El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

—?Estás bien? —le preguntó.

—Muy bien —respondió ella con una sonrisita que dejaba claro lo contrario—. Tan sólo tengo ganas de acabar con todo esto.

—Amén, hermana —dijo Minho. Miró a Thomas de lo más tranquilo, muy seguro y apenas asustado. Thomas le envidió.

Cuando por fin Newt los tuvo a todos reunidos, pidió silencio y Thomas se dio la vuelta para oír lo que tenía que decir.

—Somos cuarenta y uno —tiró de la mochila que llevaba en los hombros y levantó un grueso poste de madera con alambre de espino alrededor de la punta. Tenía un aspecto mortífero—. Aseguraos de que tenéis vuestras armas. Aparte de eso, poco más me queda por decir; ya os han contado el plan. Vamos a abrirnos camino hasta el Agujero de los Laceradores, Tommy tecleará el código mágico y luego saldaremos cuentas con los creadores. Así de simple.

Thomas apenas había oído a Newt, pues había visto a Alby enfurru?ado a un lado, apartado del grupo principal de los clarianos, solo. Estaba pellizcando la cuerda de su arco, con la mirada clavada en el suelo. Una aljaba de flechas colgaba de su hombro. Thomas cada vez estaba más preocupado por la inestabilidad de Alby, por que pudiera fastidiarlo todo de alguna manera. Decidió que, si podía, lo vigilaría de cerca.

—?No debería alguien dar un discurso para animarnos? —preguntó Minho, y atrajo la atención de Thomas.

—Adelante —contestó Newt.

Minho asintió y miró al grupo.

—Tened cuidado —dijo secamente—. No muráis.

Thomas se habría reído si hubiese podido, pero estaba demasiado asustado para que le saliera.

—Estupendo. Ahora estamos inspiradísimos —replicó Newt, y luego se?aló por encima de su hombro, hacia el Laberinto—. Todos conocéis el plan. Después de que nos trataran durante dos a?os como a ratones, esta noche vamos a resistirnos. Esta noche se la devolveremos a los creadores. Esta noche más les vale a los laceradores temernos.

Alguien aplaudió y, luego, otro más. No tardaron en oírse gritos de batalla, que aumentaron de volumen y llenaron el aire como un trueno. Thomas sintió un cosquilleo de valor en su interior. Lo agarró, se aferró a él y le instó a crecer. Newt tenía razón: aquella noche lucharían. Aquella noche opondrían resistencia de una vez por todas.

Thomas estaba preparado. Rugió con los demás clarianos. Sabía que deberían estar en silencio para no llamar demasiado la atención, pero no le importaba. El juego había empezado.

Newt lanzó su arma al aire y gritó:

—?Oíd esto, creadores! ?Vamos a por vosotros!

Y, tras decir eso, se dio la vuelta y corrió hacia el Laberinto con su cojera apenas perceptible. Hacia el aire gris que parecía más oscuro que el Claro, lleno de sombras y oscuridad. Los clarianos que rodeaban a Thomas, aún vitoreando, cogieron sus armas y corrieron detrás de él, incluso Alby. Thomas les siguió alineado entre Teresa y Chuck, levantando una gran lanza de madera con un cuchillo sujeto en la punta. La repentina responsabilidad que sintió hacia sus amigos casi le abrumó e hizo que le resultara más difícil correr. Pero continuó, decidido a ganar.

?Puedes hacerlo —pensó—. Sólo tienes que llegar hasta el Agujero?.





Capítulo 55


Thomas mantuvo un ritmo constante mientras corría con los demás clarianos por los caminos de piedra hacia el Precipicio. Se había ido acostumbrando a correr por el Laberinto, pero aquello era completamente distinto. Los sonidos de las pisadas retumbaban por las paredes y las luces rojas de las cuchillas escarabajo brillaban más amenazadoras entre la hiedra. No cabía duda de que los creadores estaban observando, escuchando. De un modo u otro, iba a haber una pelea.

?Estás asustado?—le preguntó Teresa mientras corrían.

No, me gustan las cosas hechas de grasa y acero. Me muero por verlas.

No sintió alegría ni ganas de reír, y se preguntó si en algún momento volvería a sentirse así.

?Qué gracioso! —respondió ella.

La chica iba justo a su lado, pero tenía los ojos clavados al frente.

No nos pasará nada. Tú quédate cerca de mí y de Minho.

Ah, mi caballero de la brillante armadura. ?Qué pasa, no crees que pueda arreglármelas por mí misma?

La verdad era que pensaba más bien lo contrario. Teresa parecía tan fuerte como cualquiera de los que estaban allí.

No, sólo intento ser amable.

El grupo estaba repartido por todo lo ancho del pasillo y corría a un ritmo constante, pero rápido; Thomas se preguntó cuánto tiempo aguantarían los que no eran corredores. Como si fuera una respuesta a aquel pensamiento, Newt retrocedió y le dio unos golpecitos a Minho en el hombro.