—Lo sé, es que… lo echaba de menos. En los —hice un gesto distraído con la mano— siete a?os. Fue mucho tiempo.
—Ah. —James asintió con la cabeza, esbozando una sonrisa un poco torcida, y me dolió la parte hueca del pecho, la parte esculpida por la pena. Me dolía por algo cálido. Por algo bueno. Por algo que tal vez, solo tal vez, pudiera quedarse. Una sonrisa y una historia agridulce con tarta de limón.
Y yo estaba en problemas esta noche, porque le devolví la sonrisa.
—Creo que fue un poco más largo para mí —dijo por fin.
Mis ojos se abrieron de par en par.
De repente, mi teléfono zumbó, y rápidamente aparté la mirada de él y lo saqué del bolso, esperando que fuera alguno de mis autores varado en otro aeropuerto u hotel de convenciones. Eran Fiona y Drew. Mierda, se me había olvidado enviarle un mensaje a Drew para decirle que… ?qué, había salido a cenar con nuestro posible cliente?
Puede que no.
???TIERRA A CLEMENTINE!!! Fiona envió un mensaje de texto, junto con un montón de emojis que yo esperaba que significaran que estaba preocupada y no a punto de asesinarme.
?Te han asesinado? preguntó Drew. ?Tenemos que presentar un informe policial?
CLEMENTINE SEGUNDO NOMBRE WEST EST?S VIVA, a?adió Fiona. M?NDAME TU NOMBRE.
Quería mucho a mis amigas. También deseaba que no hubieran arruinado el momento.
Preguntó James, un poco preocupado:
—?Va todo bien?
—Ah, sí. Tengo que contestar a esto. —Si no, mis amigas podrían denunciar mi desaparición—. Mis amigas. Son un poco…
—No digas más —respondió levantando las manos—. Ya tengo la comida. Puedes buscarnos un asiento, si quieres.
—Claro, gracias. —Y salí rápidamente del camión de comida, lo que quizá fue lo mejor, porque estaba entrando en demasiado calor de pie a su lado, y él estaba demasiado guapo, y ése era el tipo de línea que no iba a cruzar. Me dirigí a los bancos de piedra frente al arco de Washington Square y me senté a esperar.
Fiona siguió con:
Bien, quizás no respondas los mensajes. SI ERES EL ASESINO, VAMOS POR TI, COLEGA.
Drew a?adió:
S?, QUE TE JODAN.
TU DILES NENA
Las dos tienen que calmarse, escribí por fin, echando un vistazo al camión de comida. Miguel le estaba diciendo algo a James, que parecía tímido, frotándose la nuca. Quería grabar esa imagen en la memoria, enmarcarla en mi cabeza: las luces de la calle brillando sobre su pelo, las sombras azules y moradas sobre su cara. Yo, no por primera vez esta noche, sentí que mis dedos se crispaban con la idea de pintarlo con colores vivos, para capturar el momento. Para que durara para siempre.
Inmediatamente, Fiona envió un mensaje de texto: ?Santo cielo, está viva! NENA, EST? VIVA.
ALALUYA, a?adió Drew.
Después, * ALELUYE
Entonces, ** ALALUYAGAKJA Una sonrisa se dibujó en mis labios. Drew, ?no se supone que eres editora?, le pregunté.
Drew frunció el ce?o.
Fiona dijo: Claramente nunca tuvo que piratear Limewire de Rufus Wainwright.
Creo que acabo de envejecer diez a?os al leer ese mensaje, respondí, luego les dije que había salido a cenar con un amigo que había conocido en la acera —no era del todo mentira, supuse— y guardé el teléfono mientras James se acercaba con nuestra comida y dos Coronas bajo el brazo. Tomé las cervezas cuando se sentó y él las abrió en un lado de los bancos.
—Por la buena comida —dijo, entregándome la mía.
—Y buena compa?ía —respondí, y brindamos juntos, y yo me conformé con pintar esta noche de verano en mi cabeza. La noche era una mezcla de neblina azul noche y púrpura, motas de perla y rosas chillones y brillantes que solo yo podía ver, metáforas de cómo me sentía.
La noche era cálida, la cerveza estaba fría y la compa?ía era, de hecho, perfecta. La gente paseaba bajo el arco, riendo entre sí, y el parque hacía que el cielo se viera tan amplio que casi podía ver las estrellas. Charlamos mientras comíamos. Me preguntó por mi trabajo y yo le pregunté por el suyo. El nuevo restaurante que estaba abriendo le ocupaba la mayor parte de su tiempo, así que su ayudante de cocina en Olive Branch estaba haciendo mucho del trabajo pesado, y se sentía mal por ello.
—?Era la chef que conocí la semana pasada? —pregunté, recordando a la ayudante que me dijo que abandonara la cocina.
—Iona Samuels —respondió con un movimiento de cabeza—. Una de las mejores chefs que tengo. Todavía no lo sabe, pero va a ser la jefa de cocina del Branch cuando yo me vaya. No puedo imaginar el restaurante en mejores manos.
—?Es agridulce? ?Dejar un lugar en el que has estado los últimos siete a?os?
Se encogió de hombros.
—Un poco, pero es bueno para mi marca y mi carrera. —Era agradable ver que su vida se desarrollaba exactamente como él quería. No importaba lo que yo pensara de su brillante vida.
Yo estaba en tan poco, después de todo.
—He trabajado tanto —continuó—, que realmente no puedo parar ahora. Realmente no quiero.
—Has construido algo increíble. Apuesto a que tu abuelo está orgulloso.
Dudó y dio otro largo trago de cerveza.
—Falleció, en realidad.
Sentí como si me hubieran sacado el viento de un pu?etazo.
—Oh… oh, lo siento mucho.
Sacudió la cabeza.
—Está bien, de verdad. Han pasado casi siete a?os. Falleció justo después de… —Se detuvo, y dijo en su lugar—: Unos días después de conseguir mi propio apartamento.
Así que después de irse de casa de mi tía. Después del verano. Tan pronto, sin embargo, después de que consiguió su trabajo. Su abuelo ni siquiera llegó a verlo convertirse en el chef que era hoy. Era injusto, de verdad. No sabía cómo consolarlo, ni siquiera si quería consuelo. Después de todo, habían pasado siete a?os… y él parecía poder hablar de su abuelo mucho mejor que yo de mi tía. Al final, me limité a decirle: —Mira todo lo que has hecho. Estás a punto de abrir tu propio restaurante. Le has hecho sentirse orgulloso.
—Sí —aceptó, aunque no había ego en su voz. Solo había… ?un cansancio? Sí, sonaba cansado—. Y he renunciado a muchas cosas para estar aquí. Relaciones, amistades, otras oportunidades profesionales… el único camino es hacia arriba.
Le di un último bocado a la fajita de pollo, estudiándolo bajo las luces de la calle.
—?Te arrepientes?
—Si dijera que sí —contestó, con aire pensativo—, ?le haría un flaco favor al yo del pasado que so?aba con llegar hasta aquí? Probablemente. —Pero entonces una lenta sonrisa se dibujó en sus labios, melosa y tímida—. Aunque es bueno que no lo haga. Pero… —Vaciló—. Lamento no haber estado allí. Por ti —a?adió—. Cuando tu tía murió. Lo lamento.
Se me formó un nudo en la garganta. Miré hacia otro lado. A cualquier otra parte.
—Está bien —dije brevemente—. Estoy bien.
—No —murmuró, estudiando mi cara, y supe que parecía un poco perdida, un poco rota—, no lo estás.