—?Y por qué no me lo habías dicho?
—Quería estar contigo sin que eso nos afectara. No me habrías besado —respondió Victoria, mirándolo con intensidad.
—No te vas a casar con él. Claro que no.
—Mi padre desea ese matrimonio porque la familia de Dmitri es muy fuerte. No puedo librarme de él. Si lo hiciera, habría muerte y derramamiento de sangre. Y dolor. Oh, Dios, el dolor que él puede causar… No sólo a mí, sino a todos los que tú ames. Lo siento, Aden. Lo siento mucho.
A cierta distancia sonó el chasquido de una rama. Riley inhaló bruscamente y puso a Mary Ann detrás de él.
—Malditas brujas —dijo.
Comenzó a quitarse la ropa rápidamente y se quedó desnudo. Mary Ann, que lo estaba mirando, se ruborizó, y entonces, él estaba transformándose en lobo. El pelaje comenzó a brotar de su piel, y los huesos se alargaron, y tomaron otras formas hasta que Riley estuvo a cuatro patas, ense?ando unos dientes afilados.
—?Brujas?
Victoria se giró con el ce?o fruncido.
Aden tuvo que controlar sus emociones al ver como de entre los árboles salían varias mujeres que rodearon a su grupo.
—Romped el círculo antes de que se solidifique —gritó Victoria.
Estaba junto a él, pero al segundo siguiente ya no estaba. Se movió con tanta rapidez, que Aden sólo vio un borrón. Cuando llegó al borde de los árboles, donde estaban las mujeres, chocó contra algo como un muro invisible y cayó de espaldas.
Aden echó a correr y se colocó delante de ella. Todos los ojos estaban clavados en él. Se inclinó y se sacó las dagas de las botas. Mantuvo la plata escondida apretándola contra los brazos, con las empu?aduras bien agarradas.
Estudió a las mujeres con atención. Eran ocho, y llevaban unas capas blancas con capuchas que les cubrían la cabeza y escondían sus caras en las sombras. Irradiaban poder.
—Por fin te hemos encontrado —dijo una de ellas, con una voz extra?a e hipnótica. Dio un paso adelante. Tenía un largo pelo rubio que se le escapaba de la capucha y le caía por los hombros—. El origen de la llamada.
Riley rugió.
Dentro de la cabeza de Aden, Caleb estaba tartamudeando, algo que no había hecho nunca.
?Cre-creo que la conozco?.
Aden estuvo a punto de soltar un gemido. Eve había dicho exactamente lo mismo cuando había conocido a Mary Ann. ?Acaso Caleb tenía alguna relación con las brujas? Tal vez Aden debería haber estudiado la lista de los fallecidos y haber averiguado exactamente quiénes estaban dentro de su cabeza. Pero había estado demasiado deprimido, demasiado preocupado. Tenía que remediarlo.
Si vivía para contarlo.
—No puedes conocerla —susurró—. Ni siquiera puedes verla.
?Pero puedo sentirla. Pídele que se quite la capucha. Por favor, Aden. Por favor?.
—Deja que te vea la cara —le dijo Aden, después de un momento de vacilación.
Su petición fue ignorada, y Caleb exhaló un suspiro de frustración.
De nuevo, Riley gru?ó.
—?Cuál de vosotros nos conjura? —preguntó otra, ignorando también al lobo, como si no tuviera importancia.
Victoria se puso en pie detrás de él, jadeando, con la ropa llena de hojas.
—Dejadnos en paz —dijo—, o sentiréis la ira de mi padre.
La palabra ?vampiro? reverberó por el bosque, entremezclada con miedo y furia.
Aden alzó la barbilla y abrió la boca para admitir la verdad.
—No, Aden —dijo Mary Ann—. No, por favor.
él continuó.
—Yo soy quien os ha llamado. Dejad marchar a los demás.
??Pídeselo otra vez!?.
—Ahora, por favor, muéstrame tu cara.
—Miente —gritó Victoria—. No lo escuchéis. Yo soy aquélla a la que buscáis.
Como habían hecho con el lobo, la ignoraron.