Las pruebas (The Maze Runner #2)

—?Hazlo! —gritó, ignorándolo todo y apoyándose para intentarlo de nuevo—. ?Una! ?Dos! ?Ya!

Agarró los laterales del líquido que se extendía, notó su extra?a combinación de duro y blando, y después volvió a tirar para sacárselo de la cabeza a Winston. Este debía de haberle escuchado, o tal vez fue la suerte, pero empujó el pegote al mismo tiempo con la palma de la mano, como si tratase de arrancarse su propia frente. Todo el revoltijo plateado salió hacia arriba, una capa floja, espesa y pesada. Thomas no vaciló; levantó los brazos, tiró aquella porquería por encima de su cabeza hacia la escalera y se dio la vuelta sobre sus talones para ver lo que había ocurrido.

Mientras volaba por los aires, el líquido volvió a transformarse en una esfera, su superficie se tensó un momento y luego se solidificó. Se detuvo a tan sólo unos pasos de ellos y se mantuvo en el aire un segundo, como si estuviera lanzándole una larga y duradera mirada a su víctima, tal vez considerando detenidamente qué había salido mal. Entonces salió disparado y bajó volando la escalera hasta que desapareció en la oscuridad de allí abajo.

Se había ido. Por alguna razón, no había vuelto a atacar.

Thomas tomaba grandes bocanadas de aire, cada centímetro de su cuerpo parecía empapado de sudor. Apoyó un hombro en la pared, temeroso de mirar a Winston, que gimoteaba detrás de él. Al menos los gritos habían cesado.

Finalmente, Thomas se dio la vuelta para mirarle a la cara.

El chaval estaba hecho un desastre, acurrucado como una bola, temblando. El pelo de su cabeza había desaparecido y en su lugar tenía la piel en carne viva y por algunas partes se filtraba la sangre. Tenía las orejas cortadas e irregulares, pero estaban enteras. Sollozaba debido al dolor y el trauma causados por lo que acababa de pasarle. El acné de su rostro parecía limpio y fresco comparado con las heridas del resto de su cabeza.

—?Te encuentras bien, tío? —preguntó Thomas, aunque sabía que debía de ser la pregunta más tonta que había hecho en su vida.

Winston negó con la cabeza con una sacudida rápida y su cuerpo continuó temblando. Thomas alzó la vista para mirar a Minho, Newt, Aris y los demás clarianos que estaban sólo un par de escalones por encima de ellos, todos mirando hacia abajo, horrorizados. La deslumbrante luz de arriba ensombrecía sus rostros, pero, aun así, Thomas les veía los ojos, tan abiertos como los de un gato pasmado ante un foco.

—?Qué era esa fuca cosa? —murmuró Minho.

Thomas no podía hablar y se limitó a negar con la cabeza de forma cansada. Newt fue el que respondió:

—Un pegote mágico que se come las cabezas de la gente, eso es lo que es.

—Tiene que ser algún tipo de tecnología nueva —sugirió Aris. Era la primera vez que Thomas le veía participar en una discusión. El chico miró a su alrededor; como era lógico, advirtió las caras de sorpresa y luego se encogió de hombros, como si le diera vergüenza continuar—. Tengo unos cuantos recuerdos que me vienen a la memoria. Sé que el mundo tiene algún tipo de tecnología avanzada, pero no recuerdo nada de metal fundido que volara e intentase cortar partes del cuerpo.

Thomas pensó en sus propios recuerdos vagos. Desde luego, tampoco a él le venía a la mente nada así.

Minho se?aló distraídamente hacia la parte baja de las escaleras, más allá de Thomas.

—Esa mierda debe de adherirse a tu cara y luego se come la carne de tu cuello hasta que te lo corta de cuajo. Qué bonito. Muy bonito.

—?Lo viste? ?La cosa esa salió del techo! —exclamó Fritanga—. Será mejor que salgamos de aquí. Ya.

—No podría estar más de acuerdo —a?adió Newt.

Minho miró a Winston con asco y Thomas le imitó. El muchacho había dejado de temblar y sus sollozos se habían calmado hasta convertirse en un gimoteo sofocado. Pero tenía un aspecto horrible y seguro que le quedaban cicatrices. Thomas no podía imaginar cómo iba a volver a crecer el pelo en aquella cabeza roja, en carne viva.

—?Fritanga, Jack! —les llamó Minho—. Ayudad a Winston a levantarse. Aris, recoge la clonc que ha tirado y que te ayuden un par de chicos a llevarla. Nos vamos. No me importa lo brillante o atroz que sea la luz ahí arriba, no me apetece que conviertan hoy mi cabeza en una bola de bolera.

Se dio la vuelta sin esperar a ver si la gente acataba sus órdenes. Fue un gesto que, por alguna razón, hizo que Thomas pensara que aquel chaval iba a acabar siendo un buen líder después de todo.

—Vamos, Thomas y Newt —dijo por encima del hombro—. Nosotros tres iremos los primeros.

Thomas intercambió una mirada con Newt, que parecía algo asustado, pero sobre todo lleno de curiosidad. Se moría de ganas de continuar. Thomas se sentía igual y odiaba que cualquier cosa fuera mejor que enfrentarse a las repercusiones de lo que le había ocurrido a Winston.