El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Thomas y Minho no encontraron nada, salvo muros de piedra y hiedra.

Thomas cortó la enredadera y tomó notas. Le costaba distinguir algún cambio desde el día anterior, pero Minho, sin detenerse a pensarlo, le se?aló dónde se habían movido las paredes. Cuando llegaron al último callejón sin salida y era la hora de volver a casa, Thomas sintió unas ganas casi incontrolables de meter todo en una bolsa y pasar allí la noche para ver qué ocurría.

Minho pareció presentirlo y le agarró del hombro.

—Aún no, tío. Aún no.

Y regresaron.

En el Claro había un ambiente sombrío, algo lógico cuando todo se ha vuelto gris. La tenue luz no había cambiado ni un ápice desde que se habían despertado por la ma?ana y Thomas se preguntó si algo cambiaría al ?atardecer?.

Cuando atravesaron la Puerta Oeste, Minho fue directo a la Sala de Mapas. Thomas se sorprendió. Pensaba que era lo último que harían.

—?No te mueres por contarle a Newt y Alby lo del Agujero de los Laceradores?

—Oye, seguimos siendo corredores —respondió Minho— y tenemos un trabajo que hacer —Thomas le siguió hasta la puerta de acero del bloque grande de cemento y Minho se dio la vuelta para dedicarle una sonrisa lánguida—. Pero sí, nos daremos prisa para ir a hablar con ellos.

Cuando entraron, ya había otros corredores pululando por la sala que dibujaban sus mapas. Nadie dijo ni una palabra, como si las especulaciones sobre el nuevo cielo se hubieran agotado. El ambiente desesperanzador en la habitación hizo que Thomas tuviese la sensación de estar caminando por agua enfangada. Sabía que también tenía que estar cansado, pero se encontraba demasiado entusiasmado para sentirse así; no podía esperar a ver las reacciones de Newt y Alby cuando supieran la noticia sobre el Precipicio.

Se sentó a la mesa y dibujó el mapa del día, basándose en las notas y en lo que recordaba, con Minho mirándole por encima del hombro todo el tiempo, dándole ideas: ?Creo que este pasillo se cortaba aquí en vez de allí?, ?Ten cuidado con las proporciones? y ?Dibuja más recto, pingajo?. Aunque pesado, era útil y, a los quince minutos de entrar en la sala, Thomas examinó su obra acabada. El orgullo le invadió; su mapa era tan bueno como cualquiera de los que había visto.

—No está mal —dijo Minho—. Bueno, para un verducho.

Minho se levantó, se acercó al baúl de la Sección 1 y lo abrió. Thomas se arrodilló delante de él, sacó el mapa del día anterior y lo colocó al lado del que acababa de dibujar.

—?Qué estoy buscando? —preguntó.

—Pautas. Pero no vas a ver nada comparando dos días. Tienes que estudiar varias semanas e indagar qué patrones siguen, no sé. Sé que hay algo ahí, algo que nos ayudará. Aunque todavía no lo he encontrado. Como he dicho, es un asco.

Thomas estaba dándole vueltas a algo en la cabeza; sentía lo mismo que la primera vez que entró en aquella sala. Las paredes del Laberinto se movían. Unos patrones. Todas aquellas líneas rectas. ?Sugerían un mapa completamente distinto? ?Apuntaban a algo? Tenía una sensación muy fuerte de que se estaba saltando una pista evidente.

Minho le dio unos golpecitos en el hombro.

—Siempre puedes volver y seguir estudiando después de cenar, después de hablar con Newt y Alby. Vamos.

Thomas guardó los papeles en el baúl y lo cerró. No soportaba la punzada de desasosiego que sentía. Era como un pinchazo en el costado. Las paredes se movían, líneas rectas, patrones… Tenía que haber una respuesta.

—Vale, vamos.

Acababan de salir de la Sala de Mapas y la pesada puerta se había cerrado con un sonido metálico detrás de ellos, cuando Newt y Alby se acercaron no muy contentos. El entusiasmo de Thomas enseguida se transformó en preocupación.

—Eh —saludó Minho—. Acabamos de…

—Pues venga —le interrumpió Alby—. No tenemos tiempo que perder. ?Habéis encontrado algo? ?Lo que sea?

Minho retrocedió ante tal reprimenda, pero a Thomas su cara le pareció más confundida que herida o enfadada.

—Yo también me alegro de verte. La verdad es que sí, hemos encontrado algo.

Curiosamente, Alby casi pareció decepcionado.

—Porque este fuco sitio se cae a pedazos —le lanzó a Thomas una mirada desagradable, como si todo fuese culpa suya.

??Qué le pasa??, se preguntó Thomas, sintiendo cómo se encendía su propio enfado. Llevaba trabajando duro todo el día y ?así se lo agradecían?

—?A qué te refieres? —preguntó Minho—. ?Qué más ha pasado?

Newt se?aló la Caja con la cabeza y contestó:

—Hoy no han llegado las malditas provisiones. Durante estos dos a?os, han venido todas las semanas, a la misma hora, el mismo día. Pero hoy, no.

Los cuatro se quedaron mirando las puertas de acero pegadas al suelo. A Thomas le pareció que sobre ellos se extendía una sombra más oscura que el aire gris que rodeaba todo lo demás.