El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Al final, llegaron a un corte rectangular en una larga pared al norte que parecía una entrada sin puerta. Minho la atravesó corriendo sin detenerse.

—Esto lleva de la Sección 8 (el cuadrado de en medio a la izquierda) a la Sección 1 (el cuadrado de arriba a la izquierda). Como te he dicho, este pasadizo está siempre en el mismo sitio, pero la ruta a partir de aquí puede que sea diferente porque las paredes se mueven.

Thomas le siguió, sorprendido por lo mucho que le costaba respirar. Esperó que fueran sólo los nervios y que su respiración se estabilizara pronto.

Corrieron por un largo pasillo a la derecha y pasaron por varios giros a la izquierda. Cuando llegaron al final, Minho redujo el ritmo hasta casi caminar y echó atrás la mano para sacar un bloc y un lápiz del bolsillo lateral de su mochila. Anotó algo y luego lo volvió a guardar todo, sin detenerse. Thomas se preguntó qué habría escrito, pero Minho le contestó antes de que pudiese formular la pregunta:

—Confío… casi siempre en mi memoria —dijo el guardián entre jadeos, con la voz mostrando por fin un poco de esfuerzo—. Pero, cada cinco giros, anoto algo que me sirva de ayuda más tarde. La mayoría tiene que ver con lo de ayer, en qué se diferencia de lo de hoy. De este modo, puedo usar el mapa de ayer para hacer el de hoy. Está tirado, tío.

Thomas se sintió intrigado. Minho lo hacía parecer muy fácil.

Corrieron durante un rato hasta que llegaron a una intersección. Tenían tres posibilidades, pero Minho fue hacia la derecha sin dudarlo. Al hacerlo, sacó uno de sus cuchillos del bolsillo y, sin perder el ritmo, cortó un gran trozo de hiedra de la pared. Lo tiró al suelo detrás de él y siguió corriendo.

—?Miguitas de pan? —preguntó Thomas. El viejo cuento de hadas le había saltado a la memoria. Aquellos extra?os retazos del pasado casi habían dejado de sorprenderle.

—Miguitas de pan —contestó Minho—. Yo soy Hansel y tú eres Gretel.

Continuaron siguiendo el recorrido del Laberinto, a veces girando a la derecha; otras, a la izquierda. Después de cada giro, Minho cortaba un trozo de hiedra de un metro de largo para tirarlo al suelo. Thomas no podía evitar estar impresionado, pues a Minho no le hacía falta pararse para hacerlo.

—Muy bien —dijo el guardián, respirando ahora con más dificultad—. Te toca.

—?Qué? — Thomas no esperaba que el primer día fuera a hacer otra cosa que no fuese correr y observar.

—Ahora, corta tú la hiedra. Tienes que acostumbrarte a hacerlo corriendo. Las recogeremos cuando volvamos o las apartaremos de una patada.

Thomas se sentía más contento de lo que pensó que se sentiría por tener algo que hacer, aunque le costó un poco que se le diera bien. Las primeras veces tuvo que ir más rápido para recuperar el ritmo después de cortar la hiedra y, en una ocasión, se cortó en el dedo. Pero, en el décimo intento, casi igualó a Minho en aquella tarea.

Continuaron. Después de correr durante un rato —Thomas no tenía ni idea del tiempo que había pasado ni de la distancia recorrida, pero suponía que unos cinco kilómetros—, Minho aflojó el paso hasta caminar y, después, se detuvo.

—Haremos una pausa —se quitó la mochila y sacó agua y una manzana. No tuvo que convencer a Thomas para que le obedeciera. El chico empezó a tragar agua, saboreando su frescura mientras bajaba por su seca garganta—. ?No te la bebas toda, cara pez! —gritó Minho—. Guárdate un poco para luego.

Thomas dejó de beber, respiró satisfecho y eructó. Le dio un mordisco a su manzana y, sorprendentemente, se sintió como nuevo. Por alguna razón, volvió a pensar en el día en que Minho y Alby se habían ido a ver al lacerador muerto, cuando todo se había ido a la clonc.

—Nunca me llegaste a contar lo que le pasó a Alby aquel día, por qué estaba tan mal. Está claro que el lacerador se despertó, pero ?qué ocurrió?

Minho ya se había puesto la mochila. Parecía listo para marcharse.

—Bueno, aquella fuca cosa no estaba muerta. Como un idiota, Alby le empujó con el pie y el bicho, de repente, recuperó la vida, sacó los pinchos y rodó con su gordo cuerpo. Pero algo pasaba, porque no atacó como lo suelen hacer. Parecía más bien como si tratara de salir de allí y el pobre Alby se le hubiera puesto en medio.

—Entonces, ?huyó de vosotros? —después de lo que Thomas había visto hacía tan sólo un par de noches, no podía imaginárselo.

Minho se encogió de hombros.

—Sí, supongo… Quizá necesitaba ir a recargar o algo por el estilo, no sé.

—?Qué le pasaría? ?Viste alguna herida o algo así? —Thomas no sabía qué tipo de respuesta buscaba, pero estaba seguro de que tenía que haber una pista o una lección que aprender de lo que había sucedido.

Minho se quedó pensando un minuto.

—No. La fuca cosa parecía muerta, como una estatua de cera. Pero entonces, ?bum!, volvió a la vida.