El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Winston miró a Thomas con recelo y, luego, volvió a centrarse en Newt.

—Por mí está bien, pero no deberíamos ignorar del todo lo que ha dicho Gally. No sé por qué, pero no creo que se lo haya inventado. Además, es verdad que desde que Thomas llegó aquí todo se ha fucado y ya no es como antes.

—Está bien —dijo Newt—. Todos reflexionaremos sobre eso y, quizá, cuando todo vaya bien y estemos aburridos, podamos tener otra Reunión para hablarlo. ?De acuerdo?

Winston asintió. Thomas se quejó por lo invisible que se había hecho:

—Me encanta cómo habláis de mí como si no estuviera aquí, tíos.

—Mira, Tommy —repuso Newt—, te acabamos de elegir como pu?etero corredor. Deja de lloriquear y sal de aquí. Minho tiene mucho que ense?arte.

Thomas no se había percatado hasta entonces. Iba a ser un corredor, iba a explorar el Laberinto. A pesar de todo, sintió un escalofrío de entusiasmo; estaba seguro de que podía evitar quedar atrapado allí fuera otra noche. Quizá aquella había sido su única y última vez de mala suerte.

—?Y qué hay de mi castigo?

—Ma?ana —contestó Newt—. Desde el despertar hasta la puesta de sol.

?Un día —pensó Thomas—, no será tan malo?.

La reunión se disolvió y todos, salvo Newt y Minho, abandonaron la sala a toda prisa. Newt no se había movido de la silla, donde estaba sentado tomando notas.

—Bueno, qué tiempos aquellos —murmuró.

Minho se acercó y le dio a Thomas un pu?etazo en broma en el brazo.

—Es todo culpa de este pingajo.

Thomas le devolvió el pu?etazo.

—?Guardián? ?Quieres que sea el guardián? Estás mucho más loco que Gally.

Minho fingió una sonrisa maligna.

—Ha funcionado, ?no? Apunta alto y da bajo. Ya me darás las gracias.

Thomas no pudo evitar sonreír ante la inteligente forma de actuar del guardián. Unos golpes en la puerta abierta le llamaron la atención y se dio la vuelta para ver quién era. Chuck estaba allí; parecía que le hubiera perseguido un lacerador. A Thomas le desapareció la sonrisa de la cara.

—?Qué pasa? —preguntó Newt, y se levantó. El tono de su voz sólo aumentó la preocupación de Thomas.

Chuck se retorcía las manos.

—Me envían los mediqueros.

—?Por qué?

—Supongo que es porque Alby se está agitando como un loco y no para de decirles que necesita hablar con alguien.

Newt se dirigió hacia la puerta, pero Chuck levantó la mano.

—Ummm… No quiere hablar contigo.

—?Qué quieres decir?

Chuck se?aló a Thomas.

—No deja de preguntar por él.





Capítulo 27


Por segunda vez en aquel día, Thomas se quedó mudo.

—Bueno, pues venga —le dijo Newt mientras le agarraba del brazo—. No creas que no voy a acompa?arte.

Thomas le siguió, con Chuck justo detrás, para dejar la sala del Consejo y pasar por el pasillo hacia una estrecha escalera en espiral que no había advertido antes. Newt subió el primer escalón y le lanzó una mirada fría a Chuck.

—Tú te quedas.

Por una vez, Chuck se limitó a asentir con la cabeza y no dijo nada. Thomas se imaginó que al ni?o le ponía de los nervios el comportamiento de Alby.

—Tranqui —le dijo Thomas a Chuck mientras Newt subía las escaleras—, me acaban de elegir corredor, así que, colega, ahora estás con un semental.

Intentaba hacer un chiste para negar que le aterraba ver a Alby. ?Y si hacía las mismas acusaciones que Ben? ?O algo peor?

—Sí, claro —susurró Chuck, aturdido, con la vista clavada en los escalones de madera.

Thomas se encogió de hombros y comenzó a subir las escaleras. El sudor le cubría las palmas de las manos y notó que una gota le caía por la sien. No quería ir allí arriba.

Newt, serio y adusto, esperaba a Thomas al final de las escaleras. Estaba al otro lado del largo y oscuro pasillo tras las escaleras habituales, por las que había subido el primer día para ver a Ben. Aquel recuerdo le puso nervioso. Esperaba que Alby ya estuviera curado de la terrible experiencia para no tener que volver a presenciar algo como aquello: la piel y las venas asquerosas, las sacudidas. Pero se temía lo peor y se preparó.

Siguió a Newt hasta la segunda puerta a la derecha y vio cómo el chico llamaba con unos golpecitos; respondieron unos gemidos. Newt empujó la puerta para abrirla y el chirrido que emitió de nuevo le trajo a Thomas a la memoria un vago recuerdo de su infancia de películas sobre casas encantadas. Una vez más, ahí estaba, un pedacito de su pasado. Se acordaba de las películas, pero no de las caras de los actores ni de con quién las había visto. Podía recordar los cines, pero no el aspecto de uno en concreto. Era imposible explicar aquella sensación, incluso a sí mismo.