—?Coge el cuchillo! ?Tenemos que matarle!
El raro seguía gritando, un sonido que hacía que Thomas quisiera correr lo más lejos posible de allí. No era natural. Ni humano.
—?Thomas! —exclamó Brenda.
Thomas se arrastró hasta el cuchillo, lo cogió y miró el pringue carmesí que manchaba la hoja afilada. Se volvió hacia Brenda.
—?Date prisa! —dijo ella, con los ojos iluminados por el enfado. Algo le decía que aquella furia ya no estaba dirigida sólo al raro: estaba enfadada con él por tardar tanto.
Pero ?podía hacerlo? ?Podría matar a un hombre? ?Incluso a un lunático demente que lo quería muerto? ?Que quería su fuca nariz, porque gritaba muy alto?
Volvió arrastrando los pies, sujetando el cuchillo como si tuviera veneno en la punta. Como si tan sólo por cogerlo pudiera contagiarse de cien enfermedades y padecer una muerte lenta y angustiosa.
El raro, con los brazos hacia atrás, inmovilizado en el suelo, continuó gritando. Brenda atrajo la mirada de Thomas y le habló con determinación:
—Voy a darle la vuelta. ?Tienes que clavárselo en el corazón!
Thomas empezó a negar con la cabeza y luego paró. No le quedaba otra opción; tenía que hacerlo. Así que asintió.
Brenda soltó un grito de esfuerzo y cayó al costado derecho del raro, utilizando su cuerpo y sus brazos para girar al hombre a un lado. Por imposible que parezca, los alaridos se hicieron aún más fuertes. Ahora tenía el pecho al descubierto, arqueado, levantado hacia Thomas, a tan sólo unos centímetros delante de él.
—?Ahora! —gritó Brenda.
Thomas agarró el cuchillo con más fuerza. Después, lo cogió con la otra mano para tener más apoyo y los diez dedos apretaron bien el mango, con la hoja apuntando al suelo. Tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo.
—?Ahora! —repitió Brenda.
El raro gritaba.
El sudor caía a chorros por la cara de Thomas. Su corazón bombeaba, latía con fuerza, golpeaba. Tenía los ojos empapados en sudor; le dolía todo el cuerpo. Aquellos terribles gritos inhumanos…
—?Ahora!
Thomas usó todas sus fuerzas y hundió el cuchillo en el pecho del raro.
Capítulo 34
Los siguientes treinta segundos fueron horribles para Thomas.
El raro forcejeó, tuvo espasmos, se ahogó y escupió. Brenda le sujetó mientras Thomas retorcía el cuchillo y lo hundía más. La vida se tomó su tiempo para salir del hombre mientras la luz de sus ojos enloquecidos se apagaba, mientras los gru?idos y el esfuerzo físico por resistirse poco a poco se calmaban y cesaban.
Pero, al final, el hombre infectado con el Destello murió, y Thomas cayó hacia atrás, con todo el cuerpo tenso como un rollo de cable oxidado. Tomó aire y luchó contra la fuerte oleada escalofriante de su pecho. Acababa de matar a un hombre. Le había arrebatado la vida a otra persona. Notaba las entra?as llenas de veneno.
—Tenemos que irnos —dijo Brenda, que se puso de pie de un salto—. Seguro que han oído todo el jaleo. Vamos.
Thomas no podía creer lo poco afectada que estaba, lo rápido que había superado lo que habían hecho. Pero tampoco les quedaba más remedio. La primera se?al del resto de raros retumbó por el pasillo, como los sonidos de unas hienas rebotando por un ca?ón.
Thomas se obligó a levantarse y se despojó de la culpa que amenazaba con consumirle.
—Muy bien, pero ya basta.
Primero fueron las bolas plateadas que comían cabezas y ahora luchar con raros en la oscuridad.
—?A qué te refieres?
Ya estaba harto de tanto túnel negro. Harto de que durara como toda una vida.
—Quiero ver la luz del día. No me importa lo que cueste. Quiero la luz del día. Ya.
? ? ?
Brenda no discutió. Le guió por varios giros y pronto encontraron una larga escalera de hierro que llevaba al cielo, fuera de Abajo. Los desagradables ruidos de los raros persistían en la distancia. Carcajadas, gritos y risitas. Algún que otro alarido ocasional.
Les costó bastante mover la tapa de la boca de alcantarilla, pero al final cedió y salieron. Se encontraron en un gris atardecer, rodeados por edificios altísimos en todas las direcciones. Ventanas rotas, basura esparcida por las calles. Varios cadáveres yacían por allí. Olor a podrido y polvo. Calor. Pero no había gente. Al menos, viva. Thomas sintió un instante de alarma al pensar que algunos de los muertos podían ser sus amigos, pero no era el caso. Los cuerpos desperdigados eran hombres y mujeres mayores, que habían empezado a descomponerse.
Brenda se dio despacio la vuelta mientras se orientaba.
—Vale, las monta?as deberían de estar bajando esa calle.
Se?aló, pero era imposible saberlo con certeza porque no se veía bien y los edificios ocultaban el sol poniente.
—?Estás segura? —preguntó Thomas.
—Sí, vamos.
Mientras avanzaban por la larga y solitaria calle, Thomas mantuvo los ojos atentos y examinó todas las ventanas rotas, los callejones y las puertas desmoronadas. Tenía la esperanza de ver alguna se?al de Minho y los clarianos. Y de no ver a ningún raro.
? ? ?
Las pruebas (The Maze Runner #2)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
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- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)
- El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
- A Mutiny in Time (Infinity Ring #1)