El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

—?Cómo voy a saberlo yo?

—?Por qué no nos dices qué co?o hay ahí abajo, Alby? —gritó Gally.

Hubo más murmullos y otro empujón hacia delante.

—?Callaos, pingajos! —chilló Alby—. Díselo, Newt.

Newt bajó la vista hacia la Caja una vez más y luego miró a la multitud, serio.

—Es una chica —dijo.

Todos empezaron a hablar a la vez y Thomas sólo pudo captar algunos fragmentos sueltos: —?Una chica?

—?Me la pido!

—?Cómo es?

—?Cuántos a?os tiene?

Thomas se ahogaba en un mar de confusión. ?Una chica? Ni siquiera se había planteado por qué en el Claro sólo había chicos y no chicas. Lo cierto es que ni había tenido tiempo de darse cuenta.

??Quién es? —se preguntó—. ?Por qué…??.

Newt volvió a hacerles callar:

—Eso no es todo —dijo, y se?aló hacia la Caja—. Creo que está muerta.



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Un par de chicos cogió unas cuerdas hechas de enredaderas y bajó a Alby y a Newt hacia el interior para que pudieran rescatar el cuerpo de la chica. Una atmósfera de sorpresa afectaba a la mayoría de los clarianos, que daban vueltas con caras de circunstancias, dando patadas a las rocas sueltas, sin apenas decir palabra. Nadie se atrevía a admitir que se moría de ganas de ver a la chica, pero Thomas suponía que todos tenían tanta curiosidad como él.

Gally era uno de los jóvenes que sujetaban las cuerdas, preparado para sacar a los que ahora se encontraban en la Caja. Thomas se fijó en él. Tenía los ojos llenos de algo oscuro, casi una fascinación enfermiza, y aquel brillo hizo que de repente Thomas estuviera más asustado que hacía unos minutos.

Desde el fondo del hueco se oyó la voz de Alby, que avisaba de que ya estaban listos, y Gally y unos cuantos más empezaron a tirar de la cuerda. Tras unos resoplidos, sacaron a rastras el cuerpo sin vida de la chica, por el borde de la puerta, hacia uno de los bloques de piedra que formaban el suelo del Claro. De inmediato, todos corrieron hacia delante y el grupo se reunió a su alrededor, donde el entusiasmo se palpaba en el aire. Pero Thomas se quedó atrás. Aquel inquietante silencio le puso los pelos de punta, como si acabaran de abrir una tumba recién cavada.

A pesar de su curiosidad, Thomas no se molestó en intentar abrirse camino para echar un vistazo; los cuerpos estaban demasiado pegados entre sí. Pero había alcanzado a verla antes de que le bloquearan el paso. Era delgada, pero no muy peque?a. Por lo que había visto, quizá medía un metro sesenta y ocho. Parecía tener unos quince o dieciséis a?os y tenía el pelo negro como la brea. Pero lo que más le había llamado la atención era su piel: pálida, blanca como las perlas.

Newt y Alby salieron como pudieron de la Caja tras la muchacha; luego se abrieron camino hasta el cuerpo sin vida y la multitud volvió a aglomerarse detrás, impidiéndole a Thomas verlos. Tan sólo unos segundos más tarde, el grupo volvió a separarse y Newt se?aló a Thomas directamente.

—Novato, ven aquí —dijo, sin molestarse en ser educado.

El corazón de Thomas le saltó a la garganta y las manos le empezaron a sudar. ?Qué querrían de él? Las cosas no paraban de ponerse cada vez peor. Se obligó a caminar hacia delante, tratando de parecer inocente sin actuar corno alguien que es culpable pero intenta parecer lo contrario.

?Cálmate —se dijo a sí mismo—. No has hecho nada malo?.

No obstante, tenía la extra?a sensación de que quizá sí lo hubiera hecho sin darse cuenta.

Los chicos que bordeaban el camino hasta Newt y la chica le fulminaron con la miraba mientras él pasaba por su lado, como si fuera el responsable de todo aquel lío del Laberinto, el Claro y los laceradores. Thomas se negó a mantener contacto visual con ninguno de ellos, por miedo a parecer culpable.

Se acercó a Newt y a Alby, que estaban arrodillados junto a la chica. Thomas, que no quería mirarles a los ojos, se concentró en la muchacha; a pesar de su palidez, era muy guapa. Más que guapa. Preciosa. De pelo sedoso, piel impecable, labios perfectos y piernas largas. Le ponía enfermo pensar de aquel modo sobre una chica que estaba muerta, pero no podía apartar la vista.

?No tendrá este aspecto durante mucho más tiempo —pensó con el estómago revuelto—. No tardará en empezar a pudrirse?. Le sorprendió tener un pensamiento tan morboso.

—?Conoces a esta chica, pingajo? —preguntó Alby como si le fastidiara.

Thomas no se esperaba aquella pregunta.

—?Que si la conozco? ?Desde luego que no! No conozco a nadie. Salvo a vosotros.

—Eso no es… —empezó a decir Alby, y luego se detuvo con un suspiro frustrado—. Me refiero a que si te resulta familiar. ?Tienes la sensación de haberla visto antes?

—No. Nada.

Thomas cambió de postura, bajó la vista hacia sus pies y, después, volvió a mirar a la chica. Alby arrugó la frente.

—?Estás seguro?