El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Thomas no dejaba de darle vueltas; intentaba llegar a algún sitio, sólo que no sabía por dónde o hacia qué dirección empezar.

—Me pregunto adonde iría. Adonde van siempre. ?Y tú? —se quedó callado un segundo—. ?Nunca has pensado en seguirlos?

—Macho, sí que tienes ganas de morir, ?no? Vamos, tenemos que marcharnos.

Y con aquellas palabras, Minho se dio la vuelta y empezó a correr.

Mientras Thomas le seguía, se esforzó por averiguar lo que le rondaba la mente. Tenía que ver con que el lacerador estuviera muerto y luego ya no, adonde habría ido en cuanto volvió a la vida…

Frustrado, apartó de sí esos pensamientos y echó a correr para alcanzarle.



? ? ?





Thomas corrió justo detrás de Minho durante dos horas más, con algunas peque?as pausas que cada vez parecían más cortas. Estuviera o no en buena forma, a Thomas le dolía todo.

Al final, Minho se paró y volvió a quitarse la mochila. Se sentaron en el suelo, apoyados en la blanda hiedra mientras comían el almuerzo y ninguno de los dos hablaba demasiado. Thomas se zampó el bocadillo y las verduras, masticando lo más despacio posible. Sabía que Minho le haría levantarse en cuanto desapareciera la comida, así que se tomó su tiempo.

—?Has visto hoy algo diferente? —preguntó Thomas, curioso.

Minho dio unas palmaditas a su mochila, donde guardaba sus notas.

—Sólo los movimientos habituales de las paredes. Nada para que tu flacucho culo se entusiasme.

Thomas dio un gran trago de agua y miró la pared cubierta de hiedra que había enfrente. Vislumbró un reflejo rojo y plateado, algo que había visto más de una vez aquel día.

—?Qué pasa con esas cuchillas escarabajo? —preguntó. Al parecer, estaban por todos lados. Entonces, Thomas recordó lo que había visto en el Laberinto. Habían pasado tantas cosas que no había tenido la oportunidad de mencionarlo—. ?Y por qué tienen la palabra ?CRUEL? escrita en la espalda?

—Nunca hemos podido coger una —Minho terminó la comida y tiró la caja del almuerzo—. Y tampoco sabemos qué significa esa palabra. Seguramente sea algo para asustarnos, pero tienen que ser espías que trabajan para ellos. Es lo único que se me ocurre.

—?Y quiénes son ?ellos?? —inquirió Thomas, listo para recibir más respuestas. Odiaba a los que estaban detrás del Laberinto—. ?Alguien tiene una idea?

—No sabemos ni jota sobre los estúpidos creadores —la cara de Minho enrojeció mientras apretaba las manos como si estuviera estrangulando a alguien—. Les arrancaría…

Pero, antes de que el guardián acabara la frase, Thomas se puso de pie y cruzó el pasillo.

—?Qué es eso? —le interrumpió, dirigiéndose a un reflejo gris sin brillo que había visto tras la hiedra de la pared, por encima de su cabeza.

—Ah, sí, eso —dijo Minho con un tono de voz indiferente.

Thomas apartó la cortina de hiedra y se quedó mirando sin comprender nada un rectángulo de metal clavado en la piedra con unas palabras grabadas en mayúscula. Extendió la mano para recorrerlas con los dedos, como si no creyera lo que estaba viendo.

CATáSTROFE RADICAL:

UNIDAD DE EXPERIMENTOS LETALES

Lo leyó en voz alta y, luego, miró de nuevo a Minho.

—?Qué es esto? —le dio un escalofrío. Debía de tener algo que ver con los creadores.

—No lo sé, pingajo. Están por todas partes, como pu?eteras etiquetas de este bonito Laberinto que han construido. Hace tiempo que dejé de molestarme en mirarlas.

Thomas se volvió hacia el cartel e intentó eliminar la sensación de fatalidad que se había despertado en su interior.

—A mí no me suena a nada bueno. Catástrofe. Experimentos. Muy bonito.

—Sí, muy bonito, verducho. Vamos.

A rega?adientes, Thomas soltó la hiedra, que cayó en su sitio, y se colocó la mochila sobre los hombros. Y se marcharon con esas palabras grabadas en la mente.



? ? ?





Una hora después del almuerzo, Minho se detuvo al final de un largo pasadizo. Era recto; las paredes, sólidas, y no había bifurcaciones.

—El último callejón sin salida —le dijo a Thomas—. Es hora de regresar.

Thomas respiró hondo y trató de no pensar en que sólo habían recorrido la mitad del camino.

—?No hay nada nuevo?

—Los cambios que siempre hay por aquí. El día está a punto de acabarse —contestó Minho mientras miraba su reloj, impasible—. Tenemos que volver —sin esperar una respuesta, el guardián se dio la vuelta y echó a correr por donde acababan de llegar.

Thomas le siguió, frustrado por no tener tiempo de examinar las paredes y explorar un poco. Al final, fue al mismo ritmo que Minho.

—Pero…

—Cállate, tío. Recuerda lo que te he dicho antes: no puedes arriesgarte. Además, piénsalo. ?En serio crees que hay una salida por algún sitio? ?Una trampilla secreta o algo así?

—No lo sé… a lo mejor. ?Por qué me lo preguntas de ese modo?

Minho negó con la cabeza y escupió algo asqueroso a su izquierda.

—No hay ninguna salida. Es más de lo mismo. Una pared es una pared. Es sólida.