Las pruebas (The Maze Runner #2)

Caminando. El tiempo pasaba muy despacio.

Thomas no tenía ni idea de cómo ese pasillo podía siquiera existir. Tenían que llevar al menos tres o cuatro kilómetros recorridos desde la última vez que habían oído el espeluznante susurro de advertencia. ?Dónde estaban? ?Bajo tierra? ?En el interior de algún edificio enorme? El Hombre Rata había dicho que tenían que encontrar la salida al exterior, pero ?cómo…?

Un chico gritó a unos metros por delante. Empezó como un chillido repentino, como una simple sorpresa, pero entonces se intensificó hasta convertirse en puro terror. No sabía quién era, pero ahora el chaval estaba dejándose la garganta, dando alaridos, chillando como un animal de la antigua Casa de la Sangre en el Claro. Thomas oyó el sonido de un cuerpo golpeando el suelo.

Por instinto, salió corriendo hacia delante y empujó a varios clarianos, que por lo visto se habían quedado paralizados por el miedo, para abrirse paso hacia los sonidos inhumanos. No sabía por qué pensaba que sería capaz de ayudar más que nadie, pero no vaciló, ni siquiera se preocupó de dónde pisaba mientras corría en la oscuridad. Tras la larga locura de caminar a ciegas durante tanto tiempo, era como si su cuerpo tuviera ganas de acción.

Lo consiguió; notaba que el chico ahora estaba tumbado justo enfrente de él, mientras golpeaba con los brazos y las piernas el suelo de cemento para luchar contra quién sabía qué. Thomas dejó a un lado su bolsa de agua y el fardo que llevaba al hombro y entonces, tímidamente, extendió el brazo para intentar agarrarle una de las extremidades. Notó que los otros clarianos se reunían detrás de él y, al oír preguntas y gritos fuertes y caóticos, se obligó a ignorarlos.

—?Eh! —gritó Thomas al chico que se retorcía—. ?Qué te pasa?

Sus dedos rozaron los vaqueros del muchacho, luego su camisa, pero el cuerpo del chico se convulsionaba por todos sitios, imposible de sujetar, y sus gritos continuaban atravesando el aire.

Al final, Thomas se lo jugó todo. Se tiró hacia delante para echarse por completo encima del cuerpo del joven que no paraba de sacudirse. Con un golpe que le quitó la respiración, aterrizó sobre el torso que se retorcía; un codo se le clavó en las costillas y después una mano le abofeteó la cara. Levantó una rodilla y casi le dio justo en la entrepierna.

—?Para! —gritó Thomas—. ?Qué te pasa?

Los gritos gorjearon hasta cesar, casi como si hubieran hundido a un chico en el agua. Pero las convulsiones no disminuyeron lo más mínimo.

Thomas puso el codo y el antebrazo en el pecho del clariano para sujetarlo y alzó la mano para agarrarle del pelo o de la cara. Pero, cuando sus manos se deslizaron por lo que estaba allí, la confusión le consumió.

No había cabeza. No había pelo ni cara. Ni siquiera cuello. Nada de lo que debería haber estado allí.

En su lugar, Thomas tocó una gran bola de frío metal, perfectamente lisa.





Capítulo 15


Los siguientes segundos fueron de lo más raros. En cuanto la mano de Thomas entró en contacto con la extra?a bola de metal, el chico dejó de moverse. Los brazos y las piernas se le calmaron y la rigidez de su torso en movimiento desapareció en un instante. Thomas notó mojada la dura esfera, que rezumaba por donde debería haber estado el cuello del muchacho. Sabía que era sangre; percibía su olor cobrizo.

Entonces la bola se le resbaló de los dedos y salió rodando, emitiendo un sonido hueco y chirriante hasta que chocó con la pared más cercana y se detuvo. El chico que tenía debajo no se movió ni emitió ningún sonido. Los demás clarianos continuaron gritando preguntas en la oscuridad, pero Thomas los ignoró.

El terror inundó su pecho mientras se imaginaba al chico, el aspecto que debía de tener. Nada tenía sentido, pero era evidente que el joven estaba muerto, le habían cortado la cabeza de algún modo. O… ?se había convertido en metal? ?Qué demonios había ocurrido? A Thomas le dio vueltas la cabeza y tardó unos instantes en darse cuenta de que un fluido caliente brotaba de la mano que había presionado contra el suelo cuando la bola se escapó de sus dedos. Se asustó.

Se apartó enseguida del cuerpo, se limpió la mano en los pantalones y gritó, pero no fue capaz de formar palabras. Un par de clarianos le agarró por detrás para ayudarle a ponerse de pie. Los apartó y se dio contra la pared. Alguien le cogió del hombro de la camisa y tiró de él para acercárselo.

—?Thomas! —gritó Minho—. ?Thomas! ?Qué ha pasado?

Thomas intentó calmarse para afrontar la situación. El estómago se le revolvió y su pecho se tensó.

—No… no sé. ?Quién era? ?Quién estaba ahí abajo gritando?

Winston contestó con una voz temblorosa:

—Creo que era Frankie. Estaba justo a mi lado, haciendo bromas, y luego fue como si algo tirase de él. Sí, era él. Estoy segurísimo.

—?Qué ha pasado? —repitió Minho.