Thomas sabía que aquella era la pura verdad, pero siguió insistiendo:
—?Cómo lo sabes?
—Porque los que mandaron a los laceradores tras nosotros no nos lo van a poner fácil para salir.
Aquello hizo que Thomas dudase de por qué lo estaban haciendo, entonces.
—?Y por qué nos molestamos en venir aquí?
Minho le echó un vistazo.
—?Que por qué nos molestamos? Porque está aquí… Tiene que haber una razón. Pero, si crees que vamos a encontrar una bonita puertecita que dé a la Ciudad Feliz, es que te has fumado clonc de vaca.
Thomas miró al frente; se sentía tan desesperanzado que redujo el ritmo casi hasta detenerse.
—Esto es un asco.
—Eso es lo más inteligente que has dicho, verducho.
Minho soltó un gran resoplido y siguió corriendo, y Thomas hizo lo único que sabía: seguirle.
? ? ?
El resto del día fue agotador. Minho y él volvieron al Claro, fueron a la Sala de Mapas, anotaron la ruta del Laberinto y la compararon con la del día anterior. Luego los muros se cerraron y ambos fueron a cenar. Chuck intentó hablar con él varias veces, pero lo único que pudo hacer Thomas fue asentir y negar con la cabeza; le oía a medias; estaba exhausto.
Antes de que el crepúsculo diera lugar a la oscuridad, ya estaba en su lugar favorito, en el rincón del bosque, acurrucado contra la hiedra y preguntándose si podría volver a correr, si podría hacer lo mismo al día siguiente. Sobre todo, ahora que no parecía tener sentido. Ser un corredor había perdido el atractivo. Después de un día.
Todo el noble valor que había sentido, las ganas de hacer algo diferente, la promesa que se había hecho de reunir a Chuck con su familia…, todo se desvaneció en una agotada niebla de horrible cansancio.
Estaba en algún sitio muy cercano al sue?o cuando una voz habló en su cabeza, una bonita voz femenina que parecía pertenecer a una reina de las hadas atrapada en su cráneo. A la ma?ana siguiente, cuando todo empezó a desmadrarse, se preguntó si la voz había sido real o parte de un sue?o. Pero la oyó de todos modos y recordó cada una de sus palabras:
Tom, acabo de provocar el Final.
Capítulo 34
Thomas se despertó con una luz débil y sin vida. Lo primero que pensó fue que debía de haberse levantado más pronto de lo habitual, que todavía quedaba una hora para que amaneciera. Pero, entonces, oyó los gritos. Y luego levantó la vista y miró a través del manto de ramas frondosas.
El cielo tenía un tono gris apagado, no la luz blanquecina natural de por la ma?ana.
Se puso en pie de un salto y se apoyó en la pared para mantener el equilibrio mientras, boquiabierto, estiraba el cuello para mirar hacia arriba. No estaba azul, ni negro, ni había estrellas, ni tampoco el abanico purpúreo típico del alba. El cielo, en toda su extensión, era de un gris pizarra. Sin color y muerto.
Bajó la vista a su reloj. Ya había pasado una hora desde que era obligatorio levantarse. El resplandor del sol tenía que haberle despertado, como lo había hecho tan fácilmente desde que había llegado al Claro. Pero hoy, no.
Miró otra vez hacia arriba, medio esperando que hubiera vuelto a la normalidad. Pero estaba todo gris. No había nubes, ni penumbra, ni los primeros minutos del amanecer. Sólo estaba gris.
El sol había desaparecido.
? ? ?
Thomas se encontró a la mayoría de los clarianos cerca de la entrada a la Caja, se?alando al cielo muerto, hablando todos a la vez. Por la hora que era, ya deberían haber servido el desayuno y la gente debería haberse puesto a trabajar. Pero había algo sobre la desaparición del gran objeto del sistema solar que tendía a perturbar el desarrollo de las actividades normales.
La verdad era que, mientras Thomas observaba en silencio el alboroto, no se sentía tan asustado ni le invadía tanto el pánico como su instinto le decía que debería reaccionar. Y le sorprendió ver que muchos de los otros parecían pollitos perdidos fuera del gallinero. De hecho, era ridículo.
Sin duda, el sol no había desaparecido; eso era imposible. Aunque eso era lo que parecía. No se veían se?ales por ningún lado de la bola de furioso fuego, y las sombras oblicuas de la ma?ana estaban ausentes. Pero él y todos los clarianos eran demasiado racionales e inteligentes para llegar a esa conclusión. No, tenía que haber una explicación científica para lo que estaban presenciando. Y fuera lo que fuera, para Thomas significaba una cosa: el hecho de que ya no pudieran ver el sol se debía probablemente a que nunca habían podido verlo. Un sol no podía desaparecer. Su cielo debía de haber sido —y aún era— inventado. Artificial.
El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)