El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

A Thomas se le hizo un nudo en el estómago. La realidad de lo que había sugerido, el plan del que Newt intentaba convencer a los guardianes, estaba empezando a afectarle. Sabía que era peligroso; la idea de luchar contra los laceradores, no únicamente escapar de ellos, era aterradora. En el mejor de los casos, sólo uno de los clarianos moriría, pero ni siquiera podían confiar en eso. Quizá los creadores reprogramaran a las criaturas y, en tal caso, no tendrían ninguna posibilidad.

Intentó no pensar en ello.



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Antes de lo que esperaba, Teresa le encontró y se sentó a su lado, con el cuerpo pegado al suyo, a pesar de todo el espacio libre que había en el banco. Extendió el brazo y le agarró la mano. él se la apretó tan fuerte que supo que debía de haberle hecho da?o.

—Cuéntame —dijo ella.

Thomas así lo hizo, recitando cada una de las palabras que les había dicho a los guardianes, y odió cómo se le llenaron los ojos de preocupación y de terror a Teresa.

—El plan ha sido fácil de contar —explicó una vez que hubo terminado—, pero Newt cree que deberíamos salir esta noche y ahora ya no me suena tan bien.

Sobre todo, le aterrorizaba la idea de Chuck y Teresa ahí fuera. Ya se había enfrentado a los laceradores y sabía cómo era aquello.

Quería proteger a sus amigos de aquella horrible experiencia, pero sabía que no podía.

—Podemos hacerlo —afirmó ella en voz baja.

Al oírla decir eso, se preocupó aún más.

—Hostia, estoy asustado.

—Hostia, eres humano. Deberías estar asustado.

Thomas no respondió y se quedaron allí un buen rato, cogidos de la mano, sin mediar palabra en sus mentes o en voz alta. Por un breve instante, sintió una ligera paz y trató de disfrutarla mientras duró.





Capítulo 53


Thomas casi se puso triste cuando finalmente acabó la Reunión. Cuando Newt salió de la Hacienda, supo que el tiempo de descanso había terminado.

El guardián les vio y se acercó a ellos corriendo con dificultad por la cojera. Thomas se dio cuenta de que había soltado la mano de Teresa sin pararse a pensarlo. Finalmente, Newt se detuvo y cruzó los brazos sobre el pecho mientras les miraba a los dos sentados en el banco.

—Es una locura; lo sabéis, ?no? —por su expresión, no supieron lo que había pasado, pero sus ojos reflejaban un rastro de victoria.

Thomas se levantó y sitió una oleada de entusiasmo que le inundó todo el cuerpo.

—Entonces, ?están de acuerdo?

Newt hizo un gesto de asentimiento.

—Todos. No ha sido tan difícil como yo pensaba. Los pingajos ya han visto lo que pasa por la noche cuando se quedan abiertas esas malditas puertas. No podemos salir del estúpido Laberinto. Tenemos que intentar hacer algo —se dio la vuelta para mirar a los guardianes, que empezaban a reunirse con sus respectivos grupos—. Ahora sólo tenemos que convencer a los clarianos.

Thomas sabía que aquello costaría más que persuadir a los guardianes.

—?Crees que aceptarán? —preguntó Teresa, que al final se levantó para unirse a ellos.

—No todos —contestó Newt, y Thomas vio la frustración en sus ojos—. Algunos se quedarán y se arriesgarán, eso seguro.

Thomas no dudaba de que la gente palidecería ante la idea de salir al Laberinto. Pedirles que lucharan contra los laceradores era pedirles mucho.

—?Y Alby?

—?Quién sabe? —respondió Newt, y echó un vistazo al Claro, observando a los guardianes y a sus grupos—. Estoy convencido de que ese cabrón le da más miedo volver que los mismos laceradores. Pero conseguiré que venga con nosotros, no te preocupes.

Thomas deseaba acordarse de las cosas que atormentaban a Alby, pero no le venía nada a la cabeza.

—?Cómo vas a convencerle?

Newt se rió.

—Me inventaré alguna clonc. Le diré que encontraremos una nueva vida en otra parte del mundo y seremos felices para siempre.

Thomas se encogió de hombros.

—Bueno, tal vez sí. Le prometí a Chuck que le llevaría de vuelta a casa, ?sabes? O, al menos, que le encontraría un hogar.

—Sí, bueno —murmuró Teresa—. Cualquier cosa será mejor que este sitio.

Thomas miró a su alrededor y vio las discusiones que estaban estallando en el Claro. Los guardianes hacían lo que podían para convencer a la gente de que se arriesgara y luchara para abrirse camino hasta el Agujero de los Laceradores. Algunos clarianos se marcharon malhumorados, pero la mayoría parecía escuchar y, por lo menos, se lo estaba planteando.

—Y ahora, ?qué? —preguntó Teresa.

Newt respiró hondo.

—Veremos quién va y quién se queda. Nos prepararemos. Cogeremos comida, armas y todo eso. Luego, nos marcharemos. Thomas, te pondría al mando porque fue idea tuya, pero ya está siendo bastante difícil conseguir que la gente esté de nuestro lado sin tener al verducho como líder; sin ánimo de ofender. Pasa desapercibido, ?vale? Os dejaremos lo del código a ti y a Teresa. Podrás llevarlo desde la retaguardia.

Thomas estaba más que de acuerdo con lo de pasar desapercibido. Para él ya era suficiente responsabilidad encontrar la central informática y teclear el código. Además de aquella carga sobre los hombros, tenía que luchar contra una oleada de pánico en aumento.

—Lo haces parecer facilísimo —dijo al final, intentando con todas sus fuerzas quitarle importancia a la situación. O, como mínimo, que sonara como si lo estuviese haciendo.