El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

Newt se cruzó de brazos y le miró con detenimiento.

—Como has dicho, si nos quedamos aquí, morirá un pingajo cada noche. Si nos vamos, también morirá un pingajo. ?Cuál es la diferencia? —se?aló a Thomas—. Si es que tienes razón.

—La tengo.

Thomas sabía que no se equivocaba respecto al Agujero, el código, la puerta y la necesidad de luchar. Pero no tenía ni idea de si iban a morir una o muchas personas. Sin embargo, lo que sí le decía su instinto era que no admitiese sus dudas.

Newt le dio una palmada en la espalda.

—Bien, manos a la obra.



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Las horas siguientes fueron frenéticas.

La mayoría de los clarianos acabó estando de acuerdo, incluso más de los que Thomas habría supuesto. Hasta Alby decidió unirse a ellos. Aunque nadie lo admitía, Thomas estaba segurísimo de que todos contaban con que los laceradores sólo matarían a una persona y se imaginaban que tenían bastantes posibilidades de no ser el infeliz desafortunado. Los que decidieron quedarse en el Claro eran pocos, pero mantenían su elección alto y firme.

Principalmente, deambulaban enfurru?ados, tratando de decirle al resto lo tontos que eran; pero, al final, se dieron por vencidos y mantuvieron las distancias.

En cuanto a Thomas y los demás que querían escapar, tenían muchísimo trabajo por hacer. Repartieron las mochilas y las llenaron de provisiones. Fritanga —Newt le había dicho a Thomas que el cocinero había sido el último guardián en aceptar ir— estaba a cargo de reunir toda la comida y distribuirla a partes iguales entre el grupo. Las jeringuillas con el Suero de la Laceración estaban incluidas, aunque Thomas pensaba que los laceradores no les iban a picar. Chuck se encargaba de rellenar las botellas de agua y de repartirlas a todos. Teresa le ayudó y Thomas pidió a la chica que le endulzara el viaje al ni?o todo lo que pudiera, incluso si tenía que mentirle descaradamente, y ese fue el caso. Chuck había intentado hacerse el valiente desde que supo que iban a salir al Laberinto, pero la piel sudada y los ojos aturdidos revelaban la verdad.

Minho fue al Precipicio con un grupo de corredores y cogieron piedras y enredaderas para probar por última vez el invisible Agujero de los Laceradores. Tenían la esperanza de que las criaturas mantuvieran sus costumbres y no salieran durante las horas diurnas. Thomas había estado considerando el momento en que saltaría hacia el Agujero e intentaría teclear el código rápidamente, pero no tenía ni idea de lo que habría allí, de lo que podía estar esperándole. Newt tenía razón: era mejor esperar hasta la noche y cruzar los dedos para que la mayoría de los laceradores estuviese en el Laberinto en vez de en el Agujero.

Cuando Minho regresó sano y salvo, Thomas creyó que era muy optimista al pensar que de verdad había una salida. O una entrada. Dependía de cómo se mirara.

Thomas ayudó a Newt a distribuir las armas y, ante la desesperación, se crearon unas más innovadoras para prepararse contra los laceradores. Convirtieron postes de madera en lanzas y enrollaron alambre de espino a su alrededor. Afilaron los cuchillos y ataron cá?amo en los extremos de ramas resistentes que habían cortado de los árboles del bosque; pusieron esparadrapo en trozos de cristales rotos para usarlos a modo de palas. Al final del día, los clarianos se habían convertido en un peque?o ejército. Un ejército ridículo y poco preparado, pensó Thomas, pero un ejército, después de todo.

Una vez que Teresa y él acabaron de ayudar, fueron al lugar secreto en los Muertos para planear una estrategia y saber qué hacer en la central, dentro del Agujero de los Laceradores, y cómo teclear el código.

—Tenemos que hacerlo nosotros dos —dijo Thomas mientras apoyaban la espalda contra unos árboles de áspera corteza, cuyas hojas, que antes eran verdes, empezaban a volverse grises por la falta de sol artificial—. De ese modo, si nos separamos, podemos seguir en contacto y ayudarnos.

Teresa había cogido un palo y lo estaba pelando.

—Pero necesitamos apoyo por si nos pasa algo.

—Por supuesto. Minho y Newt conocen las palabras del código. Les diremos que tendrán que teclearlas en el ordenador si nosotros… Bueno, ya sabes.

Thomas no quería pensar en todo lo malo que podía pasar.

—No hay mucho más que a?adir.

Teresa bostezó como si la vida fuera completamente normal.

—Pues no. Lucharemos contra los laceradores, teclearemos el código y escaparemos por la puerta. Luego nos encargaremos de los creadores, cueste lo que cueste.

—El código tiene seis palabras; a saber cuántos laceradores nos esperan —Teresa partió el palo por la mitad—. Por cierto, ?qué crees que significa CRUEL?

Thomas se sintió como si le acabaran de dar un pu?etazo en el estómago. Por alguna razón, el hecho de oír esa palabra en boca de otro en ese momento golpeó algo en su mente que hizo clic. Se quedó helado por no haber visto antes la conexión.