Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

Dejé mi mochila sobre el asiento, fui a la pizarra y tomé el lápiz digital. Como la pizarra era giratoria, la volteé, de modo que nadie pudo ver nada mientras me dediqué a escribir. Ni tampoco pudieron detenerme.

Durante todo el rato sentí las miradas pesadas y juzgadoras sobre mí, esperando. Hubo algunos cuchicheos. Mi mano no paró de moverse, inspirada. En cuanto terminé de escribir, le di a publicar, luego le di la vuelta a la pizarra, me dirigí a mi silla, tomé mi mochila y, como acto final, me fui del aula sin decir nada y sin permitir que me dijeran nada, porque algo así se terminaba con una salida épica.

Lo que todos debieron ver decía:

El consejo estudiantil de Tagus puede ser difícil de entender en un principio, pero no es más que un grupo dedicado a defender los derechos de los alumnos. Su presidente, Aegan Cash, lo asegura. Confiable y multifacético, su apellido le precede. Es posible que su actitud intimide, pero esto le sirve para liderar con responsabilidad y firmeza, y para esconder muy bien su defecto principal: que es un auténtico idiota que cree en costumbres prehistóricas y al que, dicen por ahí, no deberías atreverte a desafiar. En tu primer a?o tienes dos opciones entonces: amarlo o meterte bajo una piedra para que no te pise con su bota machista.



Tal vez pude haberlo redactado mejor, pero me sentí muy satisfecha.

Por supuesto, eso no era lo peor que iba a pasarme ese día. No era de lo que hablé al principio del capítulo, porque esto solo fue el desencadenante.

Si con ese artículo yo le había enviado a Aegan un mensaje de: ?No me provoques porque te puedes llevar una sorpresa?.

él me enviaría uno peor: ?Yo siempre responderé a tus ataques?.

Empecé a notar que algo sucedía mientras caminaba por el pasillo del segundo piso. Algunas chicas no me prestaban la más mínima atención, lo cual era normal, pero hubo otras que me echaron miradas chismosas. Otras pasaron junto a mí, miraron su móvil, me miraron a mí de forma despectiva y se susurraron cosas. ?Y sus modales? Seguramente los reservaban para las comidas importantes.

Supuse que les habrían enviado el artículo, así que las ignoré y bajé las escaleras al piso principal. Ahí, otro grupo de chicas hizo lo mismo. Esa vez no susurraron, sino que soltaron risas burlonas. Un par de chicos incluso me miraron dándome un repaso descarado, curioso, como si necesitaran ver qué tenía para ofrecer. Todo eso me pareció muy raro, muy sospechoso. Había algo más, aparte de mi artículo, pero continué con la cabeza alta y mi mejor cara de ?no me importa lo que están pensando?.

Ya cuando atravesé la puerta y salí del edificio, unas chicas cerca del barandal de la entrada me vieron y pusieron mala cara. Me acerqué de forma intencional al gran tablón que estaba junto a ellas en el que solían poner anuncios de futuros eventos y fingí leer las fechas de las actividades de la facultad de Arte. Pude escuchar que una de ellas decía: ?No lo hizo en serio; es obvio que ella babea por él?.

De acuerdo, algo pasaba. Algo que tuve la repentina y amarga sensación de que no me iba a gustar. Algo que, por desgracia, debía provenir o tener que ver con Aegan, y que no estaba relacionado precisamente con mi artículo.

Fui directa hacia mi edificio. Para llegar rápido tomé una bicicleta de las estaciones disponibles para estudiantes. Durante todo el trayecto traté de darle una explicación a las miradas y susurros, pero todo me hizo sospechar que se trataba de algo nuevo.

Y lo era.

Apenas crucé la puerta de entrada al apartamento, me sentí un poquito aliviada. Ahí no había miradas ni comentarios ni rechazo. Era un lugar peque?o, pero seguro. Paredes blancas, una salita y, en el fondo, tres puertas, una de ellas la del ba?o. Además, un ventanal nos ofrecía la vista de la calle. Artie había puesto una maceta sobre la mesa central porque decía que las plantas daban buena energía al ambiente. Yo no había puesto nada porque ni siquiera creía en mí misma.

Bueno, Artie salió de su habitación apenas oyó que cerré la puerta. Vestía shorts de pijama, tenía la cara cubierta con una mascarilla facial de color verde, el cabello oscuro recogido en dos mo?os a los lados y unas pantuflas de motitas. Sus ojos verdes se veían preocupados. En sus manos, contra su pecho, sostenía su móvil.

—?Qué está pasando? —pregunté finalmente yendo directa al grano.

—?No lo sabes? —respondió ella al instante, un tanto sorprendida—. ?No lo has visto?

Ay, Zeus. Había algo que ver.

—No, ?qué es? —quise saber tras tomar aire.

—Pues resulta que alguien le ha hecho una entrevista a Aegan para la sección de entretenimiento de la revista de Tagus y una de las cosas que le ha preguntado es si podía nombrar a diez chicas con las que querría salir...

Me pasó su móvil. Callada y con el corazón acelerado por un peque?ito temor a no sabía qué, vi el trozo de artículo digital de la entrevista, muy al estilo de esa revista juvenil Tú. Primero decía lo mismo que me había dicho Artie, y luego agregaba que: desde su perspectiva esas eran las chicas que Aegan elegiría para salir.

Diez números.

Diez nombres.

Diez opciones a escoger.

Y allí estaba yo:

Jude Derry.

Candidata para salir con un Cash.

No pude creerlo.

Bueno, sí podía creer que Aegan hiciera algo así, pero me quedé muy impactada de todos modos. Lo lógico habría sido que, tras mostrarle mi artículo despectivo, él me ignorara para siempre, pero no. Eso solo había sido un error más que a?adir a la lista de errores cometidos por Jude con los Cash, y también un mensaje de su parte: ?No se me ha olvidado ni se me olvidará lo que hiciste?.

Sabía lo que significaba esa lista. Sabía lo que significaba todo. Era un inteligente contragolpe, porque así le demostraba a la gente que mi insulto no lo había intimidado y, al mismo tiempo, incluso podía hacerles creer que en privado yo me había retractado o que estaba bien con él. Ese había sido su objetivo: dejar claro que ?esa chica nueva, Jude?, que se había atrevido a insultarlo, no era una amenaza para él y que su reputación de chico deseable seguía intacta.

Así eran las ridículas guerras de los chicos de la élite, y yo ya estaba metida en una.

—Jude... —me dijo Artie ante mi silencio.

—?Qué? —respondí de forma automática.

—Di algo —me pidió con inquietud—. Si te quedas callada y seria, me asustas.

Cuando la miré, me di cuenta de que me observaba con mucha preocupación.

?Qué podía decirle? Esos días compartiendo apartamento con ella me habían permitido darme cuenta de que no era como las otras chicas, aunque se esmeraba muchísimo en serlo. En realidad, era muy buena estudiante, tenía una exagerada preferencia por los chalecos y no juzgaba a la gente al primer vistazo. Tal vez lo malo era que temía demasiado el poder de los demás, sobre todo el de los Cash, y que eso hacía que evitara ser perjudicada por ellos, pero como compa?era era mejor de lo que había esperado.

El problema era que la Jude de ese momento no sabía cómo confiar en las personas. No era de las que contaban sus más peque?os secretos solo para confraternizar. Iba por la vida desconfiando mucho de todos, incluso de los que se veían confiables, así que hubo cosas sobre mí que en ese momento preferí guardarme, como por ejemplo lo que en realidad estaba sintiendo por el hecho de que Aegan estaba centrando su atención en mí. Era algo parecido al asombro, pero también al miedo.

Por supuesto, nadie debía ver ese miedo.

Recordé mi artículo y supuse que por esa razón Aegan había publicado las respuestas a la entrevista. Busqué en mi móvil el perfil de Instagram del periódico para curiosear qué había comentado la gente a lo que yo había escrito. En cuanto entré, no había tal publicación.

?El imbécil había borrado mi artículo!

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