Las pruebas (The Maze Runner #2)

El Hombre Rata bajó la vista al desordenado montón de papeles que había en la carpeta abierta, cogió uno suelto y le dio la vuelta sin apenas leerlo. Se aclaró la garganta.

—Fase 2: las Pruebas de la Quemadura. Empieza oficialmente ma?ana a las seis en punto de la ma?ana. Entraréis en esta sala y en la pared que hay detrás de mí encontraréis un Trans Plano. A vuestros ojos se presentará como un muro reluciente de color gris. Tendréis que cruzarlo antes de que transcurran cinco minutos después de la hora. Así que se abre a las seis en punto y se cierra pasados cinco minutos. ?Lo entendéis?

Thomas se quedó mirando al Hombre Rata, paralizado. Era casi como estar escuchando una grabación, como si el desconocido no estuviera allí de verdad. Los demás clarianos debieron de sentir lo mismo, porque nadie respondió a aquella simple pregunta. Además, ?qué era un Trans Plano?

—Estoy seguro de que todos podéis oír —dijo el Hombre Rata—. ?Lo… habéis… enten… dido?

Thomas asintió y unos cuantos chicos a su alrededor murmuraron unos síes.

—Bien —el Hombre Rata cogió distraídamente otra hoja de papel y le dio la vuelta—. Para entonces, las Pruebas de la Quemadura habrán empezado. Las reglas son muy sencillas: abríos camino hasta el exterior y después dirigíos ciento sesenta kilómetros al norte. Llegad al refugio seguro en dos semanas y habréis completado la Fase 2. En ese momento, y sólo en ese momento, se os curará el Destello. Serán exactamente dos semanas, empezando desde el segundo en que crucéis el Trans. Si no lo conseguís, moriréis.

La sala debería haber estallado en discusiones, preguntas, pánico…, pero nadie dijo ni una palabra. Thomas notaba como si se le hubiera secado la lengua hasta convertirse en una vieja raíz crujiente.

El Hombre Rata cerró de golpe la carpeta y dobló su contenido aún más que antes; después la guardó en el cajón de donde la había sacado. Se puso de pie, se apartó a un lado y empujó la silla debajo del escritorio. Al final juntó las manos delante de él y volvió a centrar su atención en los clarianos.

—Es sencillo, en serio —dijo con tal naturalidad que parecía como si les acabara de dar las instrucciones para abrir las duchas del ba?o—. No hay reglas, ni tampoco pautas. Tenéis pocas provisiones y no habrá ayuda durante el camino. Atravesad el Trans Plano a la hora indicada. Encontrad el exterior. Caminad ciento sesenta kilómetros, directos al norte, hacia el refugio seguro. Conseguidlo o morid.

La última palabra pareció sacar a todo el mundo de su estupor y se pusieron a hablar todos a la vez:

—?Qué es un Trans Plano?

—?Cómo hemos cogido el Destello?

—?Cuánto tiempo pasará hasta que aparezcan los primeros síntomas?

—?Qué hay al final de esos ciento sesenta kilómetros?

—?Qué pasó con los cadáveres?

Pregunta tras pregunta, un coro de ellas se mezcló hasta convertirse en un alboroto de confusión. Thomas no se molestó. El desconocido no iba a contarles nada más. ?Acaso no se daban cuenta?

El Hombre Rata esperó pacientemente, ignorándolos, mirando con aquellos ojos oscuros a los clarianos mientras hablaban. Su mirada se centró en Thomas, que estaba allí sentado, en silencio, mirándole, odiándole. Odiando CRUEL. Odiando el mundo.

—?Callaos, pingajos! —gritó por fin Minho. Las preguntas cesaron al instante—. Este cara fuco no va a contestar, así que dejad de perder el tiempo.

El Hombre Rata le hizo un gesto a Minho con la cabeza como si le diera las gracias. Tal vez reconocía su prudencia.

—Ciento sesenta kilómetros. Al norte. Espero que lo consigáis. Recordad: ahora todos tenéis el Destello. Os lo dimos para proporcionaros cualquier estímulo que pudiera faltaros. Y llegar al refugio seguro significa que obtendréis la cura —se dio la vuelta y caminó hacia la pared que tenía detrás de él, como si planeara atravesarla. Pero entonces se detuvo y volvió a mirarlos—. Ah, una última cosa —dijo—. No creáis que evitaréis las Pruebas de la Quemadura si decidís no entrar en el Trans Plano entre las seis y las seis y cinco de ma?ana. Aquellos que se queden atrás serán ejecutados inmediatamente de la manera más… desagradable. Será mejor que os arriesguéis en el mundo exterior. Mucha suerte a todos.

Al decir aquello, se dio la vuelta y una vez más empezó a caminar de forma inexplicable hacia la pared.

Pero antes de que Thomas viera lo que pasaba, la pared invisible que les separaba se empa?ó y en cuestión de segundos se volvió borrosa. Y entonces todo desapareció y el otro lado de la zona común de nuevo quedó visible. Salvo que no había ni rastro del escritorio ni de la silla. Ni tampoco del Hombre Rata.

—?No me fuques! —susurró Minho junto a Thomas.





Capítulo 12