Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

El Cash anarquista, claro.

La profesora llegó un par de minutos después, y tras decir cosas poco importantes, se situó frente a la clase y empezó el tema del día.

—Aquí hay cuatro géneros literarios —dijo, se?alando lo que había escrito unos segundos atrás en la pizarra con marcador azul—. Ciencia ficción, thriller, romance y fantasía. Escojan uno. Luego escucharemos las elecciones de sus compa?eros y los porqués, y al final cada pareja deberá ponerse de acuerdo y elegir un género.

La profesora fue preguntando de mesa en mesa. En parte, resultó aburrido porque todos escogían los mismos géneros: romance y ciencia ficción. Nadie tuvo que intentar convencerse de nada.

Cuando llegó a nuestra mesa, yo fui la primera en hablar:

—Thriller —elegí, muy entusiasmada.

—Fantasía —escogió Adrik.

No me sorprendió que difiriera. Ya era obvio que teníamos perspectivas que chocaban. Y, ?por Dios!, ?podía dejar de masticar?

—?Por qué fantasía, se?or Cash? —le preguntó Lauris con interés. ?Y por qué no le llamaba la atención por comer en clase?

él alzó los hombros en un gesto de simpleza.

—Me gustan las batallas, los dragones y esas cosas —se limitó a responder sin dar más explicaciones.

A mí me pareció una razón estúpida.

—?Por qué el thriller, se?orita Derry? —pasó a preguntarme la profesora.

Me reacomodé en la silla, preparada para contestar de forma magistral.

—Es un género muy real, y además la intriga mantiene interesado al lector, se sale de lo convencional y los clichés pueden tomar giros inesperados —argumenté, inspirada, y luego con una sonrisita astuta agregué—: Pero si debo responder de forma tan simple como mi compa?ero, diré que me gustan los asesinatos.

Se oyó una peque?a risita en alguna parte. Esta vez no me iba a dejar mal. Por mi —dudoso— honor que no.

La profesora asintió. Iba a continuar con la mesa siguiente, pero entonces Adrik emitió un resoplido/risa de burla hacia mi respuesta, como si hubiese sido ridícula. De nuevo captó toda la atención.

—?Muy real? —repitió mis palabras. Después negó con la cabeza—. La lectura es aventura, escape, entretenimiento, infinito. La realidad es dura, cruda, asfixiante, cerrada y limitativa. ?Para qué buscar realidad en un libro si ya lidiamos todos los días con ella? Está ahí, dictando que algo azul solo debe ser azul, exigiendo que algo redondo solo sea redondo. ?Qué pasa si yo quiero que el color sea verde o la forma sea triangular? ?O qué pasa si yo no quiero que haya color alguno ni forma alguna? No, no hay nada interesante en lo real. Si leo, es porque quiero olvidarme durante un rato de esta aburrida y cuadrada humanidad.

Tras la última palabra, un par de chicas se mordieron los labios, embelesadas. Los chicos, por otro lado, asintieron en un reflexivo acuerdo, como si nunca hubiesen escuchado nada más cierto. Incluso la profesora pareció complacida.

?Y yo? Pues mi cara expresó un gran: ?qué demonios...?

—Una opinión interesante —dijo Lauris, aprobando a Adrik—. Supongo que, si la se?orita Derry siempre lee lo mismo, debería darle una oportunidad al tipo de lectura de su compa?ero. Dejaremos la fantasía como género de este grupo.

Pude haber partido por la mitad mi bolígrafo si lo hubiese tenido en la mano y no sobre el cuaderno. Otra vez. ?Otra vez! Pero ?qué demonios tenía Adrik que triunfaba en todo en esa maldita clase?

La profesora continuó y habló de manera general:

—Discutan qué libro del género elegido les gustaría leer mientras escribo la cita final del día en la pizarra.

Abrí la libreta de mala gana y empecé a anotar la cita. No propuse ningún libro. Me quedé totalmente callada durante el resto de la clase porque no tenía ganas de ser la compa?era colaboradora. No estaba acostumbrada a ser superada así en algo que sentía que dominaba.

Cuando terminó la hora, cogí mi mochila y me levanté para largarme, pero antes de que diera un paso, Adrik me preguntó mientras guardaba su libreta:

—?Qué libro vamos a leer?

—No lo sé, ?el experto en fantasía no eres tú? —repliqué sin ánimos de sonar agradable.

—Puedo recomendarte algunos. —Se encogió de hombros—. Eso si prefieres leer en vez de enfadarte.

—No estoy enfadada —me defendí, frunciendo el ce?o. Aunque sí lo estaba, pero no quería darle la razón. Ya se la daban todos en la clase. Era suficiente.

Le di la espalda y pasé junto a su silla mientras mentalmente me repetía: ?Vete, no debes decir nada que no debas. Vete, Jude, no puedes decir nada que no debas. Vete, Ju...?.

—Solo te falta sacar las u?as para ara?arme la cara —dijo él de pronto.

Maldición.

Me detuve. En cuanto me giré, vi que tenía un poco elevada la comisura derecha en una peque?a sonrisa socarrona. Pero ?qué se creía? ?El dios de literatura solo por caerle bien a la profesora? ?El misterioso chico oscuro al que no se podía ignorar porque, a pesar de que parecía no tener intenciones de verse genial, se veía odiosamente genial? Pues yo me creía la chica que no se tenía que quedar callada por el deslumbramiento. Y... con poco control de la ira.

—?Me estás comparando con un animal? —le pregunté con detenimiento en tono retador.

—Hasta aquí te veo erizada —a?adió, colgándose la mochila en un hombro.

Entorné los ojos.

—Cuidado con lo que me dices porque yo creo que eres todo lo que los demás no admiten —le solté entre dientes.

—Y tú para mí eres más creída de lo que es razonable soportar —replicó sin alterarse en absoluto.

No me lo callé:

—Imbécil.

—Qué poco ingenio para los insultos —se burló descaradamente.

—Tengo más, pero usaré ese para no quedar peor de lo que tu hermano me ha dejado delante de todos —le corregí en un tono tranquilo.

Adrik asintió como si finalmente entendiera algo. Su sonrisa adquirió un aire amargo.

—Ah, claro, Aegan caga y a mí me salpica la mierda —suspiró—. Es bastante justo que por eso me detestes, sí.

Asumía que yo lo detestaba. Mi parte más sensata me invitó a calmarme un poco para dejar de transmitir odio con tanta obviedad. Al final, él no era Aegan, a quien sí quería dirigir toda mi ira sin compasión. Debía aguantarme y no caer en provocaciones. Eso era dar ventaja.

—?Qué libros tienes? —decidí ceder, aunque no muy contenta, para alejar la idea de que ?lo detestaba?.

—Te los dejaré y tú escoges. —Se encogió de hombros.

—De acuerdo —acepté. Mi mandíbula estaba tensa—. Edificio F, piso cinco, apartamento dos.

Adrik hizo un leve asentimiento y me rodeó para avanzar entre la fila de mesas. Quise dejar que saliera primero, pero él se giró como si se hubiese olvidado de decirme algo. Y me lo dijo, mirándome fija y fríamente con sus ojos intimidantes:

—Será mejor que pongas los pies en la tierra, Jude Derry. Estás volando peligrosamente alto.

Salió del aula y me dejó la furiosa sensación de que acababa de amenazarme, sobre todo por el tono bajo y arrastrado en que lo había dicho. Solo en ese momento me di cuenta de que ?lo había invitado al lugar en donde vivía! ?A mi lugar seguro!

Medio ofuscada por ese estúpido error, salí del aula para volver al apartamento. No le presté atención a nada, hasta que llegué en una bicicleta de alquiler. En Tagus, todo el mundo tenía coche, aunque no lo usaban para casi nada porque a las partes centrales e importantes del lugar se podía llegar caminando. Quizá los ecológicos y yo éramos los únicos que no teníamos casi nada.

Cuando abrí la puerta, me encontré a Artie caminando de un lado a otro mientras memorizaba algo para algún examen. Lo solté:

—Adrik va a venir a dejar unos libros.

Se hizo un extra?o silencio en el que Artie quedó en shock con la boca formando una ?O? y con los ojos bien abiertos.

—?Vendrá? —inquirió un momento después con un hilo de voz pasmado.

Solté aire y me moví para dejar mi mochila sobre el sofá.

—Creo que sí. Eso dijo.

—?A este apartamento? —preguntó también.

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