Las pruebas (The Maze Runner #2)

—?Quién te envió aquí? —preguntó Thomas, que decidió guardarse su curiosidad por el agente anestesiante para más tarde.

—CRUEL, igual que a ti. Salvo que no somos especiales como dices que sois vosotros. Los gobiernos supervivientes formaron CRUEL para luchar contra la enfermedad y afirman que esta ciudad tiene algo que ver con eso. No sé mucho más.

Thomas sintió una mezcla de sorpresa y confusión, y luego tuvo la esperanza de recibir respuestas.

—?Quiénes son CRUEL? ?Qué es CRUEL?

Jorge parecía tan confundido como Thomas.

—Te he dicho todo lo que sé. De todos modos, ?por qué me lo preguntas? Creía que vosotros erais especiales para ellos, que estaban detrás de toda la historia que me has contado.

—Mira, todo lo que te he dicho es la pura verdad. Nos han prometido cosas, pero todavía no sabemos mucho sobre ellos. No nos dan detalles. Nos hacen pruebas para ver si podemos pasar por toda esta clonc aunque no tengamos ni idea de lo que está sucediendo.

—?Y qué te hace pensar que tienen una cura?

Thomas tenía que mantener su voz firme y pensar en lo que le había oído decir al Hombre Rata.

—El tipo del traje blanco del que te he hablado nos dijo que esa es la razón por la que tenemos que llegar al refugio seguro.

—Mmm —murmuró Jorge con el tipo de tono que suena afirmativo, pero que significa exactamente lo contrario—. ?Y qué te hace pensar que nos dejarán subir a vuestro caballo y obtener también la cura?

Thomas tenía que mantenerse igual de agradable y calmado:

—Es evidente que no tengo ni idea de eso. Pero ?por qué al menos no lo intentamos? Si nos ayudáis a llegar hasta allí, tendréis una peque?a oportunidad. Si nos matáis, no os quedará ninguna. Tan sólo un raro completamente ido escogería la segunda opción.

Jorge volvió a dedicarle aquella patética sonrisa y soltó una breve carcajada.

—Tienes algo, Thomas. Hace unos minutos quería sacarle los ojos a tu amigo y haceros lo mismo al resto de vosotros. Pero vaya si no me has medio convencido.

Thomas se encogió de hombros e intentó mantener la expresión relajada.

—Lo único que me importa es sobrevivir un día más. Lo único que quiero es atravesar esta ciudad y luego ya me preocuparé de lo siguiente. ?Y sabes qué? —se abrazó para parecer más duro de lo que se, sentía.

Jorge arqueó las cejas.

—?Qué?

—Si sacarte los ojos me permitiera llegar a ma?ana, lo haría ahora mismo. Pero te necesito. Todos te necesitamos —mientras lo decía, Thomas se preguntó si de verdad podría hacer tal cosa.

Pero funcionó. El raro observó a Thomas durante un interminable momento y luego colocó una mano sobre la mesa.

—Creo que tenemos un trato, hermano. Por muchas razones.

Thomas extendió su mano para estrechar la de Jorge. Y aunque estaba muy aliviado, le costó mucho no mostrarlo.

Pero entonces Jorge hizo que todo se viniera abajo:

—Tengo una única condición. El chaval ese con mala leche, el que me tiró al suelo. Creo que te he oído llamarlo Minho.

—?Sí? —preguntó Thomas con una voz débil y el corazón a mil por hora.

—Tiene que morir.





Capítulo 28


—No —Thomas lo dijo del modo más tajante y firme que le fue posible.

—?No? —repitió Jorge con una expresión de sorpresa—. Te ofrezco la oportunidad de ayudarte a atravesar una ciudad llena de raros despiadados, dispuestos a comérsete vivo, ?y me dices que no? ?A cambio de una petición tan peque?ita? Eso no me alegra.

—No sería inteligente —respondió Thomas.

No tenía ni idea de cómo iba a ser capaz de mantener el rostro tranquilo ni de dónde salía aquel valor, pero algo le decía que era el único modo de sobrevivir a aquel raro.

Jorge se inclinó de nuevo hacia delante y colocó los codos sobre la mesa. Pero esta vez no juntó las manos, sino que las cerró hasta convertirlas en pu?os. Le sonaron los nudillos.

—?Tu objetivo en la vida es cabrearme hasta que te abra las arterias una a una?

—Ya has visto lo que te ha hecho —continuó Thomas— y hay que tener agallas. Si le matas, perderás las habilidades que él pueda aportar. Es nuestro mejor luchador y no le asusta nada. Quizás esté loco, pero le necesitamos.

Thomas estaba intentado sonar muy práctico. Pragmático. Pero si había en el mundo otra persona aparte de Teresa a la que pudiera llamar amigo, ese era Minho. Y no podía soportar perderlo también a él.

—Pero me saca de mis casillas —repuso Jorge, tenso; no había relajado los pu?os lo más mínimo—. Me hizo parecer una ni?a delante de mi gente. Y eso no es… aceptable.

Thomas se encogió de hombros como si no le importara, como si fuera algo insignificante y absurdo.

—Pues castígale. Hazle quedar como una ni?a. Pero matarle no nos ayuda. Cuantos más cuerpos tengamos para luchar, más posibilidades tendremos. ?En serio hace falta que te lo diga?