Se levantó y les hizo una se?al a los otros dos para que le siguieran. Unos segundos más tarde, ya no estaban, habían desaparecido por las escaleras hacia las sombras. Una puerta se abrió y se cerró. El caos continuaba arriba.
Todo aquello le dio a Thomas un susto de muerte. Miró a Brenda, que estaba sentada, totalmente quieta, escuchando. Sus ojos por fin se encontraron con los suyos. Aún llevaba la mordaza, así que lo único que pudo hacer fue enarcar las cejas.
No le gustaba que las cosas hubieran terminado así, atado a una silla. Los raros que habían conocido aquella noche no tenían nada que hacer contra el se?or Nariz.
—?Y si ahí arriba hay un grupo de raros totalmente idos? —preguntó.
Brenda farfulló algo a través de la cinta adhesiva.
Thomas tensó todos los músculos de su cuerpo y empezó a saltar en la silla para avanzar poco a poco hacia donde ella estaba sentada. Había recorrido un metro cuando de pronto cesaron los ruidos de la pelea. Se quedó helado, mirando al techo.
No sonó nada durante varios segundos. Luego se oyeron unos pasos, tal vez dos, de pies arrastrándose en la planta de arriba. Un golpazo. Otro. Luego, otro más. Thomas imaginó que lanzaban cuerpos al suelo.
La puerta del final de las escaleras se abrió. Se oyeron unos pasos, fuertes y pesados, que corrían hacia abajo. Todavía estaba todo en penumbra y un frío pánico invadió el cuerpo de Thomas mientras esperaba a ver quién bajaba.
Por fin, alguien entró en la zona iluminada.
Minho. Sucio y ensangrentado, con marcas de quemaduras en la cara y cuchillos en ambas manos. Minho.
—Tíos, parecéis muy cómodos —dijo.
Capítulo 39
A pesar de todo por lo que habían pasado, Thomas no recordaba la última vez que se había quedado sin palabras.
—?Qué… cómo…? —tartamudeó, tratando de expresar algo.
Minho sonrió, una grata visión, sobre todo teniendo en cuenta su horrible aspecto.
—Os acabábamos de encontrar. ?Creías que íbamos a permitir que un pu?ado de cara fucos os hiciera nada? Me la debes. Esta es muy gorda —se adelantó y empezó a cortar la cinta adhesiva de Thomas.
—?A qué te refieres con que acababais de encontrarnos? —Thomas estaba tan contento que quería reír como un tonto. No sólo les había rescatado, sino que sus amigos estaban vivos. ?Estaban vivos!
Minho siguió cortando.
—Jorge nos ha estado guiando por la ciudad, evitando a los raros, buscando comida —al terminar con Thomas fue a liberar a Brenda, aunque continuaba hablando por encima del hombro—. Ayer por la ma?ana nos desplegamos para espiar aquí y allá. Fritanga estaba asomado por una esquina que daba al callejón de ahí arriba justo cuando esos pingajos te apuntaron con la pistola. Regresó, nos pusimos como locos y empezamos a planificar nuestra emboscada. La mayoría de esos fucos estaban agotados o dormidos.
Brenda se levantó de la silla y pasó junto a Minho en cuanto este terminó de cortar la cinta adhesiva. Se acercó a Thomas, pero vaciló; el chico no supo si estaba enfadada o sólo preocupada. Entonces recorrió el resto del camino y se arrancó la cinta de la boca al llegar a su lado. Thomas se levantó, pero la cabeza volvió a estallarle; la habitación se tambaleaba y él se mareaba. Cayó de nuevo en la silla.
—Jo, macho. ?Alguien tiene una aspirina?
Minho se limitó a reírse. Brenda había ido hasta el principio de las escaleras, donde estaba cruzada de brazos. Algo en sus gestos le hacía parecer enfadada. Entonces Thomas recordó lo que le había dicho justo antes de desmayarse por la droga. ?Oh, mierda?, pensó. Le había dicho que nunca podría ser Teresa.
—?Brenda? —preguntó tímidamente—. ?Estás bien?
No iba a sacar el tema de su extra?o baile y aquella conversación delante de Minho.
La chica asintió, pero se volvió para mirarle.
—Estoy bien. Vamos. Quiero ver a Jorge.
Breves palabras. Sin emociones.
Thomas emitió un quejido, contento de tener el dolor de cabeza como excusa. Sí, estaba enfadada con él. De hecho, ?enfadada? no era la palabra. Parecía más bien dolida. O quizás estaba suponiendo demasiado y a ella en realidad no le importaba en absoluto.
Minho se acercó a él y le ofreció la mano.
—Vamos, tío. Tengas dolor de cabeza o no, debemos marcharnos. No sé cuánto tiempo podremos mantener quietos y callados a esos fucos prisioneros de ahí arriba.
—?Prisioneros? —repitió Thomas.
—Llámalos como quieras, no podemos arriesgarnos a que se vayan antes de que salgamos nosotros. Tenemos a una docena vigilando a más de veinte. Y no están muy contentos. A lo mejor empiezan a pensar que pueden con nosotros… en cuanto se les pase la resaca.
Thomas volvió a ponerse de pie, esta vez mucho más despacio. El dolor sacudía y hacía vibrar su cabeza como un tambor constante, como si le empujara los globos oculares desde atrás con cada golpe. Cerró los ojos hasta que todo dejó de dar vueltas a su alrededor. Respiró hondo y miró a Minho.
—Me pondré bien.
Minho le dedicó una sonrisa.
Las pruebas (The Maze Runner #2)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)
- El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
- A Mutiny in Time (Infinity Ring #1)