Thomas se movió un poco para poder apoyar la cabeza en la pared y se relajó. Se acomodó, respiró lenta y profundamente y escuchó cualquier se?al de los raros.
Al principio había tanto silencio que hasta sonaba un zumbido, un pitido en los oídos. Pero entonces se oyeron los primeros ruidos de los raros. Unas toses, gritos esporádicos y risas lunáticas. Se acercaban por segundos y Thomas tuvo un momento de pánico, preocupado por que hubieran sido tan estúpidos de atraparse ellos mismos de aquella manera. Pero entonces lo pensó: las posibilidades de que los raros encontraran aquel peque?o escondite eran más bien escasas, sobre todo en la oscuridad. Seguirían avanzando y, con un poco de suerte, se alejarían mucho. Quizás hasta se olvidaran de Brenda y de él, lo que era mejor que una persecución prolongada.
Y si las cosas se ponían muy feas, Brenda y él podrían defenderse con facilidad a través de la minúscula abertura del compartimento. Tal vez.
Los raros estaban cerca. Thomas tuvo que contener las ganas de aguantar la respiración. Lo único que necesitaban para delatarse era una inesperada bocanada de aire. A pesar de la oscuridad, cerró los ojos para concentrarse en escuchar.
Un ruido de pies arrastrándose, gru?idos y respiraciones forzadas. Alguien se golpeó contra una pared y hubo una serie de choques amortiguados contra el cemento. Empezaron las discusiones y los desesperados intercambios de incoherencias. Oyó un ??por aquí!? y otro ??por allá!?. Más toses. Uno de ellos tuvo náuseas y escupió de forma violenta, como si estuviera intentando deshacerse de uno o dos órganos. Una mujer se rió con tanta demencia que aquel sonido hizo estremecerse a Thomas.
Brenda encontró su mano y la apretó. Una vez más, Thomas sintió una ridícula oleada de culpa, como si estuviera enga?ando a Teresa. No podía evitar que aquella chica fuera tan tocona. ?Y menuda estupidez pensar en aquello cuando tenía…!
Un raro entró en la habitación justo fuera del compartimento. Luego, otro. Thomas oyó sus jadeantes inhalaciones, el roce de sus pies rascando el suelo. Entró otro. Las pisadas se deslizaban y golpeaban, se deslizaban y golpeaban. Thomas pensó que podía tratarse del primer hombre que habían visto, el único que les había hablado; el que sacudía un brazo y una pierna inútiles.
—Ni?oooooo —dijo el hombre de forma burlona y espeluznante. Estaba claro que era él, Thomas no podía olvidar su voz—. Ni?aaaaaa. Salid, salid, haced ruido. Quiero vuestras narices.
—No hay nada aquí —soltó una mujer—. No hay nada más que una mesa vieja.
El chirrido de la madera rascando el suelo cortó el aire; después terminó de repente.
—A lo mejor están escondiendo la nariz debajo —respondió el hombre—. Quizá todavía se sienten apegados a sus bonitas caritas.
Thomas retrocedió contra Brenda cuando oyó una mano o un zapato moverse por el suelo, justo al otro lado de la entrada de su peque?o escondite. A tan sólo unos centímetros de distancia.
—?Aquí abajo no hay nada! —repitió la mujer.
Thomas oyó que se alejaba. Se dio cuenta de que se le había tensado todo el cuerpo hasta convertirse en un montón de nervios tirantes; se obligó a relajarse, aunque con cuidado de controlar su respiración.
Más arrastre de pies. Después, unos cuantos susurros inquietantes, como si el trío se hubiera reunido en medio de la habitación para planificar una estrategia. ?Sus mentes aún estaban lo bastante sanas para poder hacer tal cosa?, se preguntó Thomas. Se esforzó por oír, por captar alguna palabra, pero las duras ráfagas de discurso seguían siendo indescifrables.
—?No! —gritó uno de ellos. Un hombre, pero Thomas no supo si era ?el hombre?—. ?No! No, no, no, no, no, no, no, no.
Las palabras se transformaron en un tartamudeo murmurado. La mujer le interrumpió con su propia retahíla:
—Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí.
—?Callaos! —ordenó el líder. Estaba claro que era el líder—. ?Callaos, callaos, callaos!
Thomas notó un frío interior, aunque tenía la piel cubierta de sudor. No sabía si aquel intercambio tenía mucho sentido o si era otra prueba de su locura.
—Me voy —dijo la mujer, y sus palabras se interrumpieron con un sollozo. Parecía un ni?o al que habían dejado fuera del juego.
—Yo también, yo también —aquello lo dijo el otro hombre.
—?Callaos, callaos, callaos, callaos! —gritó el líder, esta vez mucho más alto—. ?Marchaos, marchaos, marchaos, marchaos!
La súbita repetición intimidó a Thomas, como si alguien estuviera controlando su habla.
Brenda le estaba apretando la mano tan fuerte que le dolía. Su aliento era fresco contra el sudor de su nuca.
En el exterior, pies arrastrándose y el sonido del roce de la ropa. ?Se estaban yendo?
Las pruebas (The Maze Runner #2)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)
- El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
- A Mutiny in Time (Infinity Ring #1)