Sin una palabra

Estudié el rostro de Clayton Sloan, en busca de algo que no había sido capaz de encontrar en el de Enid Sloan. La forma de la nariz, quizás, un hoyuelo en la mejilla. Alargué el brazo y toqué con suavidad la mano del hombre, y él soltó un leve gru?ido.

 

—Clayton —susurré.

 

él se sorbió la nariz y la movió inconscientemente.

 

—Clayton —susurré de nuevo, tocando su piel acartonada.

 

Un tubo se introducía en su brazo a la altura del codo. Algún tipo de suero intravenoso.

 

Abrió los ojos lentamente y volvió a sorberse la nariz. Entonces me vio, parpadeó un par de veces con dificultad y esperó a que su mirada se enfocara.

 

—?Qué…?

 

—?Clayton Bigge? —pregunté.

 

Aquello no sólo hizo que sus ojos enfocaran por completo, sino que también ayudó a que volviera la cabeza con brusquedad. Los pliegues carnosos de su cuello se unieron.

 

—?Quién es usted? —murmuró.

 

—Su yerno —respondí.

 

 

 

 

 

Capítulo 41

 

 

Al tragar saliva vi cómo la nuez le subía y le bajaba por el cuello.

 

—?Mi qué? —preguntó.

 

—Su yerno —repetí—. Soy el marido de Cynthia.

 

Abrió la boca para hablar, lo cual me permitió ver lo seca que estaba.

 

—?Quiere un poco de agua? —le ofrecí en voz baja.

 

él asintió. Había una jarra y un vaso junto a la cama, y le serví un poco. También había una pajita sobre la mesa, y se la acerqué a los labios mientras le sujetaba el vaso.

 

—Puedo hacerlo solo —dijo cogiendo el vaso y sorbiendo por la pajita.

 

Lo agarró con más fuerza de la que esperaba. Al final se pasó la lengua por los labios y me devolvió el vaso.

 

—?Qué hora es? —preguntó.

 

—Las diez pasadas —respondí—. Siento haberle despertado; parecía dormir bastante a gusto.

 

—No pasa nada —me tranquilizó—. Aquí siempre te están despertando, a cualquier hora del día o de la noche.

 

Respiró con fuerza por la nariz y dejó escapar el aire lentamente por la boca.

 

—Bien —dijo finalmente—, ?se supone que debo saber de qué me está hablando?

 

—Creo que sí —dije—. Usted es Clayton Bigge.

 

Otra respiración profunda.

 

—Soy Clayton Sloan.

 

—No dudo que lo sea —repliqué—. Pero creo que también es Clayton Bigge, casado con Patricia Bigge; tenían un hijo llamado Todd y una hija llamada Cynthia, y vivía en Milford, Connecticut, hasta una noche de 1983 en la que ocurrió algo terrible.

 

Desvió la vista y se quedó mirando la cortina. Cerró en un pu?o la mano que quedaba más cerca de mí, luego abrió los dedos y los volvió a apretar.

 

—Me estoy muriendo —me contó—. No sé cómo me ha encontrado, pero déjeme morir en paz.

 

—Entonces quizá sea el momento de sacarse algunos pesos de encima —dije.

 

Clayton giró la cabeza sobre la almohada para mirarme de nuevo.

 

—Dígame, ?cómo se llama?

 

—Terry. Terry Archer. —Vacilé un momento—. ?Y usted?

 

Volvió a tragar saliva.

 

—Clayton —respondió—. Siempre he sido Clayton. —Bajó la vista a su regazo y se quedó mirando los pliegues de las sábanas—. Clayton Sloan, Clayton Bigge. —Hizo una pausa—. Depende de dónde estuviera en cada momento.

 

—?Dos familias? —inquirí.

 

De repente lo vi claro. Todo lo que Cynthia me había contado sobre su padre. Siempre de viaje. De aquí para allá del país. En casa unos días, y luego otros fuera, y luego de vuelta. Viviendo la mitad de su vida en algún otro lugar.

 

De pronto, la cara del anciano se iluminó, como si se le hubiera ocurrido algo.

 

—Cynthia —me dijo—. ?Está aquí? ?Está con usted?

 

—No —respondí—. Yo no… no sé exactamente dónde se encuentra en este momento. Quizás esté de vuelta en nuestra casa, en Milford. Con nuestra hija. Grace.

 

—Grace —repitió él—. Mi nieta.

 

—Sí —susurré mientras una sombra pasaba por el corredor—. Su nieta.

 

Clayton cerró los ojos por un momento, como si algo le doliera. Pero no creo que se tratara de algo físico.

 

—Mi hijo —dijo—. ?Dónde está mi hijo?

 

—?Todd? —pregunté.

 

—No, no —negó—. Todd no, Jeremy.

 

—Creo que ahora mismo está regresando de Milford.

 

—?Qué?

 

—Vuelve a casa. Eso creo, al menos.

 

Clayton me miraba atentamente, con los ojos muy abiertos.

 

—?Qué hacía en Milford? ?Cuándo se fue allí? ?Por eso no ha venido estos días con su madre? —Entonces se le cerraron los ojos y empezó a farfullar—: No, no, no.

 

—?Qué? —inquirí—. ?Qué ocurre?

 

Levantó una mano cansada, como si me estuviera despidiendo.

 

—Déjeme —dijo sin abrir los ojos.

 

—No lo entiendo —dije—. ?Jeremy y Todd no son la misma persona?

 

Sus párpados se abrieron lentamente, como el telón de un escenario.

 

—Esto no puede estar pasando… ?Estoy tan cansado!

 

Me incliné un poco más. Odiaba tener que presionar a un hombre viejo y enfermo tanto como odiaba que Vince retuviera a una anciana incapacitada, pero había cosas que tenía que saber.

 

—Dígamelo —le pedí—. ?Son Todd y Jeremy la misma persona?

 

Volvió la cabeza pausadamente y se me quedó mirando.

 

—No. —Hizo una pausa—. Todd está muerto.

 

—?Cuándo? ?Cuándo murió Todd?