El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

—Necesito que abras tu mente. Sé sincero si algo, cualquier cosa, te resulta familiar.

—Nada… —empezó a decir Thomas, pero se calló. Habían pasado tantas cosas desde que llegó que casi había olvidado lo familiar que le pareció el Claro aquella primera noche que había dormido al lado de Chuck. Se había sentido tan cómodo como en casa, muy lejos del terror que debería haber experimentado.

—Puedo ver cómo te funciona el cerebro —dijo Newt—. Habla.

Thomas vaciló, asustado por las consecuencias de lo que estaba a punto de confesar. Pero estaba harto de guardar secretos.

—Bueno… No puedo se?alar nada específico —habló despacio, con cuidado—. Pero cuando llegué aquí sentí como si ya hubiera estado antes —miró a Newt, esperando ver reconocimiento en sus ojos—. ?Alguien más ha pasado por eso?

Pero Newt no reflejaba ninguna expresión y sólo puso los ojos en blanco.

—Ah, no, Tommy. La mayoría de nosotros pasó una semana cloncándose en los pantalones y llorando a mares.

—Sí, bueno —Thomas hizo una pausa, disgustado y, de repente, avergonzado. ?Qué significaba todo aquello? ?Era diferente al resto? ?Le pasaba algo?—. Pues a mí todo me resultaba familiar y sabía que quería ser corredor.

—Qué interesante —Newt le examinó un segundo, sin ocultar sus sospechas evidentes—. Bueno, sigue investigando. Estrújate el cerebro, pasa tu tiempo libre pensando sobre lo que tienes en la cabeza y sobre este lugar. Hurga en tu mente, busca. Inténtalo, por lo que más quieras.

—Vale.

Thomas cerró los ojos y empezó a buscar en la oscuridad de su cabeza.

—No ahora, tonto del fuco —se rió Newt—, Me refiero a que lo hagas de ahora en adelante. En tu tiempo libre, en las comidas, cuando te vayas a dormir por la noche, cuando pasees por ahí, cuando entrenes, mientras estés trabajando. Avísame cada vez que algo te resulte familiar. ?Lo pillas?

—Sí, lo pillo.

Thomas no podía evitar que le preocupase que Newt desconfiara de él, que aquel chico mayor estuviera ocultando lo que pensaba.

—Bien —asintió Newt, que casi parecía demasiado agradable—. Para empezar, vayamos mejor a ver a alguien.

—?A quién? —preguntó Thomas, pero supo la respuesta mientras lo decía y el terror se apoderó de él otra vez.

—A la chica. Quiero que la mires hasta que te sangren los ojos, a ver si provocamos alguna reacción en ese cerebro tuyo —Newt cogió la basura de su almuerzo y se levantó—. Después, quiero que me cuentes todo lo que te dijo Alby.

Thomas suspiró y se puso de pie.

—Vale.

No sabía si podría decirle toda la verdad sobre las acusaciones de Alby, por no mencionar lo que sentía por la chica. Por lo visto, no iba a dejar de guardar secretos.

Ambos caminaron de vuelta a la Hacienda, donde la chica aún estaba en coma. Thomas no reprimió su preocupación por lo que Newt estuviera pensando. Quería sincerarse; aquel chico de verdad le caía bien. Si se volvía ahora contra él, no sabía si podría soportarlo.

—Si todo lo demás falla —dijo Newt, interrumpiendo los pensamientos de Thomas—, te enviaremos con los laceradores para que te piquen y pases por el Cambio. Necesitamos tus recuerdos.

Thomas soltó una risa sarcástica ante aquella idea, pero Newt no estaba sonriendo.



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La chica parecía estar durmiendo en paz, como si fuera a despertarse en cualquier momento. Thomas casi había esperado ver los restos del esqueleto de una persona, alguien al borde de la muerte. Pero su pecho subía y bajaba con una respiración acompasada y su piel tenía buen color.

Uno de los mediqueros, el más bajito —Thomas no podía recordar su nombre—, estaba allí y dejaba caer unas gotas de agua en la boca de la chica comatosa. Un plato y un cuenco en la mesilla de noche tenían los restos de su almuerzo: puré de patatas y sopa. Estaban haciendo todo lo posible por mantenerla viva y sana.

—Oye, Clint —dijo Newt; sonaba cómodo, como si hubiera pasado por allí a visitarle varias veces—, ?crees que sobrevivirá?

—Sí —respondió Clint—. Está bien, aunque habla en sue?os todo el rato. Pensamos que pronto se despertará.

Thomas se enfureció. Por alguna razón, no se había planteado la posibilidad de que la chica pudiera despertarse y estar bien. De que pudiera hablar con la gente. No tenía ni idea de por qué de repente se había puesto tan nervioso.

—?Habéis escrito todo lo que ha ido diciendo? —preguntó Newt.

Clint asintió.

—La mayoría no se puede entender. Pero sí, lo hemos hecho cuando hemos podido.

Newt se?aló la libreta que había en la mesilla de noche.

—Dame un ejemplo.

—Bueno, lo mismo que dijo cuando la sacamos de la Caja sobre que las cosas iban a cambiar. Algo de los creadores y de ?cómo todo tiene que acabar?. Y, eeeh… —Clint miró a Thomas como si no quisiera continuar en su compa?ía.

—No pasa nada, puede oír todo lo que yo oiga —le aseguró Newt.