Las pruebas (The Maze Runner #2)

—?Qué es un pingajo?

—No importa. ?Qué… qué crees que ha pasado ahí atrás?

Brenda suspiró y se le acercó aún más para apretarse contra su pecho. Thomas notó que sus labios le rozaban la oreja mientras hablaba:

—Quiero que me hagas una promesa —le dijo en voz baja, casi entre susurros.

A Thomas le dieron escalofríos por todo el cuerpo.

—Mmm… ?qué?

Ella no se apartó y le siguió hablando al oído:

—No importa lo que pase; incluso si tenemos que seguir solos, me llevarás hasta allí, hasta CRUEL, hasta la cura que le prometiste a Jorge. Me lo contó en el almacén. No puedo quedarme aquí y volverme loca poco a poco. No puedo. Preferiría morir.

Brenda le agarró ambas manos y se las apretó. Después le apoyó la cabeza en el hombro y hundió la nariz en su cuello. Tenía que estar de puntillas. Cada vez que la chica respiraba, enviaba una nueva oleada de escalofríos por toda su piel.

Thomas estaba disfrutando de su cercanía, pero todo parecía muy extra?o y repentino. Entonces se sintió culpable al pensar en Teresa. Todo aquello era una estupidez. Estaba en medio del intento brutal e inexorable de atravesar una tierra baldía, con la vida pendiente de un hilo y sus amigos tal vez muertos. Hasta Teresa podía estar muerta. Estar allí sentado, abrazado en la oscuridad a una chica extra?a, era lo más absurdo que se lo ocurría.

—Eh —dijo. Movió las manos para soltarse de ella, la agarró de los brazos y la apartó. Seguía sin ver nada, pero se la imaginaba allí, mirándole—. ?No crees que deberíamos solucionar esto?

—Todavía no me lo has prometido —respondió.

Thomas quería gritar, no podía creer lo extra?o de su comportamiento.

—Muy bien, lo prometo. ?Jorge te lo contó todo?

—La mayoría, creo. Aunque ya lo había supuesto en cuanto le dijo a nuestro grupo que se fueran sin nosotros y se reunieran en la Torre.

—?Qué es lo que habías supuesto?

—Que íbamos a ayudaros a atravesar la ciudad a cambio de que nos devolvierais a la civilización.

Aquello hizo que Thomas se preocupase.

—Si se te ocurrió tan rápido, ?no crees que algunos de tus amigos pueden haber pensado lo mismo?

—Exacto.

—?Qué quieres decir con ?exacto?? Parece que has averiguado algo.

La joven le colocó las manos en el pecho.

—Creo que es eso lo que ha pasado. Al principio me preocupó que fuera un grupo de raros muy idos, pero, puesto que nadie nos perseguía, creo que Barkley y un par de colegas suyos improvisaron una explosión en la entrada de Abajo para matarnos. Saben que pueden conseguir mucha comida en otros sitios y hay otras maneras de bajar aquí.

Thomas seguía sin entender por qué era tan delicada con él.

—No tiene sentido. ?Por qué iban a matarnos? ?No querrían utilizarnos también? ?Acompa?arnos?

—No, no, no. Barkley y los demás son felices aquí. Creo que están un poco más idos que nosotros y ya han empezado a perder su parte racional. Dudo que se les haya ocurrido esa idea. Me apuesto lo que sea a que han pensado que íbamos a confabularnos y… eliminarlos. Que estábamos haciendo planes aquí abajo.

Thomas la soltó y apoyó la cabeza en la pared. La chica volvió a acercarse y le abrazó por la cintura.

—Eh… ?Brenda? —farfulló. Algo le pasaba a aquella chica.

—?Sí? —masculló contra su pecho.

—?Qué estás haciendo?

—?A qué te refieres?

—?No crees que es algo extra?a la forma en que estás actuando?

La chica se rió; fue un sonido tan inesperado para Thomas que por un segundo pensó que había sucumbido al Destello, que se había convertido en una auténtica rara o algo parecido. Brenda le apartó, aún riéndose.

—?Qué? —preguntó Thomas.

—Nada —contestó entre risas de colegiala—. Supongo que venimos de sitios distintos, eso es todo. Perdona.

—?Qué quieres decir? —de repente, deseó que le abrazara de nuevo.

—No te preocupes —respondió, dejando por fin de reírse a su costa—. Perdona por ser tan impulsiva. Es que… de donde vengo es bastante normal.

—No… no pasa nada. Bueno, bien. Estoy bien —se alegraba de que no pudiera verle la cara, porque debía de estar tan roja que Brenda hubiera empezado a reírse de nuevo. Entonces pensó en Teresa. Pensó en Minho y en los demás. Tenía que tomar el control. Ya—. Mira, tú misma lo has dicho —dijo, tratando de atraer la confianza a su voz—. Nadie nos perseguía. Tenemos que volver.

—?Estás seguro? —tenía un tono suspicaz.

—?Qué quieres decir?

—Puedo llevarte por la ciudad. Podríamos llevarnos bastante comida para el camino. ?Por qué no los dejamos a todos y llegamos al refugio seguro los dos solos?

Thomas no iba a entrar en aquella conversación.

—Si no vuelves conmigo, bien. Pero yo sí voy.