Las pruebas (The Maze Runner #2)

Puso la mano en la pared para guiarse y empezó a caminar en la dirección por la que habían huido.

—?Espera! —le llamó para alcanzarlo. Le agarró de la mano y entrelazó los dedos con los suyos. Caminaron juntos, de la mano, como dos viejos amantes—. Lo siento. De verdad. Es que… creo que sería más fácil hacerlo con menos gente. No soy muy amiga de ninguno de esos raros. No es lo mismo que tú y tus… clarianos.

?Había pronunciado esa palabra delante de ella? No se acordaba, pero alguien podría haberlo hecho en algún momento sin que se diera cuenta.

—Creo que deberíamos llegar al refugio seguro el máximo número de personas posible. Incluso si conseguimos atravesar la ciudad, quién sabe qué vendrá después. Entonces tal vez sí necesitemos gente.

Pensó en lo que acababa de decir. ?De verdad tan sólo le preocupaba reunir a un buen número de personas al final para tener más posibilidades de salvarse? ?Realmente era tan insensible?

—Vale —fue todo lo que respondió la chica. Algo había cambiado en ella; parecía menos segura de sí misma. Menos al mando.

Thomas le soltó la mano para taparse la boca y fingir que tosía, pero no volvió a cogérsela cuando terminó.

No hablaron en los siguientes minutos. él la siguió, sintiendo su presencia aunque continuaba sin poder verla. Después de girar varias veces, una luz apareció delante de ellos y se hizo más brillante en cuanto se acercaron.

Resultó ser la luz del sol que se filtraba por unos agujeros irregulares del techo como consecuencia de la explosión. Unos pedazos enormes de roca, trozos retorcidos de acero y ca?erías rotas bloqueaban el paso hacia las escaleras, y trepar por los escombros habría sido peligroso. Una nube de polvo lo enturbiaba todo y daba la impresión de que los rayos de sol eran gruesos y estaban vivos, que las motas de polvo danzaban como mosquitos. El aire olía a yeso y a quemado.

También tenían el paso al alijo de comida cortado, pero Brenda encontró las dos mochilas que había sacado antes.

—No parece que haya nadie aquí —dijo—. No han vuelto. Jorge y tus amigos han debido de subir a la superficie de alguna manera.

Thomas no sabía qué había esperado encontrar, pero al menos una buena noticia era obvia:

—Aunque no hay cadáveres, ?verdad? ?No ha muerto nadie en la explosión?

Brenda se encogió de hombros.

—Los raros podrían haber sacado los cuerpos a rastras. Pero lo dudo. No hay motivo.

Thomas asintió, como si apuntalara su afirmación, aferrándose a ella. Pero no tenía ni idea de qué hacer a continuación. ?Atravesarían los túneles —Abajo— en busca de los clarianos? ?Saldrían a la calle? ?Volverían al edificio donde habían plantado a Barkley y los demás? Todas esas ideas le parecían horribles. Miró a su alrededor, como si la respuesta fuera a presentársele por arte de magia.

—Tenemos que ir por Abajo —anunció Brenda tras un largo momento; probablemente había estado considerando sus opciones, al igual que él—. Si los demás han subido, ya hará mucho rato que se fueron. Además, atraerán cualquier atención hacia ellos, lejos de nosotros.

—Y si están aquí abajo los encontraremos, ?verdad? —preguntó Thomas—. Estos túneles al final confluyen en algún sitio, ?no?

—Sí. De una manera u otra, sé que Jorge los llevará al otro lado de la ciudad, hacia las monta?as. Tenemos que conseguirlo para reunirnos con ellos y seguir adelante.

Thomas miró a Brenda mientras pensaba. Quizá sólo fingiera pensar, porque no le quedaba otro remedio que mantenerse pegado a ella. Lo más seguro era que fuese su mejor opción —si no la única— para conseguir algo aparte de una horrible muerte rápida a manos de raros, idos hacía ya mucho tiempo. ?Qué otra cosa podía hacer?

—Vale —asintió—. Vamos.

La chica esbozó una dulce sonrisa que brilló entre la suciedad de su rostro y Thomas, cuando menos se lo esperaba, echó de menos aquel momento que habían compartido en la oscuridad. Aunque casi tan rápido como se formó aquel pensamiento, desapareció. Brenda le dio una de las mochilas, luego rebuscó en la suya y sacó una linterna, que encendió. El haz de luz atravesó el polvo mientras apuntaba con ella a un lado y a otro, y al final se?aló un largo túnel por el que seguramente habían pasado ya un par de veces.

—?Vamos? —preguntó.

—Vamos —masculló Thomas.

Seguía sintiéndose mal por sus amigos y se preguntó si hacía bien al quedarse con Brenda. Pero cuando ella empezó a caminar, la siguió.





Capítulo 31