Las pruebas (The Maze Runner #2)

La ira en el rostro de Jorge disminuyó un poco; quizás apareció una pizca de curiosidad. Pero lo que dijo fue:

—?Qué es un ?pingajo??

Thomas casi —casi— se rió. Una reacción irracional que de alguna manera habría sido acertada.

—Tú y yo. Diez minutos. A solas. Es lo único que pido. Trae todas las armas que necesites.

Jorge sí se rió al oír aquello, aunque fue más un resoplido que otra cosa.

—Siento si te fastidia, chaval, pero creo que no necesito ninguna —hizo una pausa y fue como si los siguientes segundos duraran una hora entera—. Diez minutos —dijo al final—. El resto quedaos aquí para vigilar a estos gamberros. En cuanto os avise, empezad los juegos de la muerte —extendió una mano hacia un oscuro pasillo que iba desde un lateral de la habitación y atravesaba las puertas rotas—. Diez minutos —repitió.

Thomas asintió. Como Jorge no se movió, él caminó primero hacia su lugar de reunión y, tal vez, la discusión más importante de su vida. Y quizá la última.





Capítulo 27


Thomas percibió a Jorge pisándole los talones cuando entraron en el oscuro pasillo. Olía a moho y podredumbre; del techo caían gotas de agua que emitían unos ecos escalofriantes, algo que, por alguna razón, le hacía pensar en sangre.

—Sigue adelante —ordenó Jorge desde atrás—. Al final hay una sala con sillas. Como hagas el más mínimo movimiento contra mí, morirán todos.

Thomas quería darse la vuelta y gritarle a aquel tipo, pero continuó andando.

—No soy idiota. Puedes dejar de hacerte el duro.

El raro se limitó a reírse por lo bajo como respuesta. Tras varios minutos de silencio, Thomas se acercó a una puerta de madera con un pomo redondo y plateado. Extendió el brazo y la abrió sin vacilar, intentando demostrar a Jorge que aún le quedaba algo de dignidad. Una vez dentro, sin embargo, no supo qué hacer. Estaba negro como boca de lobo.

Notó que Jorge caminaba a su alrededor y entonces se oyó un fuerte sonido, como si sacudieran una tela al aire. Se encendió una caliente luz cegadora y Thomas tuvo que protegerse la vista con sus antebrazos. Al principio sólo pudo entreabrir los ojos, pero luego dejó caer los brazos hasta que pudo ver bien; advirtió que el raro había tirado de una gran lona que había en la ventana. Una ventana que no estaba rota. Fuera no había más que sol y cemento.

—Siéntate —dijo Jorge con un tono de voz menos brusco de lo que Thomas habría esperado.

Esperaba que el raro al fin hubiese aceptado que su nueva visita iba a abordar la situación de forma racional y calmada. Que tal vez hubiera algo en aquella discusión que terminaría siendo beneficioso para los residentes actuales del edificio en ruinas. Por supuesto, aquel tipo era un raro, así que Thomas no tenía ni idea de cómo iba a reaccionar.

La sala no contaba con más muebles que dos sillas peque?as de madera y una mesa en medio. Thomas cogió la que estaba más cerca de él y tomó asiento. Jorge se sentó al otro lado, inclinado hacia delante y puso los codos sobre la mesa, con las manos juntas. Tenía la expresión perdida y los ojos clavados en Thomas.

—Habla.

Thomas deseó disponer de un segundo para repasar todas las ideas que se le habían pasado por la mente en la otra sala, pero sabía que no tenía tiempo para aquello.

—Vale —vaciló. Una palabra. Hasta ahora, no iba muy bien. Respiró hondo—. Mira, antes te he oído mencionar a CRUEL. Lo sabemos todo sobre esos tíos. Sería muy interesante oír lo que tenéis que decir vosotros de ellos.

Jorge no se movió ni tampoco cambió la expresión de su rostro.

—No soy yo el que va a hablar ahora, sino tú.

—Sí, lo sé —Thomas acercó su silla un poco más a la mesa. Entonces volvió a retirarla y apoyó un pie sobre la rodilla. Necesitaba calmarse y dejar que las palabras fluyeran—. Bueno, esto me cuesta porque no sé lo que sabes. Así que haré como si fueras tonto.

—Te aconsejo que no vuelvas a usar la palabra ?tonto? conmigo.

Thomas se obligó a tragar saliva con la garganta tensa por el miedo.

—Es una manera de hablar.

—Continúa.

Volvió a respirar hondo.

—éramos un grupo de quince chicos. Y… una chica —al decir eso, sintió un fuerte dolor—. Ahora somos once. No conozco todos los detalles, pero CRUEL es una especie de organización que nos está haciendo un montón de cosas desagradables por algún motivo. Empezamos en un lugar llamado el Claro, dentro de un laberinto de piedra, rodeados por unas criaturas llamadas laceradores.