Todo va a cambiar —dijo la chica.
Quería gritar, correr hasta que no pudiese correr más. Fue hacia la Puerta Este y la atravesó para salir del Claro. Continuó avanzando, pasillo tras pasillo, hasta lo más profundo del Laberinto, hubiera unas normas o no. Pero seguía sin poder escapar de aquella voz:
Fuimos tú y yo, Tom. Les hicimos esto a ellos. A nosotros.
Capítulo 29
Thomas no paró hasta que la voz dejó de sonar en su cabeza.
Se asombró al darse cuenta de que llevaba corriendo casi una hora. Las sombras de los muros habían ido hacia el este, el sol no tardaría en ponerse para dar paso a la noche y las puertas se cerrarían. Tenía que volver. Y, entonces, de forma secundaria, advirtió que sin pensarlo había reconocido la dirección y la hora. Sus instintos eran fuertes.
Tenía que volver, pero no sabía si podría enfrentarse a ella de nuevo. A la voz en su cabeza. A las cosas raras que decía.
No le quedaba otra opción. Negar la verdad no solucionaría nada. Y, por mala o rara que hubiera sido la invasión de su mente, no merecía otra cita con los laceradores.
Mientras corría hacia el Claro, aprendió mucho de sí mismo. Sin pretenderlo o, al menos, sin ser consciente, visualizó el recorrido exacto que había seguido en el Laberinto al escapar de la voz. No falló ni una vez en su vuelta; giró a la izquierda, a la derecha y corrió por los pasillos desandando el camino por el que había venido. Sabía lo que significaba: Minho tenía razón. Thomas no tardaría en convertirse en el mejor corredor.
La segunda cosa que aprendió sobre sí mismo, como si la noche en el Laberinto no lo hubiese demostrado ya, fue que su cuerpo estaba en perfecta forma. Hacía justo un día que había puesto al límite su energía y le dolía todo, de pies a cabeza, pero se había recuperado rápido y ahora corría sin apenas esfuerzo, a pesar de llevar casi dos horas corriendo. No hacía falta ser un genio en matemáticas para calcular que, por la velocidad que llevaba y la hora que era, cuando regresara al Claro llevaría aproximadamente media maratón hecha.
Nunca se había percatado del verdadero tama?o del Laberinto. Kilómetros, kilómetros y kilómetros. Con aquellos muros que se movían cada noche, por fin entendió por qué el Laberinto era tan difícil de resolver. Hasta entonces lo había dudado, puesto que se preguntaba cómo podían ser los corredores tan ineptos.
Continuó corriendo, izquierda y derecha, recto, adelante, sin parar. Cuando cruzó el umbral hacia el Claro, faltaban tan sólo unos minutos para que las puertas se cerraran. Agotado, se dirigió hacia los Muertos y se adentró en el bosque hasta que llegó al lugar donde los árboles se aglomeraban contra la esquina suroeste. Más que nada, quería estar solo.
Cuando no oyó más que los sonidos distantes de las conversaciones de los clarianos, así como el débil balido de las ovejas y los resoplidos de los cerdos, su deseo se vio cumplido; encontró el punto en que se unían los dos muros gigantes y se desplomó en un rincón a descansar. Nadie fue a molestarle. Al final, la pared del sur se movió para cerrarse durante la noche. Thomas se inclinó hacia delante hasta que paró. Unos minutos más tarde, con la espalda otra vez cómodamente apoyada en la gruesa capa de hiedra, se quedó dormido.
? ? ?
A la ma?ana siguiente, alguien le zarandeó con cuidado para despertarle.
—Thomas, despierta.
Era Chuck. Por lo visto, aquel ni?o era capaz de encontrarle en cualquier sitio.
Gru?endo, Thomas se inclinó hacia delante y estiró la espalda y los brazos. Por la noche le habían tapado con un par de mantas. Alguien estaba haciendo de madre en el Claro.
—?Qué hora es? —preguntó.
—Casi llegas tarde a desayunar —Chuck le tiró del brazo—. Venga, levántate. Tienes que empezar a actuar con normalidad o las cosas empeorarán.
Los acontecimientos del día anterior se colaron en la mente de Thomas y el estómago pareció revolvérsele.
??Qué van a hacerme? —pensó—. Esas cosas que ha dicho… Algo de que ella y yo les habíamos hecho esto a ellos. A nosotros. ?Qué significa??.
Entonces se le ocurrió que tal vez estaba chalado. A lo mejor el estrés del Laberinto le había vuelto loco. Fuera como fuera, sólo él había oído la voz dentro de su cabeza. Nadie más sabía las cosas raras que había dicho Teresa o aquellas de las que le había acusado. Ni siquiera sabían que había dicho su nombre. Bueno, nadie excepto Newt.
Y así haría que continuaran las cosas. Ya estaba todo bastante mal y no iba a empeorarlo diciéndole a la gente que oía voces en su cabeza. El único problema era Newt. Thomas debía convencerle de algún modo de que el estrés al final le había superado y una buena noche de descanso lo había solucionado. ?No estoy loco?, se dijo Thomas para sus adentros. Seguro que no.
El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)