estaba preciosa. Más guapa que nunca. Todo a su alrededor quedó a oscuras. La mente se le estaba adormeciendo, lo sabía.

—Quizá sea mejor así—musitó Brenda. Sus palabras no cuadraban con sus labios. Su cara se movía en círculos, parecía separada del cuello—. Quizá podamos estar con ellos. Quizá podamos ser felices hasta que pasemos al Ido —entonces sonrió de forma escalofriante y perturbadora—. Entonces podrás matarme.

—No, Brenda —dijo, pero su voz parecía a miles de kilómetros de distancia, como si procediera de un túnel infinito—. No…

—Bésame —contestó—. Tom, bésame —sus manos le apretaron la cara y empezó a tirar de él hacia ella.

—No —replicó, resistiéndose.

Brenda paró y una expresión de dolor atravesó su rostro. Su rostro borroso, que se movía.

—?Por qué? —preguntó.

La oscuridad casi se había apoderado de él.

—No eres… ella —su voz era distante. Un mero eco—. Nunca podrás ser ella.

Y entonces la joven se desprendió y la mente de Thomas hizo lo mismo.





Capítulo 38


Thomas despertó en la oscuridad y tuvo la sensación de que le habían colocado en algún tipo de aparato de tortura antiguo, donde unos clavos se hundían lentamente en su cráneo desde todas las direcciones.