Las pruebas (The Maze Runner #2)

—?Eh! ?Cuidado! ?Cuidado!

Thomas se dio la vuelta para mirar a Winston, que se hallaba un poco más abajo. Estaba se?alando algo justo por encima de él al tiempo que retrocedía un par de pelda?os. En el techo, tan sólo a unos centímetros por encima de sus cabezas, un gran pegote de líquido plateado se estaba fusionando, saliendo del metal como si se convirtiera en una gran lágrima. Se hizo cada vez más grande mientras Thomas la miraba fijamente y, en cuestión de segundos, formó una bola de pegote fundido, temblorosa, que poco a poco se tensaba. Entonces, antes de que nadie pudiera reaccionar, se despegó del techo y cayó.

Pero en vez de hacer paf en los pelda?os a sus pies, la esfera plateada desafió la gravedad y voló en horizontal, directa a la cara de Winston. Sus gritos espantosos inundaron el aire mientras caía por las escaleras.





Capítulo 16


Thomas tenía un horrible presentimiento mientras bajaba por las escaleras detrás de Winston. No sabía si era porque quería ayudarle o porque no podía controlar su curiosidad acerca de la monstruosa bola plateada.

Al final, Winston se paró en seco y apoyó la espalda en uno de los escalones; aún les quedaba bastante para llegar abajo del todo. La luz brillante que entraba por la puerta abierta del techo iluminaba todo con perfecta claridad. Las manos de Winston estaban sobre su cara, tirando del líquido plateado. La bola de metal fundido ya se había empezado a fusionar con la parte superior de su cabeza y le consumía la punta de las orejas. Los bordes se deslizaban hacia abajo como sirope espeso, derramándose por sus oídos y tapándole las cejas.

Thomas saltó sobre el cuerpo del chico y se dio la vuelta para arrodillarse en el pelda?o justo debajo de él. Winston estiraba y empujaba el pegote plateado para que no le cayera sobre los ojos. Sorprendentemente, parecía estar funcionando. Pero el muchacho gritaba con todas sus fuerzas al tiempo que se retorcía y daba patadas a la pared.

—?Quitádmelo! —chilló con una voz tan ahogada que Thomas casi lo dejó y echó a correr. Si aquello dolía tanto…

Parecía un gel plateado muy denso. Persistente y pertinaz, como si estuviera vivo. En cuanto Winston empujaba una parte para quitársela de los ojos, caía un poco entre sus dedos, y otra vez lo intentaba. Cuando hacía eso, Thomas distinguía partes de la piel de su rostro, y no era muy agradable. Estaba roja y con ampollas.

Winston gritó algo tan ininteligible que sus gritos atormentados bien podrían haber estado en otro idioma. Thomas sabía que tenía que hacer algo. El tiempo se estaba agotando.

Se quitó el fardo que llevaba en los hombros y tiró los contenidos; fruta y unos cuantos paquetes se esparcieron y rodaron por las escaleras. Cogió la sábana y se la envolvió en las manos para protegerse. Cuando Winston volvió a intentar sacarse el líquido plateado de encima de los ojos, Thomas le agarró por los lados que habían caído sobre las orejas del chico. Notó el calor por encima de la tela y creyó que iba a ponerse a arder. Clavó bien los pies en el suelo, apretó la cosa lo más fuerte que pudo y tiró.

Con un inquietante sonido de succión, las partes del metal que atacaba se levantaron varios centímetros antes de resbalársele de las manos y volver a pegarse a las orejas de Winston. Imposible, el chico gritaba incluso más alto. Dos clarianos intentaron acercarse para ayudar, pero Thomas les gritó que se apartaran, pues creía que tan sólo se interponían.

—?Tenemos que hacerlo juntos! —le gritó a Winston, decidido a agarrarlo más fuerte esta vez—. ?Escúchame, Winston! ?Tenemos que hacerlo juntos! ?Intenta cogerlo y arrancártelo de la cabeza!

El otro chico no mostraba ninguna se?al de haberlo entendido, todo su cuerpo se convulsionaba mientras se resistía. Si Thomas no hubiera estado en el pelda?o debajo del suyo, ya se hubiera caído rodando por las escaleras.

—?A la de tres! —gritó Thomas—. ?Winston! ?A la de tres!

Seguía sin haber ninguna se?al de que le hubiera oído. Gritos. Sacudidas. Patadas. Golpes a la materia plateada.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Thomas, o tal vez era el sudor que le bajaba por la frente. Pero le escocía. Y notó como si el aire se hubiera calentado un millón de grados. Se le tensaron los músculos y unos pinchazos de dolor se dispararon por sus piernas. Eran calambres.