—Jude, a esto me refería cuando te dije que las cosas podían ponerse peor —dijo Artie al entender que yo no pronunciaría palabra—. ?Por qué no me haces caso y te alejas de ellos?
De nuevo con el ?aléjate?, que para mí significaba ?huir? y para Aegan significaba ?derrotar?. Era sensato, sí, pero ?yo no quería que los Cash creyeran que me intimidaban! Solo serviría para aumentar el ridículo poder de Aegan sobre Tagus.
—?Crees que esto me asusta, Artie? —le solté absurdamente sin poder evitarlo.
—Debería al menos preocuparte —argumentó ella.
—Los ni?os con hambre son un tema preocupante —dije—, no que Aegan Cash ande pensando que yo intento da?ar su imagen. Eso es una tontería de ni?o malcriado con demasiado tiempo libre.
Artie pesta?eó.
—?Y entonces qué? —Alzó las cejas al caer en la cuenta de que yo podía hacer otra temeridad—: ?No me digas que vas a responderle? Jude...
Le dediqué una sonrisa peque?a, de esas que no revelaban nada. Artie sabía algo. No lo olvidaba. Quizá podría llegar a averiguarlo.
—No, no lo haré —le contesté.
Una expresión de alivio se dibujó en su cara.
—Es lo más sensato —aseguró ella, un poco optimista.
Hice como que me acordaba de algo.
—Pero el dicho dice: el que busca encuentra —a?adí—. Si se mete conmigo, no me quedaré callada.
La expresión de alivio de Artie se esfumó y fue remplazada por una de preocupación. Iba a decir algo, tal vez a tratar de que yo cambiara de idea, pero, en un intento de hacerla hablar, me apresuré a agregar:
—Porque, en definitiva, él tampoco puede hacerme algo realmente... grave, ?no? —Alcé los hombros con indiferencia—. Puede destruir mi vida social, pero a mí me basta con que tú, Dash y Kiana me hablen. No tengo pensado ser la presidenta estudiantil o algo así. Así que eso no me afecta.
Detecté de nuevo esa rara inquietud en Artie, que volvía a morderse el labio inferior.
—Supongo —murmuró al desviar la mirada.
Sonreí amplio.
—Pues entonces estoy a salvo —aseguré.
Ella también se forzó a sonreírme y caminó hacia su habitación, para seguir ocupándose de sus cosas. Pero por un momento se detuvo bajo el marco de la puerta y se volvió para mirarme con lo que me pareció algo de preocupación.
—Solo intenta alejarte, y verás que se olvidará de ti y podrás tener una vida normal —me aconsejó—. Lo intentarás, ?no?
?Qué otra cosa le podía responder a algo tan incierto?
—Claro.
5
El catastrófico ?no?
Que conste que intenté alejarme.
El problema era que el hilo negro del destino (no rojo, porque ese es el del amor) nos tenía atados a mí y a los Cash, y mientras más intentaba alejarme de ellos más alargaba algo que pronto sucedería: un choque catastrófico.
Pero me esforcé, gente, me esforcé. Hablé de ellos y evité sitios en donde sabía que estarían. A eso se había referido Artie, ?no? De igual forma, los días siguientes transcurrieron sospechosamente tranquilos. Así descubrí que Tagus no estaba nada mal. Artie, Kiana y Dash me llevaron a algunos lugares del campus que no conocía y no le prestamos atención a los susurros o a las miradas curiosas. En ciertos momentos, ellos trataron de preguntarme sobre mi familia o de dónde venía, pero les dejé claro que prefería no hablar de eso. A ti te hablaré de eso después, cuando llegue El Momento.
En cambio, yo sí recabé información útil, porque para eso era buena.
Te lo contaré al estilo ?sabías qué?
?Sabías que el padre de los Cash, Adrien, donaba mucho dinero a Tagus, al igual que otras tres familias importantes del estado: los Denver, los Watson y los Santors?
?Sabías que había todo un pasillo de trofeos en uno de los edificios y que, en su mayoría, pertenecían a algún Cash vivo o muerto?
Así que todo fue bien para mí.
Hasta que llegó el viernes.
Era el tiempo libre antes de mi última clase y estaba sentada en una de las mesas del comedor frente a Artie. Ella hablaba sobre que quería formar parte del equipo de planificación de la feria por el aniversario de los fundadores, que sería en unos meses, y yo solo escuchaba ?Bla, bla, bla discurso bla, bla, bla noria bla, bla, bla puntos extras...? mientras comía mis patatas fritas. En cuanto vi por encima de su hombro lo que se avecinaba, me quedé con una patata a medio camino de la boca.
Aegan.
Avanzaba por el comedor en donde Artie me había dejado claro que él nunca ponía un pie, y lo peor fue que no fui capaz de negarme a mí misma que el muy idiota tenía estilo. Llevaba una chaqueta marrón con una camisa blanca debajo, unos tejanos y unas botas trenzadas. Un carísimo reloj adornaba su mu?eca derecha y su pelo azabache lucía impecablemente despeinado.
?De dónde rayos había sacado ese outift? ?De Pinterest?
Lo peor era que le quedaba bien. ?Por qué la maldad tenía que estar en el mismo pack que el atractivo? Qué injusto.
Llegó a la mesa más rápido de lo que habría deseado, y solo cuando tomó asiento junto a Artie con el aire que tendría un rey seguro de que cada centímetro de terreno que pisaba era suyo, ella notó su presencia.
—Ay, Dios, Aegan... —Se sobresaltó un poco y las gafas se le resbalaron hasta la puntita de la nariz.
él la saludó apenas con un gesto de los dedos. Luego me observó con una mirada divertida, de guasón.
—Hace a?os que no entraba aquí —comentó sin tomarse la molestia de decir ?hola?—. ?Siguen sirviendo ese puré de patatas que parece cemento?
Entorné los ojos, tan desconfiada como un soldado al que acababan de obligar a sentarse frente al enemigo. ?Por qué nos hablaba como si hubiésemos estado teniendo una conversación larga y amigable y hubiese muchísima confianza entre nosotros?
Tampoco saludé.
—?Qué quieres? —solté sin más.
Aegan extendió las manos, fingiendo incredulidad.
—?De esta comida? —replicó, y arrugó la nariz—. Nada, nunca me gustó.
—?Qué haces en nuestra mesa, Aegan? —volví a preguntar, más específica.
él pesta?eó.
—?Por qué lo preguntas así? —inquirió, fingiendo estar desconcertado—. Según sé, cualquier persona es libre de sentarse aquí.
?Cualquier persona...? Mis ovarios.
—Pues en nuestro caso nos reservamos el derecho de admisión —dije, y también modifiqué mi voz para sonar falsamente amable.
—No puedes —aseguró moviendo negativamente la cabeza—. Además, tú te sentaste en mi mesa, yo me siento en tu mesa; no veo que haya ninguna diferencia.
—La diferencia es que tú pediste un voluntario aquella noche —le expliqué a su peque?o cerebrito—. Nosotras no hemos pedido que nadie se nos acerque.
Aegan pesta?eó con falso asombro y luego se inclinó un poco hacia Artie.
—Vaya, ?siempre es así de hostil? —le preguntó en un tono más bajo, sin dejar de observarme.
Artie no dijo nada. Estaba incómoda y atónita por la situación.
Yo aparté la bandeja para hacerle saber que había arruinado mi comida y que la seguiría arruinando con su presencia. Le dediqué una dura mirada de advertencia.
—Bueno, al tema —suspiró él, compadeciéndose de mi impaciencia—. Pasaré a recogerte esta noche a las siete.
Un momentito.
—?Eh? —dije, con cara de estar escuchando algo rarísimo.
—Que pasaré a las siete, te informo para que estés lista —me repitió lentamente.
Me pareció que estaba escuchando una de esas bromas odiosas que solo producían molestia en vez de gracia.
—Y harás eso porque...
—Porque vamos a salir... —contestó con tranquila obviedad—. ?Qué más necesitas saber? Cenaremos, hablaremos y luego ya veremos qué pasa.
Pesta?eé, muy confundida. Incluso ladeé la cabeza como un cachorrito ante un sonido desconocido.
—?Tú y yo vamos a salir? —repetí para comprobar si lo había entendido bien.
él asintió.
Hice un falso mohín pensativo, entrelacé los dedos por encima de la mesa y luego lo miré todavía más confundida.
—Disculpa. —Esbocé una falsa sonrisa amable para endulzar mi siguiente pregunta con voz exageradamente suave—: ?En qué parte de esta conversación me lo preguntaste y yo acepté? Porque no lo recuerdo.