—No es necesario que lo seas para que vengas conmigo —me aseguró con suma tranquilidad.
—El otro problema es que tal vez no quiero ir contigo —rebatí.
Aleixandre reprimió una risa y la comida salvó el momento. De repente, la trajeron. Me pusieron enfrente dos platillos que jamás había visto ni probado. Uno era un tazón con fideos y trozos de algo que parecía carne. En el otro había varias rodajas algo gruesas de color amarillo con puntos de alguna crema en el centro. Pensando que ya se había acabado el tema de ir juntos al evento, tomé mis palillos y cogí una de esas rodajas.
Sentí que Adrik me estaba mirando fijamente, pero era momento de comer, de disfrutar, de llenar la panza sin oír la insoportable voz de Aeg...
—Cuando quieras negar algo, asegúrate de no decir ?tal vez? —me lanzó él justo cuando yo estaba a punto de meter la rodaja en mi boca—, porque dejas la posibilidad abierta.
Y en su rostro de atractivo demonio que por desgracia la genética le había concedido, apareció una sonrisa que solo podía emanar malicia. Encontré de nuevo ese brillo salvaje y desafiante en su mirada entornada. Se estaba burlando sin decir una jodida palabra, ?eh? Pues le respondería. Ya enojada, preparé una respuesta monumental para él, una maravillosa que iba a dejarlo callado, pero antes me comí la rodaja y la mastiqué y tragué rápido para poder hablar.
Obviamente, todo me salió mal.
Solo sé que, primero, las palabras no me salieron, y que cuando él vio que no me salieron, aprovechó y a?adió con divertida malevolencia:
—Estoy seguro de que estarás preciosa con el vestido en el evento.
Tras eso, un cataclismo estalló en mi boca y en mi garganta. Todo y todos desaparecieron de mi alrededor. El sabor de aquella rodaja que me había zampado a toda velocidad detonó con el mismo impacto que una bomba nuclear. Sentí lo picante, lo ardiente y luego un vapor caliente que subió hasta mi nariz y me picó con maldad. Entonces todo mi rostro se transformó. Con la boca abierta, los ojos desorbitados y la cara a punto de ponérseme roja, lo único que pude pensar fue: ???Qué demonios es esto?! ???Por qué pica tantooo?!! ???Necesito agua ya mismo!!!?.
—Ay, Jude, ?qué sucede? ?Estás bien? —escuché que me preguntaba Artie.
—???Agua!!! —grité.
Me lancé a por ella. Como si fuera el último vaso de la tierra, lo agarré y me eché hacia atrás para que el líquido entrara mejor en mi boca y pudiera tragármelo sin parar. Pero ?lo picante no desapareció! Así que me lancé a por el vaso de Artie, tirando los cubiertos al suelo en el intento. Bebí otra vez, desesperada, sin ser consciente de que los demás me observaban porque estaba haciendo todo de forma urgente y angustiada.
Solo escuché las voces discutiendo muy rápido a mi alrededor.
Aleixandre:
—?Pidió comida picante?
Artie, preocupada:
—Creo...
Aleixandre, confundido:
—Pero ?por qué se lo ha comido así si sabía que era picante?
Artie, asustada:
—?Creo que ella no lo sabía!
Aegan:
—Le dije que no lo pidiera.
Artie, más asustada:
—?No fuiste nada específico!
Aegan, ofendido:
—?Me estás culpando entonces?
Artie, el triple de asustada:
—?Pudiste habérselo dicho!
Aegan, desafiante:
—Mira, ten mucho cuidado con lo que dices, Artemis.
Artie, enfadada:
—?No sé si sabes que podría morirse!
Aegan, imbécil:
—??Quieres ponerme una demanda entonces?! Mejor cállate. No ayudas nada.
Aleixandre, el único sensato:
—?Traigan leche, por favor! ?Neutraliza más rápido el picante!
Atacando todos los vasos de agua de la mesa e incluso la jarra de la mesa, provoqué un desastre. Por un lado, sabía que lo estaba haciendo, pero, por otro, que era el lado de mi cuerpo intentando sobrevivir al fuego del picante aún en mi garganta, no me importó. Mis ojos lloraban, la nariz me picaba, mi lengua parecía estar viviendo un infierno. Desesperada, incluso bebí agua y luego la escupí para limpiar mis papilas gustativas. Los platos cayeron, las sillas se arrastraron hacia atrás. Oí a Aegan diciéndome que parara, a Artie intentando ayudarme de alguna manera, a Aleixandre pidiendo que trajeran rápido la leche...
Cuando vi la leche en la mano del camarero, se la arrebaté como un cavernícola debía de arrebatar un trozo de carne a otro cavernícola. Ni siquiera respiré mientras me la bebía. Poco a poco, el picor comenzó a desaparecer. No fue tan rápido como esperaba, pero desde luego la leche me ayudó. Mi pecho convulsionado se calmó y comenzó a aminorar su ritmo enloquecido.
El fuego se fue reduciendo...
Al final solté un jadeo fuerte y caí sentada en mi silla. El mundo volvió a aparecer ante mí y a tener sentido, y recorrí el lugar con la mirada. Había un silencio general. Los hermanos estaban de pie alrededor de la mesa, mirándome, atónitos. El camarero pesta?eaba con perplejidad. Desde las otras mesas, la gente me observaba, sorprendida. Artie estaba junto a mí con las manos sobre la boca y las cejas arqueadas de miedo y preocupación.
Ay, Dios...
Acababa de hacer el ridículo.
Lo cual no era una novedad.
—Disculpen —dijo Adrik, rompiendo el silencio y dirigiéndose a algún camarero imaginario—. ?Me pueden servir una copa de cloro con unas gotas de ácido?
A decir verdad, a mí también me habría venido bien ese combinado en una copita.
La cena quedó arruinada, por supuesto. Mi plan de fastidiar a Aegan, arruinado. él pagó los platos y vasos destrozados y luego pidió comida para llevar. Después Aleixandre se fue por su lado y los cuatro que habíamos llegado juntos tuvimos que volver al apartamento de la misma forma, en el mismo vehículo, con el mismo denso silencio.
?Qué había descubierto durante esa cena?
Que no debía pedir comida solo por su nombre.
Que Aegan necesitaba controlarlo todo.
Que Aleixandre era una copia de su hermano mayor.
Y que Adrik era tan indescifrable como un manuscrito escrito el a?o 1 antes de Cristo.
Lo demostró en el preciso momento en que Aegan aparcó frente al edificio, porque abrió la puerta, se bajó y fue a su auto para arrancar y largarse. No dijo nada ni se despidió.
Artie, por su parte, habló en tono cordial:
—Adiós, Aegan.
él no le respondió y ella entró en el edificio. Yo no pensaba despedirme. Mi intención era abrir la puerta para bajarme también y darle la espalda, pero Aegan me tocó el codo.
—Espera un momento —me pidió.
—Mira, no sabía que era comida picante, ?de acuerdo? —me apresuré a dejar claro. Me negaba a recibir cualquier tipo de reproche—. Y estaba demasiado picante, no exageré, sentía que...
—No es eso... —me detuvo, entornando los ojos.
—Ah.
Volví a acomodarme en el asiento, interesada en saber qué idiotez diría. Estábamos solos, no había gente alrededor, no estaban Artie ni sus hermanos. Esperé que dejara de fingir, porque yo quería ver al verdadero Aegan, el que sabía que estaba ahí dentro, no a ese personaje que usaba para salvaguardar su imagen.
Lo que esperé no llegó.
—Quiero salir contigo —me dijo finalmente—. Como ya sabrás, será solo durante noventa días. En ese lapso de tiempo, hay algunas indicaciones que debes seguir. No son demasiadas, pero cada una es importante para...
—?No alterar al macho dominante que es obvio que hay en ti? —completé con una ceja enarcada.
—Para mantener un equilibrio entre tú y yo —me corrigió.
Solté una risa absurda, sin rastro alguno de diversión.
?Indicaciones? ?Unas indicaciones como si él tuviera el derecho a poner pautas sobre la gente? No pude evitarlo, eso se clavó hasta en mi apellido, por lo que la llamita que mencioné anteriormente se transformó en un fuego que prometía arder en ansias de consumirlo.
—?Qué pasa si yo no quiero que haya ningún equilibrio? —refuté.
Aegan dijo simplemente:
—Entonces nos llevaríamos muy mal.