—Aden —dijo en voz alta, mientras avanzaba. No lo veía, pero sabía que no había podido alejarse mucho.
El precioso lobo negro, más alto de lo que ella recordaba, y más grande, saltó frente a ella en el mismo momento en que superaba la fila de árboles que había delante del instituto. Mary Ann gritó y se llevó la mano al corazón.
El animal gru?ó. Tenía los ojos muy brillantes.
?Tranquilízate. No te voy a hacer da?o?.
Mary Ann se dio la vuelta, porque pensaba que había alguien detrás. Sin embargo, el lobo y ella estaban solos.
—?Quién ha dicho eso? —preguntó con la voz temblorosa.
?Como yo soy el único que anda por aquí, creo que puedes suponer que he sido yo?.
Mary Ann miró al lobo, y se dio cuenta de que no había nadie junto a él.
—No tiene gracia —dijo—. ?Quién está ahí?
?Me encanta que me ignoren, de verdad. Mira, soy grande, y soy negro. Estoy ante ti?.
Ella miró por los arbustos que la rodeaban.
—Ya te he dicho que no tiene gracia.
?Estás perdiendo el tiempo si buscas a otro, chica?.
Mary Ann se fijó de nuevo en el lobo y soltó una carcajada seca.
—Tú no puedes hablar. Es imposible. No eres humano.
?Qué lista, te has dado cuenta. Y tienes razón en otra cosa: no estoy hablando. Al menos, en voz alta?.
No. Era cierto. Aquella voz áspera sonaba dentro de la cabeza de Mary Ann.
—Esto es absurdo. Imposible.
?Algún día te reirás de lo que acabas de decir, porque estoy a punto de abrirte los ojos a un nuevo mundo. Los hombres lobo son sólo el comienzo!
—?Cállate! —dijo ella, y se frotó las sienes.
Era una locura. Se había vuelto loca. Tenía que ser una alucinación, porque de otro modo, no tenía sentido. ?Un hombre lobo que la acompa?aba al instituto y la esperaba a la salida? ?Un hombre lobo que hablaba con ella por telepatía?
Mary Ann se adelantó y se detuvo justo antes de tocarle la nariz al lobo.
—?Hay diferencias entre un lobo y un hombre lobo? —preguntó ella, y tragando saliva, alzó el brazo.
?Por supuesto. Un lobo es sólo un animal, y un hombre lobo es capaz de convertirse en hombre. ?Qué estás haciendo??.
—?No lo sabes? ?Es que no puedes leerme el pensamiento? Ya estás dentro de mi cabeza.
?No, no puedo leer el pensamiento. Pero puedo ver las auras, los colores que están a tu alrededor. Esos colores me dicen lo que sientes, y me facilitan el saber lo que estás pensando. Pero, en estos momentos, esos colores están tan mezclados que no veo nada.
—Bueno, pues voy a tocarte. Estate quieto, por favor. Y si me muerdes, yo… yo…
él puso los ojos en blanco con un suspiro de resignación.
??Qué? ?Me vas a devolver el mordisco? ?Con esos dientes insignificantes??.
No había respuesta que pudiera intimidar a una bestia tan irreverente, así que Mary Ann se quedó quieta. Y él también. Ni siquiera parpadeó cuando ella volvió a alargar el brazo con el dedo índice extendido. Mary Ann estaba temblando. Finalmente, le tocó el pelo. Era un pelo suave, sedoso.
—Eres de verdad —dijo.
Aquello no era una alucinación. Era de verdad, y estaba hablando dentro de su mente, leyendo su aura. ?Cómo era posible? Y, algo todavía más increíble, estaba diciendo que era un hombre lobo y que podía hacerse humano. Aquello era… Aquello era… Dios santo.
A él se le escapó un gemido.
?Ráscame detrás de la oreja?.
Mary Ann, sin saber lo que estaba ocurriendo, obedeció.
A él se le escapó otro gemido, y ella recuperó el sentido común. Estaba prolongando el contacto de manera voluntaria.
Dejó caer el brazo a un lado, porque de repente le pesaba demasiado.
—Eres real —dijo otra vez. Lo cual significaba que no se había vuelto loca.
Durante un momento, él no respondió. Sólo cerró los ojos, disfrutando del efecto de su caricia. Después abrió los ojos, verdes y feroces, y gru?ó.
?Vamos al grano, ?te parece? ?Qué es lo que sabes del chico??.