Riley abrió la boca para responder, seguramente para decirle que ella no iba a acercarse a la pelea, pero se lo pensó mejor.
—Necesitaremos armas —dijo Aden—. Y también tiempo. Tiempo que yo no tengo, a causa de las tareas del rancho, y de la vigilancia. Pero no quiero que vayáis sin mí —dijo.
—Yo puedo conseguir las armas —dijo Riley—. Y llamaré a mis hermanos. Ellos nos ayudarán.
—?Tienes hermanos? —le preguntó Mary Ann con los ojos abiertos como platos.
Riley asintió.
—Cuatro de sangre, que se criaron como yo, y muchos de raza.
—Vaya.
Aden percibió la incertidumbre del tono de voz de Mary Ann, y se preguntó en qué estaba pensando.
—Les caerás bien —le prometió Riley—. No te preocupes.
Ah. Entonces lo entendió. Miró a Victoria.
—?Tú tienes hermanos?
—Tengo dos hermanas mayores, Lauren y Stephanie. Y siento decirte esto, pero tú no les vas a caer bien. Te lo digo como advertencia, porque ma?ana las conocerás en el baile. Eres humano, y ellas consideran que los humanos sólo son una fuente de alimento. Ellas ya cuestionan mi… interés por ti.
—No me des explicaciones —le dijo. Había sido despreciado por los demás durante toda su vida, y a?adir unos cuantos nombres más a la lista de gente que lo odiaba no era para tanto—. A mí sólo me importas tú.
De repente, Victoria lo abrazó y lo besó. Pese a la sorpresa, Aden la estrechó contra sí y la besó con toda su alma. En aquel momento fue capaz de olvidar sus problemas, el futuro. Victoria también. Se echó a reír de felicidad y echó la cabeza hacia atrás, y observó los árboles que había sobre ella.
—Siempre me asombras —dijo—. En toda mi vida, nadie había conseguido asombrarme, y tú lo haces una y otra vez. Esperaba que salieras huyendo del peligro. No lo has hecho. Esperaba que me odiaras por lo que soy. No lo has hecho. Esperaba que los prejuicios de mi familia te hicieran da?o. Y no es así.
él miró a la preciosa chica de sus sue?os.
—Porque, bueno… —Aden carraspeó. No iba a admitir que la quería con testigos delante—. Ya te lo he dicho. Eres la única que me importa.
Ella cerró los ojos y lo besó de nuevo, en aquella ocasión, con suavidad.
—Tengo una sorpresa para ti. La he dejado debajo de tu cama.
—?Qué…?
—No. No me lo preguntes, porque no voy a decírtelo —dijo. Se apartó ligeramente de él y lo agarró de la mano—. Espero que te guste.
?Un regalo suyo?
—Sé que me va a gustar.
Estaba impaciente por llegar a casa.
Riley y Mary Ann se habían apoyado contra un árbol, y él le estaba acariciando el pelo mientras le susurraba algo. Ella lo miraba con timidez.
—Eh, chicos, vamos —les dijo Aden.
—Sí, vamos —dijo Riley—. Tenemos que marcharnos. Dmitri te está esperando, princesa.
Victoria se puso rígida.
—?Cállate!
—Perdón —murmuró Riley.
Aquello le recordó algo a Aden.
—?Qué relación tiene Dmitri contigo? —le preguntó a Victoria cuando todos comenzaron a caminar de nuevo.
Ella palideció.
—Aden…
—Tienes que decírselo —intervino Riley—. Tiene que saberlo.
?Oh, no?, gimió de repente Elijah. ?Oh, Aden. Lo siento muchísimo. Acabo de oír su respuesta. Va a decírtelo, pero por favor, no reacciones de golpe, ?de acuerdo??.
Aden se sintió muy tenso.
Victoria tragó saliva.
—Dmitri es mi prometido.
Prometido. Aden tardó unos segundos en recordar el significado de la palabra. Cuando lo hizo, se detuvo en seco. Prometido. Si antes se había sentido tenso, en aquel momento los músculos se le contrajeron alrededor de los huesos con tal fuerza, que le tembló todo el cuerpo.
—Yo no lo elegí —dijo ella apresuradamente—. Fue mi padre. Yo no quiero tener nada que ver con él. Lo odio. Tienes que creerme.
—?Pero te vas a casar con él?
Ella miró al suelo. Pasó un momento. Después, asintió.
—No puedo desobedecer a mi padre. Está planeado desde que nací.
—?Y tus hermanas?
—Ellas están prometidas con otros.
Aden la agarró por los hombros.