Echó a correr a toda velocidad, tirando de Teresa a sus espaldas, que a su vez tiraba de Chuck, con las lanzas y los cuchillos preparados para la guerra, avanzando hacia el pasillo de piedra, ensangrentado y lleno de gritos. Hacia el Precipicio.
El fragor de la batalla les rodeaba. Los clarianos luchaban y la adrenalina provocada por el pánico les hacía continuar. Los sonidos que retumbaban en las paredes eran cacofonías de terror: alaridos humanos, metal chocando contra metal, motores rugiendo, chirridos inquietantes de los laceradores, sierras girando, garras abriéndose y cerrándose y chicos gritando auxilio. Todo era una masa ensangrentada y gris con destellos de acero. Thomas intentó no mirar ni a la izquierda ni a la derecha, sólo adelante, y atravesó el estrecho hueco que habían dejado los clarianos.
Incluso mientras corrían, volvió a repasar las palabras del código: EMERGE, ATRAPA, SANGRA, MUERTE, DIFíCIL, PULSA. Sólo les faltaban unos pocos pasos más.
?Algo me acaba de hacer un corte en el brazo! —gritó Teresa.
Mientras lo estaba diciendo, Thomas sintió que le hacían un fuerte tajo en la pierna. No se volvió para mirar ni se molestó en contestar. La inquietante imposibilidad de su aprieto era como si estuviese todo inundado de un agua negra que le arrastraba hacia la rendición. Se resistió e hizo un esfuerzo por seguir adelante.
Allí estaba el Precipicio, abierto en medio de un cielo gris oscuro, a unos seis metros de distancia. Avanzó, tirando de sus amigos.
Luchaban a ambos lados. Thomas no quiso mirar ni ayudar. Un lacerador apareció justo en medio de su camino; un chico al que no se le veía la cara estaba agarrado en sus zarpas mientras, para intentar escapar, apu?alaba sin piedad la gruesa piel de la criatura, parecida a la de una ballena. Thomas se echó a la izquierda para esquivarlo y siguió corriendo. Oyó un grito al pasar, un gemido desgarrador que sólo podía significar que un clariano había perdido la batalla y se había encontrado con un terrible final. El grito continuó rompiendo el aire por encima de los otros sonidos de guerra, hasta que desapareció. Thomas notó cómo le temblaba el corazón y esperó que no fuese alguien a quien conociera.
?Sigue corriendo!—dijo Teresa.
?Ya!—gritó Thomas, esta vez muy fuerte.
Alguien adelantó a Thomas corriendo y chocó con él al pasar. Un lacerador atacaba por la derecha con las cuchillas girando. Un clariano le cortó el paso, levantó dos largas espadas y el metal repiqueteó contra el metal mientras luchaban. Thomas oyó una voz en la distancia que gritaba las mismas palabras una y otra vez, algo que tenía que ver con él. Con protegerle mientras corría. Era Minho, cuyos gritos rebosaban desesperación y cansancio. Thomas continuó.
?Uno por poco coge a Chuck!—chilló Teresa, retumbando de forma violenta en su cabeza.
Los laceradores seguían acercándose, pero también los clarianos, para ayudarles. Winston había cogido el arco y las flechas de Alby y le lanzaba astas con puntas de acero a cualquier cosa no humana que se movía, fallando más que acertando. Chicos que Thomas no conocía corrían a su lado, golpeaban los instrumentos de los laceradores con sus armas improvisadas, saltaban sobre ellos y les atacaban. Los sonidos —el repiqueteo del metal, los gritos, los gemidos lastimeros, el rugido de los motores, las sierras giratorias, el chasquido de las cuchillas, el chirrido de los pinchos contra el suelo, los ruegos de auxilio que ponían los pelos de punta— aumentaron hasta volverse insoportables.
Thomas gritó, pero siguió corriendo hasta que llegaron al Precipicio, donde paró con un derrape, justo en el borde. Teresa y Chuck chocaron contra él y casi acabaron los tres en aquel descenso interminable. En una fracción de segundo, Thomas contempló la vista del Agujero de los Laceradores. Allí, en medio de la nada, donde las enredaderas se extendían hacia ninguna parte.
Antes, Minho y un par de corredores habían hecho cuerdas de hiedra y las habían atado a las que estaban sujetas a los muros. Habían tirado los extremos sueltos hacia el Precipicio, hasta el Agujero, donde ahora seis o siete lianas colgaban desde el borde de piedra hacia el cuadrado invisible que flotaba en el cielo vacío hasta desaparecer en la nada.
Había llegado el momento de saltar. Thomas dudó y sintió un último instante de intenso terror al oír los horribles sonidos detrás de él y ver la ilusión que tenía delante. Entonces reaccionó.
—Tú primero, Teresa —quería pasar el último para asegurarse de que ningún lacerador la cogía a ella o a Chuck.
Para su sorpresa, la chica no dudó. Tras apretar la mano de Thomas y, luego, el hombro de Chuck, saltó del borde, tensó las piernas enseguida y mantuvo los brazos a los costados. Thomas aguantó la respiración hasta que la muchacha se coló por el sitio de entre las cuerdas de hiedra y desapareció. Parecía como si de golpe hubiese desaparecido de la faz de la Tierra.
El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)