Las pruebas (The Maze Runner #2)



Nadie se quejó mientras Thomas api?aba al resto detrás de Minho. Nadie pronunció palabra, tan sólo intercambiaron miradas asustadas y parpadeantes al acercarse al Trans Plano y cruzarlo. Sin excepción, todos los clarianos vacilaron un segundo antes de dar el último paso hacia la oscuridad del cuadrado gris. Thomas los observaba a todos y les daba un manotazo en la espalda antes de que desaparecieran.

Al cabo de dos minutos, tan sólo quedaban Aris, Newt y Thomas.

?Estás seguro de esto? —le preguntó Aris dentro de su mente.

Thomas se atragantó con la tos, sorprendido por el flujo de palabras que pasaba por su conciencia, aquel habla que no oía pero a la vez podía oír. Pensaba —y esperaba— que Aris hubiera pillado la indirecta de que no quería comunicarse de esa manera. Eso era algo que reservaba para Teresa y no lo hacía con nadie más.

—Rápido —masculló Thomas en voz alta, negándose a contestar por telepatía—. Tenemos que darnos prisa.

Aris lo cruzó con una expresión de dolor en el rostro; Newt le siguió justo detrás. Y así, sin más, Thomas se había quedado solo en la zona común.

Echó un último vistazo y recordó los cadáveres hinchados que habían colgado de allí hacía tan sólo unos días. Pensó en el Laberinto y en toda la clonc por la que habían pasado. Suspiró tan fuerte como pudo, esperando que alguien en algún lugar pudiera oírle, agarró su bolsa de agua y su fardo lleno de comida, y se metió en el Trans Plano.

Una línea gélida le atravesó la piel desde delante hacia atrás, como si la pared gris fuese una superficie plana, vertical, de agua helada. Cerró los ojos en el último segundo y los abrió para no ver nada más que oscuridad. Pero sí oyó voces.

—?Eh! —llamó, ignorando el repentino estallido de pánico en su propia voz—. Chicos…

Antes de que pudiera terminar, tropezó con algo y se cayó al chocar con la parte superior de un cuerpo que se retorcía.

—?Ay! —gritó la persona mientras se quitaba a Thomas de encima. Fue todo lo que pudo hacer por agarrar fuerte la bolsa de agua.

—?Que todo el mundo se esté quieto y se calle! —era Minho, y el alivio que inundó a Thomas casi le hizo gritar de alegría—. Thomas, ?eres tú? ?Estás aquí?

—?Sí! —Thomas se puso de pie y palpó a su alrededor para asegurarse de que no se daba con nadie. Tan sólo notó aire y no distinguió más que penumbra—. He sido el último en cruzar. ?Ha conseguido pasar todo el mundo?

—Estábamos poniéndonos en fila para contarnos uno a uno hasta que apareciste a trompicones como un toro dopado —respondió Minho—. Vamos a hacerlo de nuevo. ?Uno!

Cuando nadie dijo nada, Thomas gritó:

—?Dos!

Entonces los clarianos fueron contando hasta que le tocó a Aris, el último, que dijo:

—Veinte.

—Bien —asintió Minho—. Estamos todos aquí, sea donde sea. No veo una fuca clonc.

Thomas se quedó quieto, sintiendo a los otros chicos, oyendo sus respiraciones, pero con miedo a moverse.

—Qué pena que no tengamos una linterna.

—Gracias por exponer lo obvio, se?or Thomas —replicó Minho—. Muy bien, escuchad. Estamos en algún tipo de pasillo. Noto las paredes a ambos lados y, por lo que sé, la mayoría de vosotros estáis a mi derecha. Thomas, donde estás es por donde entramos. Será mejor que no corramos el riesgo de retroceder y atravesar el Trans Plano ese, así que seguid mi voz y venid hacia mí. No nos quedan muchas otras opciones, salvo bajar por este camino y ver lo que encontramos.

Había empezado a alejarse de Thomas cuando pronunció aquellas últimas palabras. El susurro de los pies moviéndose y los fardos rozando la ropa le dijeron que los demás iban detrás. Cuando percibió que era el último que quedaba y que ya no chocaría con nadie, se movió despacio hacia su izquierda y extendió una mano hasta que notó una pared dura y fría. Entonces caminó detrás del resto del grupo y dejó que su mano resbalara por la pared para orientarse.

Nadie habló mientras avanzaban. Thomas odiaba que sus ojos no se acabaran de ajustar a la oscuridad. No había ni el más mínimo rastro de luz. El aire era frío, pero olía como a cuero viejo y polvo. Tropezó un par de veces con el que estaba justo delante de él; ni siquiera sabía quién era porque el chico no dijo nada cuando chocaron.