No me detuve a fijarme demasiado en la persona que había dicho eso. Se me encendió la bombilla y me apresuré a sacar el teléfono del bolsillo. Luego mostré la pantalla con la hora exacta a todos.
—Técnicamente la hora no ha terminado —defendí con tranquilidad, sin ganas de crear conflicto—. El anuncio decía que las pruebas serían desde las doce y media hasta la una y media. Es la una y cuarto.
Aleixandre asintió como diciendo: tiene sentido.
Pero eso no terminaría ahí.
—Creo que permitirle hacer la prueba no sería justo —replicó de nuevo la chica, haciendo énfasis en su oposición y, para molestarme, hablando sin dirigirse directamente a mí, sino mirando a Aleixandre—. Todos llegamos a las doce y media. Nadie llegó tarde.
En realidad, su argumento era lógico. Llegar tarde cuando los demás habían sido puntuales era una falta de respeto, pero yo tenía una explicación.
—No he llegado a la hora porque el profesor de mi última clase acabó diez minutos más tarde —aclaré para que no pensaran que me había retrasado a propósito.
Pero eso no convenció a nadie. Los demás en la sala apoyaron la opinión de la chica: ?Es verdad?, ?Llegamos a la hora exacta?, ?No puede hacer la prueba cuando se le antoje?... A pesar de ese peque?o alboroto, Aegan continuó concentrado en la tableta, ignorando lo que pasaba, pero quizá escuchando con atención. Aleixandre fue el que paseó la mirada medio entornada y muy divertida sobre cada persona que hablaba hasta que todos se callaron. Después se quedó en silencio, como sopesando la decisión al estilo del presentador de televisión en un momento decisivo.
Noté que tenía la mirada chispeante de alguien para quien todo era un jueguito.
Demonios, ?mi oportunidad de entrar en el periódico dependía del que podía ser el inmaduro de los Cash? ??Por qué me perseguían esas desgracias?!
—Propongo que lo sometamos a votación —soltó con un lento dramatismo.
Listo, perdería. Era obvio que todos votarían en mi contra. él lo sabía. La chica también, porque giró la cara y me dedicó una peque?a y disimulada sonrisa de satisfacción. ?Has visto la película Legalmente rubia? Pues me miró de la misma forma que Vivian Kensington miró a Elle Woods cuando mostró su anillo de compromiso.
De acuerdo, sería un día pésimo. Pensé en darme la vuelta e irme y no jugar a ser Elle, pero habría sido de cobardes. Así que al final decidí enfrentar el momento con la misma cara seria y firme con la que Elle había afrontado a la gente de la fiesta a la que llegó vestida de conejita.
Las cabezas asintieron con cierta duda. La mayoría aceptaron la idea.
No, no lo estaba, pero discutir por ello me habría hecho quedar peor.
—Supongo —fue lo que dije.
—Lo haremos así —asintió él. Hizo una peque?a pausa y luego lanzó algo que nadie se esperaba—: Pero pondré algunas condiciones.
La chica hundió las cejas, entre confundida y contrariada. Incluso a mí me tomó desprevenida eso. Qué tipo de condiciones, ?eh?
Aleixandre lo explicó con una voz de ?esto será interesante?:
—Si dejamos que ella haga la prueba, cualquiera que llegue tarde en lo que resta del semestre, por cualquier razón, no tendrá ningún tipo de problemas. Si no dejamos que haga la prueba, será lo contrario: nadie podrá llegar tarde, ni un minuto más de la hora acordada o será expulsado del periódico. Así que ?quiénes están en contra de que la chica tenga una oportunidad?
Quedé tan atónita como la imitación de Vivian. Algunos se miraron las caras mientras que otros solo se encogieron de hombros. El silencio fue espeso mientras Aleixandre esperaba que alguien votara para que yo no hiciera la prueba.
Sorprendentemente, nadie alzó la mano.
—?Está decidido entonces? —preguntó él.
Esperó unos segundos más por si alguien soltaba alguna objeción, pero todos se quedaron callados. Luego me miró con una sonrisa triunfal. Por alguna razón, también quise sonreírle, pero no abusé de mi suerte. Ni quise confiar mucho tampoco, a pesar de que esa condición se inclinaba más hacia mi lado. ?Es que le caía bien? No podía ser posible.
Pero decidido. Tendría mi oportunidad.
—?De qué va la prueba? —pregunté, encendiendo motores en mi cerebro para hacerlo bien.
—Será la misma que hicieron los demás —me contestó Aleixandre—. Tendrás que escribir un artículo...
—Sobre mí —lo interrumpió Aegan de pronto.
En la sala flotó un silencio de asombro. Yo me quedé congelada, y estuve segura de que los demás también. Incluso el tonto reloj de gato de una de las paredes también tuvo que haberse paralizado.
?En serio? Aegan acababa de alzar la mirada del iPad para decir eso. Ahora sus ojos grises y felinos estaban fijos en mí. Sin sonrisa, pero con un natural aire de burla y de superioridad.
Aleixandre lo observó, desconcertado.
—Pero esa no es la...
—Escribirá un peque?o artículo acerca del presidente del consejo estudiantil —especificó Aegan, mirando a su hermano con autoridad, en un claro: ?Ni intentes contradecirme?—. Les dirá a los alumnos nuevos lo que necesitan saber sobre mí. Y lo vamos a publicar.
Eso calló a Aleixandre de una forma interesante. Le vi la intención de refutar a Aegan, pero el chico solo cerró la boca y asintió. Su sonrisa de entusiasmo flaqueó un segundo antes de volver a mirarme y a dibujar de nuevo una expresión divertida y segura.
Vaya, así que un hermano mandaba más allí.
Pero lo que no pudo fue callar la sorpresa de alguien más:
—??A publicar?! —intervino de nuevo la misma chica de antes—. Pero eso es demasiado, los aspirantes no pueden...
—No hemos hecho ninguna nueva publicación en el perfil de Instagram del periódico desde ayer —la interrumpió Aegan, aunque en un tono menos duro; sabía que debía cuidar cómo hablaba a las personas que lo seguían—. Nos servirá para hoy. Y será bueno, ?verdad, Jude?
Enarqué una ceja.
—Pero al parecer esa no es la prueba que los demás hicieron —dije, se?alando su injusticia.
—Es la que tienes la oportunidad de hacer tú —contestó Aegan, y su tono dejó claro que no pensaba cambiar de opinión—. Si no estás de acuerdo, puedes irte. Aunque, si eres inteligente, sabrás qué debes hacer.
?Sabrás qué debes hacer...?
Por un instante no había entendido el objetivo de todo eso, pero esa frase cambió toda mi perspectiva. Aquello era personal. No me gustaba lo que estaba ordenando, pero ya no podía retractarme de nada. Si me levantaba de la silla, sería como perder en un ring de boxeo, porque Aegan acababa de iniciar pelea.
Me descolgué la mochila para sacar mi bolígrafo y una hoja en la que pudiera escribir, pero....
—No, lo escribirás ahí para que todos podamos verlo. —Aegan se?aló la pizarra digital en la que la imagen había cambiado y se mostraba un cuadro blanco para escribir texto—. Y cuando acabes, puedes presionar en publicar.
Me bastó ver su disimulada sonrisa de altivez para captar el resto de sus objetivos.
Escribir un artículo sobre él. Delante de todos. Más allá de darme la oportunidad de presentar la prueba, lo que Aegan estaba haciendo era darme la oportunidad de enmendar mi error durante la partida de póquer. Y era, de hecho, una idea cruelmente ingeniosa, porque, sabiendo que mi imagen ante la mayoría de los estudiantes era la de ?la chica que había salido de la nada a desafiarlo creyéndose superior?, mi única opción en ese momento era escribir algo bueno sobre él, lo cual pisotearía el haberlo llamado imbécil y sería tomado como un: ?Estoy arrepentida de haberlo insultado?.
Lo peor era que él creía que yo iba a hacer eso. Su carota de idiota transmitía un: ?Anda, te estoy permitiendo redimirte?.
En serio, Aegan, subestimarme siempre fue tu peor error.
Acepté el desafío.