Thomas se percató de que aún estaba limpiándose las manos en los pantalones.
—Mira —dijo antes de respirar hondo. Hacer todo aquello en la oscuridad era exasperante—, le oí gritar y corrí hasta aquí para ayudarle. Salté sobre él, traté de sujetarle los brazos y averiguar lo que sucedía. Entonces busqué con las manos su cabeza para agarrarle de las mejillas (ni si quiera sé por qué) y lo único que noté fue…
No podía decirlo. Nada podía ser más absurdo que la verdad.
—?Qué? —gritó Minho.
Thomas rezongó y después lo dijo:
—Su cabeza no era su cabeza. Era como una… una gran… bola de metal. No lo sé, macho, pero eso fue lo que noté. Como si su fuca cabeza hubiera sido absorbida por… ?por una gran bola de metal!
—?De qué estás hablando? —preguntó Minho.
Thomas no sabía cómo podría convencerle a él o a cualquier otro.
—?No la oíste rodar justo cuando dejó de gritar? Sé que…
—?Está aquí! —exclamó alguien. Newt. Thomas volvió a oír un fuerte chirrido y luego a Newt, que resoplaba por el esfuerzo—. La he oído rodar por ahí. Y está toda mojada y pegajosa… parece sangre.
—?Qué clonc! —medio susurró Minho—. ?Cómo es de grande?
Los demás clarianos se unieron con un coro de preguntas.
—?Que todo el mundo se calle! —gritó Newt. Cuando se quedaron en silencio, dijo—: No lo sé —Thomas oyó que cogía la bola con cuidado para palparla—. Es más grande que una pu?etera cabeza, eso seguro. Es totalmente redonda, una esfera perfecta.
Thomas estaba desconcertado, indignado, pero en lo que único que podía pensar era en salir de aquel sitio. De aquella oscuridad.
—Tenemos que correr —dijo—. Tenemos que marcharnos. Ya.
—Quizá deberíamos retroceder —Thomas no reconoció la voz—. Sea lo que sea esa cosa redonda, le ha cortado la cabeza a Frankie, tal y como nos advirtió el pingajo anciano.
—Ni hablar —respondió Minho, enfadado—. Ni hablar. Thomas tiene razón. Basta de distracciones. Separaos unos centímetros los unos de los otros y echad a correr. Agachaos y, si algo se acerca a vuestras cabezas, quitaos de encima esa mierda.
Nadie se opuso. Thomas enseguida encontró su agua y su comida; entonces una comunicación tácita invadió al grupo y empezaron a correr lo bastante separados para no tropezar unos con otros. Thomas ya no estaba atrás del todo, no quería perder tiempo en volver a su sitio. Corrió, corrió tan rápido como no recordaba haberlo hecho en el Laberinto.
Olía a sudor. Respiró polvo y aire caliente. Sus manos se humedecieron; estaban cada vez más pegajosas por la sangre. La oscuridad era total.
Corrió y no se detuvo.
? ? ?
Una bola mortal alcanzó a otro más. Esta vez ocurrió cerca de donde estaba Thomas; le pasó a un chico con el que nunca había cruzado una palabra. Thomas oyó el sonido del metal deslizándose por el metal y un par de clics. Después, los gritos ahogaron el resto.
Nadie se detuvo. Algo terrible, quizás. Probablemente. Pero nadie se detuvo.
Cuando los gritos por fin cesaron con un gorjeo, Thomas oyó un fuerte ruido hueco al caer la bola de metal al suelo. La oyó rodar, repiquetear contra la pared y rodar un poco más.
Continuó corriendo. No disminuyó la velocidad.
Su corazón latía con fuerza; el pecho le dolía de las respiraciones profundas e irregulares mientras engullía desesperado el aire polvoriento. Perdió la noción del tiempo, no tenía ni idea de lo lejos que habían llegado. Pero cuando Minho les dijo a todos que se pararan, el alivio fue casi abrumador. El agotamiento había vencido al terror por lo que había matado a dos chicos.
Los sonidos de los jadeos inundaban el peque?o espacio y olía a mal aliento. Fritanga fue el primero en recuperarse lo suficiente para hablar:
—?Por qué hemos parado?
—?Porque casi me rompo las espinillas con algo que hay aquí! —respondió Minho—. Creo que es una escalera.
Thomas sintió que se le levantaba el ánimo, pero enseguida decayó. Había jurado no volver a hacerse ilusiones. No hasta que todo aquello hubiera terminado.
—Bueno, pues ?subámoslas! —dijo Fritanga demasiado alegremente.
—?Eso crees? —contestó Minho—. ?Qué haríamos sin ti, Fritanga! En serio.
Thomas oyó las fuertes pisadas de Minho mientras subía corriendo las escaleras, emitiendo un sonido agudo, como si los pelda?os estuvieran hechos de fino metal. Tan sólo pasaron unos segundos antes de que otras pisadas se unieran a las primeras, y pronto todos estaban siguiendo a Minho.
Las pruebas (The Maze Runner #2)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)
- El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
- A Mutiny in Time (Infinity Ring #1)