Las pruebas (The Maze Runner #2)

Se oyó otro plaf, esta vez seguido del tintineo del cristal al caer al suelo. Estaba clarísimo que venía de detrás de ellos. Thomas estaba seguro esta vez: alguien tenía que estar siguiéndoles. Y no podían ser los clarianos. Sonaba más bien como si alguien estuviera intentando hacerles perder los estribos. Como si quisiera asustarles.

Ni siquiera Brenda pudo ocultar su reacción; sus ojos se encontraron y los de ella estaban llenos de preocupación.

—Levántate —susurró.

Ambos lo hicieron juntos y cerraron sus mochilas en silencio. Brenda volvió a enfocar con su linterna el lugar de donde procedía aquel ruido. Allí no había nada.

—?Deberíamos ir a comprobarlo? —preguntó en voz baja.

Estaba susurrando, pero en el silencio del túnel sonaba demasiado alto. Si alguien estaba cerca, podría oír lo que decían.

—?Ir a comprobarlo? —Thomas pensó que era la peor idea que había oído en mucho tiempo—. No, deberíamos salir de aquí, tal y como acabas de decir.

—?Qué, vas a dejar que nos siga quienquiera que sea? ?Y que reúna quizás a algunos de sus colegas para tendernos una emboscada? Será mejor que nos ocupemos de este asunto ahora.

Thomas la agarró de la mano que sujetaba la linterna y enfocó al suelo. Después se inclinó más hacia ella para susurrarle al oído.

—Podría ser una trampa. Ahí atrás no hay cristales en el suelo. Han tenido que romper adrede una de esas viejas lámparas. ?Por qué haría alguien tal cosa? Debe de ser alguien que intenta que retrocedamos.

—Si tienen suficiente gente para atacar —replicó—, ?por qué iban a acosarnos? Es una estupidez. ?Por qué no acercarse hasta aquí y terminar de una vez?

Thomas lo pensó. Tenía razón.

—Bueno, lo que sí es una estupidez es quedarse aquí sentados hablando todo el día. ?Qué hacemos?

—Vamos a… —empezó a subir la linterna mientras hablaba, pero en ese momento se interrumpió y los ojos se le abrieron de par en par por el terror.

Thomas giró enseguida la cabeza para conocer la causa.

Había un hombre allí, en el límite del alcance de la linterna. Era como una aparición, había algo irreal en él. Se inclinó a la derecha y sacudió ligeramente la pierna y el pie izquierdo, como si tuviera un tic. El brazo izquierdo también le tembló y cerró y abrió la mano. Llevaba un traje oscuro, que seguramente alguna vez fue bonito, aunque ahora estaba sucio y hecho jirones. El agua, o algo más asqueroso, le empapaba las rodillas de los pantalones.

Pero Thomas lo asimiló todo de inmediato. La mayoría de su atención se centraba en la cabeza del hombre. Thomas no podía evitar mirarla fijamente, hipnotizado. Parecía que le habían arrancado el pelo del cuero cabelludo; en su lugar había costras sangrantes. Tenía la cara pálida y húmeda, con cicatrices y llagas por todas partes. Le faltaba un ojo y en la cuenca había una masa roja y gomosa. Tampoco tenía nariz; de hecho, Thomas veía rastros de sus conductos nasales en su cráneo, debajo de la piel terriblemente destrozada.

Y su boca. Los labios se le habían enrollado hacia atrás para dejar al descubierto unos relucientes dientes blancos, muy apretados. Su ojo bueno les fulminaba atrozmente con la mirada mientras iba de Brenda a Thomas como una flecha.

Entonces el hombre dijo algo con su voz húmeda y gorjeante que hizo estremecerse a Thomas. Dijo tan sólo unas pocas palabras, pero fueron tan ridículas y estuvieron tan fuera de lugar que hicieron que todo fuera incluso más aterrador:

—Beatriz me quitó la nariz de raíz.





Capítulo 32


Un gritito se escapó del pecho de Thomas y no supo si se oyó o fue algo que sintió en su interior, algo imaginario. Brenda estaba a su lado, callada —petrificada, quizás—, con la luz todavía fija en el horroroso desconocido.

El hombre dio un paso torpe hacia ellos y tuvo que agitar su brazo bueno para mantener el equilibrio sobre la pierna no da?ada.

—Beatriz me quitó la nariz de raíz —repitió, y una burbuja de flema en su garganta hizo un desagradable crujido—. ?Reventó mi variz!

Thomas aguantó la respiración y esperó a que Brenda hiciera el primer movimiento.

—?Lo pilláis? —dijo el hombre y su boca intentó transformarse en una sonrisa de complicidad. Parecía un animal a punto de saltar sobre su presa—. Reventó mi variz. Mi nariz. Me la quitó Beatriz. De raíz.

Entonces se rió con una húmeda carcajada de satisfacción que hizo que Thomas se preguntara si alguna vez volvería a dormir en paz.

—Sí, lo pillo —respondió Brenda—. Es gracioso.

Thomas percibió un movimiento y la miró. Con astucia, había sacado una lata de su bolsa y ahora la agarraba firmemente con la mano derecha. Antes de que pudiera preguntarse si era buena idea o si debería intentar detenerla, la chica echó el brazo hacia atrás y le tiró la lata al raro. Thomas la contempló mientras volaba y chocaba contra la cara del hombre. Este soltó un grito que le dejó helado.