Trató de sacarse aquella imagen de la cabeza y pensar en otra cosa. En los corredores. Se habían marchado sin decir ni una palabra a nadie, habían salido disparados hacia el Laberinto a toda velocidad y habían desaparecido al doblar las esquinas. Se los imaginó mientras cogía los huevos y el beicon con un tenedor, sin hablar con nadie, ni siquiera con Chuck, que comía en silencio a su lado. El pobre chaval se había cansado de intentar entablar una conversación con Thomas, que se negaba a responder. Lo único que quería era que le dejaran en paz.
No lo entendía, su cerebro estaba sobrecargado intentando calcular la imposibilidad total de la situación. ?Cómo podía ser un laberinto, con las paredes tan altas y sólidas, tan grande que un montón de chicos no hubiera podido resolverlo después de llevar intentándolo a saber cuánto tiempo? ?Cómo podía existir una estructura como aquella? Y más importante: ?por qué? ?Cuál era el propósito de tal cosa? ?Por qué estaban todos allí? ?Cuánto tiempo llevaban allí?
Aunque trataba de evitarlo, su mente no dejaba de volver a la imagen del feroz lacerador. Su compa?ero fantasma parecía asaltarle cada vez que parpadeaba o se frotaba los ojos.
Thomas sabía que era un chico listo; de algún modo, tenía esa corazonada. Pero no tenía sentido nada de lo que ocurría en aquel sitio. Excepto una cosa. Se suponía que él debía ser un corredor. ?Por qué lo sentía con tanta fuerza? Incluso ahora, después de ver lo que habitaba en el laberinto.
Unos golpecitos en el hombro le apartaron de sus pensamientos. Levantó la vista y vio a Alby detrás de él, con los brazos cruzados.
—?No pareces muy fresco? —dijo Alby—. ?Has visto algo bonito esta ma?ana por la ventana?
Thomas se levantó con la esperanza de que hubiera llegado el momento de las respuestas o de que, tal vez, algo le distrajera la atención de aquellos pensamientos lúgubres.
—Ha bastado para que quiera saber más cosas sobre este lugar —repuso, esperando no provocar el mal genio que había sacado aquel tío el día anterior.
Alby asintió.
—Tú y yo, pingajo. La Visita empieza ahora —empezó a moverse, pero luego se detuvo y levantó un dedo—. No hagas preguntas hasta el final, ?me entiendes? No tengo tiempo para estar contigo todo el día de cháchara.
—Pero… —Thomas se calló cuando Alby arqueó las cejas. ?Por qué aquel tío tenía que ser tan capullo?—, pero cuéntamelo todo, quiero saberlo todo.
La noche anterior había decidido no contarle a nadie más lo curiosamente familiar que le resultaba aquel sitio, que tenía la extra?a sensación de haber estado allí antes, de que podía recordar cosas. Compartir aquel dato no parecía muy buena idea.
—Te diré lo que yo quiera, verducho. Vamos.
—?Puedo ir? —preguntó Chuck desde la mesa.
Alby le retorció la oreja al ni?o.
—?Ay! —chilló Chuck.
—?Es que no tienes trabajo, gilipullo? —espetó Alby—. Hay mucho que deambular.
Chuck puso los ojos en blanco y luego miró a Thomas.
—Que te diviertas.
—Lo intentaré.
De repente, lo sintió por Chuck, pues quería que la gente tratara mejor a aquel ni?o. Pero no podía hacer nada para remediarlo, tenía que marcharse.
Se alejó con Alby y esperó que la Visita hubiera empezado oficialmente.
Capítulo 7
Empezaron por la Caja, que en aquel momento tenía cerradas las puertas dobles de metal, planas en el suelo, pintadas de blanco, descoloridas y agrietadas. El día se había aclarado considerablemente y las sombras se habían extendido en dirección contraria a lo que Thomas había visto el día anterior. Todavía no había localizado el sol, pero parecía como si fuera a asomar por el muro del este en cualquier momento.
Alby se?aló las puertas.
—Esto de aquí es la Caja. Una vez al mes llega un novato, como tú; nunca falla. Una vez a la semana, nos llegan provisiones, ropa, algo de comida. No necesitamos mucho, nos las arreglamos bastante bien en el Claro.
Thomas asintió; se moría por hacerle un montón de preguntas.
?Necesito cinta adhesiva para ponérmela en la boca?, pensó.
—No sabemos ni jota sobre la Caja, ?me entiendes? —continuó Alby—. De dónde viene, cómo llega aquí o quién está a cargo de ella. Los pingajos que nos la envían no nos dicen nada. Tenemos toda la electricidad que necesitamos, cultivamos y criamos la mayoría de nuestra comida, hacemos nuestra ropa y esas cosas. Una vez intentamos devolver con la Caja a un verducho gilipullo, pero la cosa no se movió hasta que no le sacamos.
Thomas se preguntó qué había debajo de aquellas puertas cuando la Caja no estaba, pero mantuvo la boca cerrada. Sentía una mezcla de emociones: curiosidad, frustración y asombro, unidas al horror persistente por el lacerador que había visto aquella ma?ana.
Alby siguió hablando sin molestarse en mirar a Thomas a los ojos:
—El Claro está dividido en cuatro partes —levantó los dedos para contar las cuatro zonas—: los Huertos, la Casa de la Sangre, la Hacienda y los Muertos. ?Lo pillas?
El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)