Sin una palabra

—Espero que no sea nada serio —dije—. Lo de su marido.

 

—Mi marido se está muriendo —explicó Enid Sloan—. Tiene cáncer por todo el cuerpo. Es sólo cuestión de tiempo —vaciló un momento antes de preguntarme—: ?Es usted el que ha llamado? ?Preguntando por Jeremy?

 

—Ah, sí —respondí—. Necesitaba ponerme en contacto con él.

 

—Dijo usted que él le había contado que se marchaba a Connecticut —me dijo en tono acusador.

 

—Creo que eso fue lo que dijo —le respondí.

 

—él nunca le dijo eso. Se lo pregunté y me dijo que no le había explicado a nadie que se iba. Así que ?cómo lo sabía usted?

 

—Creo que deberíamos continuar esta discusión dentro —intervino Vince dando un paso adelante.

 

Enid Sloan se agarró a sus ruedas.

 

—Creo que no.

 

—Bueno, pues yo creo que sí —replicó Vince.

 

Apoyó ambas manos en los brazos de la silla y la movió hacia atrás. Los esfuerzos de Enid no pudieron hacer mucho ante la fuerza de Vince.

 

—?Eh! —le dije a éste mientras le tocaba en el brazo.

 

No entraba dentro de mis planes usar la fuerza con una mujer en silla de ruedas.

 

—No te preocupes —me tranquilizó Vince—. Es sólo que aquí fuera en el porche hace frío, y no quiero que la se?ora Sloan coja un resfriado de muerte.

 

No me gustó mucho su elección de palabras.

 

—Deténgase ahora mismo —ordenó la se?ora Sloan dando manotazos a las manos y los brazos de Vince.

 

él la empujó al interior y no me pareció que yo tuviera muchas más opciones que seguirlo y cerrar la puerta principal tras de mí.

 

—Creo que no hace falta que nos andemos por las ramas —sentenció Vince—. Lo mejor será que pregunte lo que quiera.

 

—?Quién demonios son ustedes? —nos espetó Enid.

 

La pregunta me sorprendió.

 

—Se?ora Sloan —dije—, mi nombre es Terry Archer y mi mujer se llama Cynthia, Cynthia Bigge.

 

Se me quedó mirando con la boca abierta. Se había quedado sin palabras.

 

—Asumo que ese nombre significa algo para usted —deduje—. El de mi mujer, quiero decir. Quizá también el mío, pero el de mi esposa parece haberle causado impresión.

 

Siguió sin decir nada.

 

—Me gustaría preguntarle una cosa —continué—. Y podría sonar como una locura, pero tendrá que tener un poco de paciencia si mi pregunta le parece ridícula.

 

Silencio.

 

—Bien, ahí va —dije—. ?Es usted la madre de Cynthia? ?Es Patricia Bigge?

 

Se echó a reír desde?osamente.

 

—No sé de qué está hablando —soltó.

 

—Entonces ?de qué se ríe? —pregunté—. Parece usted conocer los nombres que le estoy mencionando.

 

—Váyanse de mi casa. Nada de lo que está diciendo tiene ningún sentido para mí.

 

Miré a Vince, que tenía una expresión pétrea.

 

—?Viste alguna vez a la madre de Cyn? —le pregunté—. ?Aparte de esa vez, cuando salió con el coche por la noche?

 

Negó con la cabeza.

 

—No.

 

—?Podría ser ella?

 

Entrecerró los ojos y la miró, concentrado.

 

—No lo sé, pero creo que no es muy probable.

 

—Voy a llamar a la policía —dijo Enid girando la silla.

 

Vince se acercó a ella por detrás con la intención de sujetar la silla, pero le detuve con un gesto.

 

—No —dije—. Quizá sea una buena idea. Podríamos esperar todos juntos a que Jeremy vuelva a casa y hacerle algunas preguntas con la policía aquí.

 

Eso hizo que Enid detuviera la silla de ruedas y preguntara: —?Por qué debería asustarme que viniera la policía?

 

—ésa es una buena pregunta. ?Por qué? ?Podría tener algo que ver con lo que sucedió hace veinticinco a?os? ?O quizá con algunos sucesos más recientes, en Connecticut? ?Mientras Jeremy estaba fuera? ?La muerte de Tess Berman, la tía de mi mujer? ?Y la de un detective llamado Denton Abagnall?

 

—Fuera de aquí —ordenó.

 

—Y hablando de Jeremy —continué—. Es el hermano de Cynthia, ?verdad?

 

Me lanzó una mirada llena de odio.

 

—No se atreva a decir eso —dijo con las manos sobre la manta.

 

—?Por qué? —pregunté—. ?Porque es verdad? ?Porque en realidad Jeremy es Todd?

 

—?Qué? —exclamó—. ?Quién le ha contado eso? No es más que una asquerosa mentira.

 

Miré por encima de su hombro a Vince, cuyas manos sujetaban el manillar de goma de la silla de ruedas.

 

—Quiero llamar por teléfono —solicitó ella—. Les exijo que me dejen usar el teléfono.

 

—?A quién quiere llamar? —preguntó Vince.

 

—No es asunto suyo.

 

Vince me lanzó una mirada.

 

—Va a llamar a Jeremy —afirmó con calma—. Quiere advertirle. Y no me parece una buena idea.

 

—?Y qué hay de Clayton? —pregunté—. ?Clayton Sloan es de hecho Clayton Bigge? ?Ambos son la misma persona?

 

—Déjeme llamar por teléfono —repitió ella, siseando como una serpiente.

 

Vince agarró la silla con más fuerza.

 

—No puedes sujetarla así —le dije—. Es como un secuestro, o un confinamiento o algo parecido.

 

—?Eso es! —exclamó Enid Sloan—. No pueden hacer esto, no pueden meterse en casa de una anciana y retenerla así.