El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

—Ahí fuera está el Laberinto.

Alby se?aló con el pulgar por encima de su hombro y, después, se calló. Thomas clavó los ojos en aquella dirección, a través del espacio entre los muros que servía como salida del Claro. Los pasillos de allí fuera parecían similares a los que había visto por la ventana de la Puerta Este a primera hora de esa misma ma?ana. Aquella idea le produjo un escalofrío y se preguntó si el lacerador podría atacarlos. En cualquier momento. Retrocedió un paso antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo.

?Cálmate?, se reprendió, avergonzado.

Alby continuó:

—Llevo dos a?os aquí. Pocos han durado tanto tiempo. Casi todos han muerto —Thomas notó que los ojos se le abrían de par en par y el corazón le latía más rápido—. Hace dos a?os que intentamos resolver esta cosa, pero no ha habido suerte. Los fucos muros de allí fuera se mueven por la noche, igual que las puertas. Hacer un mapa no es nada fácil, nada fácil —se?aló con la cabeza hacia el edificio de cemento en el que habían desaparecido los corredores la noche anterior.

Otra punzada de dolor atravesó la mente de Thomas; había demasiadas cosas que calcular a la vez. ?Llevaban allí dos a?os? ?Las paredes del Laberinto se movían? ?Cuántos habían muerto? Caminó hacia delante, con la intención de ver el Laberinto con sus propios ojos, como si las respuestas estuvieran escritas en los muros de ahí fuera.

Alby extendió el brazo, empujó a Thomas en el pecho y le hizo tropezar hacia atrás.

—No vas a salir ahí, pingajo.

Thomas tuvo que tragarse su orgullo.

—?Por qué no?

—?Crees que he mandado a Newt antes de que los otros se despertaran nada más que por pura diversión? Pirado, esa es la Regla Número Uno, la única que no debes infringir nunca. Nadie, y digo nadie, puede salir al Laberinto, excepto los corredores. Como rompas esa norma, si no te matan los laceradores, te mataremos nosotros mismos, ?te enteras?

Thomas asintió, refunfu?ando para sus adentros, seguro de que Alby estaba exagerando. Esperaba que así fuera. De todos modos, si le quedaba alguna duda sobre lo que le había dicho a Chuck la noche anterior, ahora lo tenía clarísimo. Quería ser un corredor. Sería un corredor. En lo más profundo de su ser sabía que tenía que ir ahí fuera, al Laberinto. A pesar de todo lo que le habían contado y lo que había visto de primera mano, le llamaba tanto como el hambre o la sed.

Un movimiento arriba, en el muro a la izquierda de la Puerta Sur, atrajo su atención. Reaccionó enseguida, asustado, y miró justo a tiempo de ver un destello plateado. Un trozo de hiedra se agitó cuando la cosa desapareció por allí.

Thomas se?aló el muro.

—?Qué era eso? —preguntó antes de que le mandaran callar de nuevo.

Alby no se molestó en mirar.

—No hagas preguntas hasta el final, pingajo. ?Cuántas veces tengo que decírtelo? —hizo una pausa y dejó escapar un suspiro—. Son cuchillas escarabajo; así nos vigilan los creadores. Será mejor que…

Fue interrumpido por una alarma retumbante que sonaba en todas las direcciones. Thomas se tapó los oídos con las manos, mirando a su alrededor mientras la sirena atronaba y su corazón estaba a punto de salírsele del pecho. Pero, al volver a mirar a Alby, se detuvo.

Alby no estaba actuando como si estuviera asustado. Parecía… confundido. Sorprendido. La alarma resonó en el aire.

—?Qué pasa? —preguntó Thomas.

El alivio le inundó el pecho, pues al parecer su guía turístico no pensaba que se acabara el mundo; pero, aun así, Thomas estaba empezando a hartarse de ser asaltado por oleadas de pánico.

—Qué raro —fue todo lo que dijo Alby mientras examinaba el Claro con los ojos entrecerrados.

Thomas advirtió que había gente echando un vistazo en la Casa de la Sangre, por lo visto igual de confundida. Uno de ellos, un muchacho flaco y bajito empapado de barro, le gritó algo a Alby.

—?Qué pasa? —preguntó el chico, mirando a Thomas por alguna razón.

—No lo sé —murmuró Alby con voz distante.

Pero Thomas no pudo soportarlo más:

—?Alby! ?Qué está ocurriendo?

—?La Caja, cara fuco, la Caja! —exclamó Alby antes de salir a paso rápido hacia el centro del Claro, y a Thomas le dio la impresión de que estaba aterrado.

—?Qué? —preguntó al tiempo que corría para alcanzarlo, pero en realidad lo que quería gritar era: ??Háblame!?.

Alby no contestó ni aminoró la marcha y, a medida que se acercaban a la Caja, Thomas vio a un montón de chicos correr por el patio. Se encontró con Newt y le llamó, mientras trataba de contener el miedo en aumento y se decía a sí mismo que todo iba a salir bien, que debía de haber una explicación razonable.

—Newt, ?qué pasa? —gritó.