Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

Aegan rio sin despegar los labios, muy confiado.

—Ya me quedó claro que eso es lo que quieres, así que lo tendrás.

De acuerdo, era impresionante su nivel de seguridad. Era impresionantemente estúpido.

—?Cuándo te quedó claro? —volví a preguntar, desconcertada—. ?En el momento en que te dije que eras un imbécil o cuando en la partida de póquer me levanté de la silla y me fui para no seguir viendo tu cara de idiota?

—Cuando te sentaste en esa mesa y me retaste —puntualizó, ahora con los ojos entornados—. Querías mi atención, ?no? Pues la tienes.

No podía creérmelo. Internamente, me dio la risa. Por fuera, solo podía tener cara de ??en serio??. ???Es en serio lo que sale de su insoportable boca?!?

—?Me estás diciendo que prefieres ver lo que sucedió la noche de los juegos como un grito de atención antes de lo que en realidad fue? —solté.

Aegan elevó las cejas, dando a entender que aquello le parecía divertido.

—?Y qué fue en realidad?

—Una demostración de que no puedes ganar siempre —aclaré, seria.

él ensanchó la sonrisa. Unas hendiduras aparecieron alrededor de sus comisuras. Tenía una boca ancha, masculina y maliciosa que me recordó a la del actor Michael Fassbender, solo que Fassbender era todo lo que estaba bien en la vida y Aegan todo lo que estaba mal.

—Sea como sea, nos vemos a las siete —se limitó a decir, poniendo el punto final.

Dio un golpecito a la mesa con los nudillos y se levantó dispuesto a irse.

Pero entonces yo solté, fuerte y claro:

—No.

Aegan se detuvo y se giró de nuevo hacia la mesa. Sus espesas cejas se hundieron, aún con la sonrisa de ganador estampada en la cara.

—?Qué? —me preguntó como si hubiera escuchado un chiste sin sentido.

Di el mismo golpecito que él había dado sobre la mesa y me puse de pie para encararlo. Frente a frente, yo era varios centímetros más baja, sin embargo, pude sostenerle muy bien la mirada.

—Que no voy a salir contigo porque no quiero hacerlo —repetí con una firmeza decisiva.

Y varios me escucharon. De repente sentí muchas miradas sobre mí, pesadas, curiosas, críticas, pero no miré alrededor y no les hice caso. Me mantuve concentrada en los grises, burlones y chispeantes ojos de Aegan para darle peso a mis palabras, para que entendiera que lo había dicho muy en serio.

Lo entendió.

Sus comisuras perdieron fuerza de la misma manera que la noche de los juegos, y su expresión pasó a ser seria, casi severa.

Al ver eso, le regalé una sonrisa triunfal y le palmeé con suavidad el hombro.

—Mejor prueba con las otras nueve de tu lista.

Tomé mi mochila, mi bandeja y avancé por el pasillo del comedor sin mirar atrás. Llegué hasta el fondo, vacié la bandeja, la dejé allí y atravesé las puertas en una salida que no supe si se había visto triunfal, pero que yo sí sentí que lo era.

Me uní al flujo de estudiantes en el pasillo principal. Caminaba, pero ni siquiera sentía las piernas. Ni siquiera me di cuenta de que Artie me había seguido hasta que apareció a mi lado, jadeante por haber venido corriendo.

—?Jude, tienes los ovarios de titanio! —exclamó, tratando de seguirme el paso, hablar y respirar, todo al mismo tiempo—. ?Lo dejaste como culo en agua!

—?Como qué? —pregunté, riendo nerviosamente por esa comparación—. ?Qué significa eso?

—Sorprendido, ahogado, en shock, sin saber qué decir —aclaró, y al instante le restó importancia—. La cuestión es que ha sido épico que lo rechazaras, aunque es obvio que, en cuanto otra chica le diga que sí, todo se le olvidará.

Cierto, había dejado a Aegan sin palabras, pero eso equivalía a hacerle un mal corte de cabello. Al final no pasaría nada. Se iba a sentir avergonzado y enojado un rato, pero luego el cabello le crecería y el corte no sería más que un chistoso recuerdo que poco a poco olvidaría.

—Lo he hecho sin pensar —confesé—. Solo quería partirle la nariz.

—Bueno, no importa —suspiró ella—. Basta con que al menos una vez en su vida una chica lo haya puesto en su lugar. Te aseguro que nadie olvidará lo que has hecho.

Por supuesto que no. En Tagus no se olvidaba nada.

Excepto lo que era conveniente olvidar.

Artie me invitó a tomar uno de esos raros batidos saludables para relajarme en su lugar favorito: Bat-Fit, uno de esos sitios para la gente que quería atrasar el proceso natural de la muerte y que iba al gimnasio. ??Es que ya nadie invitaba a café tras sucesos dramáticos y estresantes?!

Aunque el lugar no estaba mal. Tenía un montón de ventanales y las mesas estaban al aire libre rodeadas por un jardín. Obviamente, todo era ecológico, hasta el papel higiénico en los ba?os. En una de esas mesas estaban Dash y Kiana, así que fuimos directas a sentarnos con ellos. Al hacerlo puse el culo con fuerza contra la silla y solté bastante aire.

—Uh, percibo un aura de enfado por aquí —comentó Kiana al tiempo que se llevaba un vaso ecológico a los labios.

—Siento que podría arrancar la Estatua de la Libertad de su sitio y plantarla en Tombuctú —dije entre dientes. Tiré mi mochila al suelo junto a mí.

Trataba de reprimir el enojo que me había provocado Aegan, pero sentía que todavía me salía un poco por los poros. Ese descaro al decir que yo quería su atención era lo que más me hacía hervir la sangre.

—?Qué ha pasado? —quiso saber Kiana, entendiendo que mi molestia era seria y tenía causa.

No quería contárselo, así que intenté cambiar de tema.

—?De qué es esa llave? —le pregunté, y se?alé la llave plateada y grande que le colgaba en un collar a juego con su ropa. Era un poco rara, no tenía la forma de una llave normal.

—Es mi llave maestra de salas de Tagus —dijo sin darle importancia—. Me la dieron por ser líder del club de pintura. Pero, en serio, ?ha pasado algo?

Artie lo anunció finalmente, incapaz de aguantarse:

—Ay, sí, es que Aegan ha invitado a salir a Jude hace unos veinte minutos.

Kiana y Dash se quedaron en shock. Sus vasos ecológicos se detuvieron a medio camino de sus bocas. Casi pesta?earon al mismo tiempo. Nos miraron alternativamente a Artie y a mí, esperando que alguna desmintiera eso. Luego comprendieron que era cierto.

—?Qué? —escupió Dash, impactado—. ??Y qué dijiste?!

—Que no —contesté con obviedad.

Volvieron a quedarse atónitos. Se miraron las caras y luego me miraron a mí. Su reacción me hizo entender que mi ?no? había sido casi una proeza, algo extraordinario.

—Pero ?mujer, ?de qué [...] tú?! mujer!, ?de qué planeta revolucionario has salido tú? —exclamó Dash, entre fascinado y estupefacto.

—Admito que no me lo esperaba —confesó Artie, aún impactada también—. Creí que Aegan haría cualquier cosa menos esto.

Dash resopló como si ella no supiera nada de la vida. O del trío de hermanos.

—Pues por esa razón lo hizo —aseguró—, porque esperábamos lo peor, no que la invitara a salir. Ha cambiado totalmente de táctica.

Una chica con un uniforme de pantalón y blusa blanca con el sello de Bat-Fit llegó a la mesa en ese instante. Nos miró con cara rara, tal vez porque había escuchado algo, pero se apresuró a parecer servicial y nos preguntó qué queríamos tomar. Artie pidió dos batidos de proteína y chocolate, y la camarera se alejó, aunque echó un rápido vistazo hacia atrás, dando la impresión de querer quedarse cerca para enterarse de lo que sucedía entre nosotros.

Lo que me habían contado sobre ese pobre chico llamado Pierre y los alumnos acribillándolo a preguntas en el debate me había hecho pensar en una teoría conspirativa. ?Y si Aegan tenía espías y servidores en todo Tagus? ?Y si los chicos y chicas, además de ser sus seguidores, también funcionaban como sus sirvientes? él tenía todas las posibilidades de darles algo muy bueno a cambio...

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