El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

—Deja de quejarte. Acéptalo y no pienses más.

—Sí, claro —Thomas miró por la ventana. Parecía un buen momento para sacar una de las millones de preguntas que rebotaban en su cerebro—. ?Y de dónde viene la electricidad?

—?A quién le importa? Se usa y punto.

?Menuda sorpresa —pensó Thomas—. No hay respuesta?.

Chuck llevó a la mesa dos platos con sándwiches y zanahorias. El pan era grueso y blanco, y las zanahorias, de un color naranja brillante. El estómago de Thomas le suplicaba que se diera prisa. Cogió su sándwich y empezó a devorarlo.

—Tío —masculló con la boca llena—, al menos la comida está buena.

Thomas pudo comer lo que le quedaba sin que Chuck le dirigiera ni una palabra. Y tuvo suerte de que el ni?o no tuviera ganas de hablar, porque, a pesar de todas las cosas raras que habían pasado desde que tenía memoria, estaba otra vez tranquilo. Con el estómago lleno, la energía renovada y la mente agradecida por unos instantes en silencio, decidió que a partir de entonces dejaría de quejarse y afrontaría los hechos.

Después del último mordisco, Thomas se recostó en la silla.

—Bueno, Chuck —dijo mientras se limpiaba la boca con una servilleta—, ?qué tengo que hacer para convertirme en un corredor?

—No empieces otra vez.

Chuck alzó la vista del plato del que había estado cogiendo miguitas. Soltó un eructo grave y gutural que hizo que Thomas se encogiera.

—Alby me dijo que pronto empezarían mis pruebas con los guardianes. ?Cuándo me tocará ir con los corredores?

Thomas esperó pacientemente para obtener algún tipo de información real por parte de Chuck, pero el ni?o puso los ojos en blanco con dramatismo, dejando claro lo estúpida que le parecía aquella idea.

—Deberían estar de vuelta en pocas horas. ?Por qué no les preguntas a ellos?

Thomas ignoró su sarcasmo e indagó aún más:

—?Qué hacen cuando vuelven cada noche? ?Qué hay en el edificio de cemento?

—Mapas. Se reúnen justo a la vuelta, antes de que se les olvide.

??Mapas??, pensó Thomas.

—Pero si están intentando hacer un mapa, ?no tendrían que llevar un papel para escribir mientras están ahí fuera?

Mapas. Aquello le intrigaba más que todo lo demás que había oído. Era la primera cosa que le sugería una solución potencial a su aprieto.

—Pues claro que lo llevan, pero, aun así, necesitan hablar, debatir, analizar y toda esa clonc. Además —el chico puso los ojos en blanco—, pasan casi todo el tiempo corriendo, no escribiendo. Por eso se les llama corredores.

Thomas reflexionó sobre los corredores y los mapas. ?Podía ser el Laberinto tan increíblemente enorme como para que después de dos a?os aún no hubiesen encontrado la salida? Parecía imposible. Pero entonces recordó lo que Alby había dicho sobre las paredes movibles. ?Y si todos estaban sentenciados a vivir allí hasta que murieran?

?Sentenciados?. Aquella palabra le hizo sentir una ráfaga de pánico y la pizca de esperanza que le había traído la comida se esfumó con un silbido silencioso.

—Chuck, ?y si todos somos delincuentes? Me refiero a si somos asesinos o algo por el estilo.

—?Eh? —Chuck levantó la vista para mirarlo como si estuviera loco—. ?De dónde ha venido ese pensamiento tan positivo?

—Piénsalo. Nos han borrado la memoria. Vivimos dentro de un sitio que parece no tener salida, rodeado de unos monstruosos guardias sedientos de sangre. ?No te parece una cárcel? —al decirlo en voz alta, le resultó aún más posible y sintió náuseas en el pecho.

—Seguramente yo tenga doce a?os, tío —Chuck se se?aló—. Trece, a lo sumo. ?De verdad crees que he hecho algo para que me envíen a prisión el resto de mi vida?

—No me importa lo que hiciste o dejaste de hacer. De un modo u otro, te han enviado a una cárcel. ?Acaso te parece esto unas vacaciones?

?Jo, tío —pensó Thomas—, por favor, que me esté equivocando?.

Chuck se quedó reflexionando un momento.

—No lo sé. Es mejor que…

—Sí, ya, es mejor que vivir sobre un montón de clonc —Thomas se puso de pie y volvió a colocar la silla debajo de la mesa. Le gustaba Chuck, pero intentar mantener una conversación inteligente con él era imposible. Por no mencionar lo frustrante y molesto que resultaba—. Ve a hacerte otro sándwich. Yo me voy a explorar. Nos vemos esta noche.

Salió de la cocina y se dirigió al patio antes de que Chuck le ofreciera su compa?ía. El Claro había vuelto a la actividad de siempre: la gente trabajaba en lo suyo, las puertas de la Caja estaba cerradas y el sol resplandecía. Cualquier rastro de una chica enloquecida con una nota de un terrible destino había desaparecido.