El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

La puerta se abrió de golpe antes de que terminara la última palabra. Newt corrió hasta Alby y le cogió por los hombros, empujando con todo su cuerpo para inmovilizar al chico que se convulsionaba en la cama.

—?Cógele las piernas!

Thomas avanzó, pero las piernas de Alby seguían dando patadas y se sacudían, haciendo imposible acercarse. Un pie alcanzó la mandíbula de Thomas y una punzada de dolor le atravesó todo el cráneo. Volvió a retroceder a trompicones, frotándose donde le dolía.

—?Hazlo de una maldita vez! —aulló Newt.

Thomas se armó de valor y saltó encima del cuerpo de Alby para agarrarle las dos piernas e inmovilizarle en la cama. Rodeó con los brazos los muslos del chico y apretó mientras Newt ponía una rodilla sobre los hombros de Alby para luego cogerle las manos, que aún seguían estrangulando su propio cuello.

—?Suelta! —gritó Newt mientras tiraba—. ?Te estás matando, foder!

Thomas vio los músculos de los brazos flexionados de Newt y las venas que sobresalían mientras tiraba de las manos de Alby, hasta que, al final, centímetro a centímetro, fue capaz de separarlas de su cuello. Empujó con fuerza sobre el pecho del chico, que se resistía. Todo el cuerpo de Alby se sacudió un par de veces y su tronco se separó de la cama. Luego, poco a poco, se fue calmando y, unos segundos más tarde, estaba tumbado quieto y su respiración se iba igualando; tenía los ojos vidriosos.

Thomas sujetaba con fuerza las piernas de Alby por temor a moverse y que el chico estallara de nuevo. Newt esperó un minuto entero antes de soltar lentamente las manos de Alby. Luego pasó otro minuto hasta que le quitó la rodilla del pecho y se levantó. Thomas se tomó aquello como una se?al y él hizo lo mismo, con la esperanza de que el ataque hubiera terminado de verdad.

Alby alzó la vista, con los párpados caídos, como si estuviera a punto de entrar en un profundo sue?o.

—Perdona, Newt —susurró—. No sé qué ha pasado. Era como… si algo controlase mi cuerpo. Lo siento…

Thomas respiró hondo, seguro de que no volvería a vivir algo tan perturbador e incómodo. O, al menos, eso esperaba.

—Ni perdón ni nada —respondió Newt—. Estabas intentando matarte, foder.

—No era yo, te lo juro —murmuró Alby.

Newt alzó las manos.

—?Qué quieres decir con que no eras tú? —preguntó.

—No lo sé. No… no era yo —Alby parecía tan confundido como Thomas se sentía.

Pero Newt parecía pensar que no merecía la pena intentar averiguarlo. Al menos, en aquel momento. Cogió las mantas que se habían caído de la cama mientras Alby se movía y las colocó sobre el chico enfermo.

—Ponte a dormir y ya hablaremos de esto más tarde —le dio unas palmaditas en la cabeza y, luego, a?adió—: Estás hecho un lío, pingajo.

Pero Alby ya estaba quedándose dormido y asintió ligeramente mientras los ojos se le cerraban. Newt atrajo la mirada de Thomas e hizo un gesto hacia la puerta. Thomas no tenía ningún problema en salir de aquella locura de casa. Salió con Newt al pasillo y, justo cuando atravesaban el umbral de la puerta, Alby farfulló algo desde la cama.

Ambos se pararon en seco.

—?Qué? —preguntó Newt.

Alby abrió los ojos un instante y repitió un poco más alto lo que había dicho:

—Tened cuidado con la chica —y cerró los ojos.

Allí estaba otra vez, la chica. No sabía por qué las cosas siempre llevaban a la chica. Newt lanzó a Thomas una mirada inquisitiva, pero él sólo pudo contestarle encogiéndose de hombros. No tenía ni idea de lo que estaba pasando.

—Vamos —susurró Newt.

—?Newt? —dijo Alby otra vez desde la cama, sin molestarse en abrir los ojos.

—?Sí?

—Protege los mapas —se dio la vuelta y su espalda les insinuó que había terminado de hablar.

Thomas no pensó que aquello hubiera sonado muy bien. Nada bien. Newt y él salieron de la habitación y cerraron la puerta sin hacer ruido.





Capítulo 28


Thomas siguió a Newt escaleras abajo y salieron de la Hacienda hacia la brillante luz de la tarde. Ninguno de los dos jóvenes pronunció palabra durante un rato. Para Thomas, las cosas se ponían cada vez peor.

—?Tienes hambre, Tommy? —preguntó Newt cuando estuvieron fuera.

Thomas no podía creerse que le preguntara aquello.

—?Hambre? Tengo ganas de vomitar después de lo que acabo de ver. No, no tengo hambre.

Newt sólo sonrió abiertamente.

—Bueno, pues yo sí, pingajo. Vamos a buscar algunas sobras del almuerzo. Tenemos que hablar.

—No sé por qué, pero sabía que ibas a decir algo parecido.