Entrelazados

Al principio, Mary Ann intentó quedarse inmóvil. Aquello no le demostraba nada. Nadie podía recordar toda una vida tan deprisa.

—He vuelto. He estado allí, en la casita en la que vivíamos tu padre y yo. Estaba embarazada de ocho meses y estaba tendida en el sofá, acariciándome el vientre mientras te cantaba una nana, con una tarta de cerezas junto a mí, en la mesa. Lo recuerdo todo. La casa tenía un papel de flores muy feo en las paredes, y los muebles eran viejos, pero todo estaba muy limpio, y yo lo adoraba todo. El sofá naranja, la butaca amarilla. Había trabajado de camarera para ayudar a pagarlo. Y como mi primer recuerdo de Aden no es de cuando vivíamos al lado, supongo que sus padres se mudaron. Durante todo este tiempo… Si él se hubiera quedado, yo habría visto crecer a mi ángel. A mi precioso ángel.

Mary Ann recordaba aquel papel de flores, y los muebles. Había vivido en aquella casa durante sus primeros diez a?os. Había utilizado aquellos muebles mientras su padre terminaba los estudios y después trabajaba como un animal para pagar las deudas.

Carolyn hubiera podido cambiar la decoración, pero no lo había hecho. Lo había dejado todo igual. ?Era un tributo a su hermana, a la que envidiaba y a?oraba a la vez?

Eve no podría saber esos detalles a menos que realmente fuera su madre. Durante un instante se quedó demasiado anonadada como para reaccionar. Después sintió una gran alegría, una alegría que la invadió por completo.

Eve le acarició el pelo.

—Dime que tu tía Carolyn te trató bien. Dime que has sido feliz.

Ella abrazó a Eve. Entonces, Mary Ann se sintió como si estuviera en casa, rodeada de amor y luz.

—He sido feliz —le dijo a Eve—. Me trató como si fuera suya. Y creo que te echaba de menos. No cambió nada de la casa, e incluso eligió unos colores muy parecidos cuando nos cambiamos de casa, seguramente para que las dos nos sintiéramos todavía cerca de ti.

—Así que me perdonó. Gracias por decirme esto —murmuró Eve. Se apartó de Mary Ann y la miró con los ojos empa?ados—. Oh, mi querida ni?a. Te adoré desde el primer momento, cuando supe que estaba embarazada. Me imaginaba que las dos estábamos tumbadas juntas en el jardín, o de compras, o jugando como yo hacía con mi madre. Supongo que tu padre te puso mi nombre y el nombre del hospital en el que habías nacido.

Mary Ann asintió. Con un gemido, volvió a abrazar a Eve. Estaba llorando profusamente, y las lágrimas le quemaban la piel. Había tenido algo que la mayoría de la gente no tenía: una segunda oportunidad para amar, para disculparse.

—Siento haberte matado. Fue culpa mía. Te dejé vacía, te impedí que usaras tu habilidad.

—Oh, no, mi amor. No pienses nunca eso. Tal vez anularas mi capacidad para volver atrás, pero yo me sentía feliz por ello. Muchas veces estropeé mi presente al cambiar algo del pasado. Por primera vez en mi vida, no podía viajar atrás ni deliberadamente ni accidentalmente, así que el futuro maravilloso que yo veía por delante estaba seguro. Los nueve meses de mi embarazo fueron los más felices de mi vida. Lo que me diste… Nunca podré agradecértelo de nuevo. Y creo que fue mejor para ti que yo no estuviera allí. Conociéndome, habría intentado volver atrás y arreglar todo lo que fuera mal en tu vida. Tal vez te hubiera da?ado, o matado. Y no habría podido vivir con eso. Ni yo, ni tu padre. él siempre fue muy bueno. No seas muy dura con él por haber guardado este secreto. Yo fui una parte muy difícil de su vida. Y también buena —explicó con una sonrisa—. Podíamos estar juntos, en el jardín, durante horas, mirando las estrellas, abrazados.

Mary Ann apoyó la mejilla en el hombro de su madre.

—?Y Aden? ?Ha sido bueno contigo?

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