—?Por qué? —preguntó la rubia, concentrándose en él—. ?Por qué nos llamas? ?Acaso quieres conducirnos a la muerte?
—No —dijo él—. Nunca. Yo no puedo evitarlo, igual que tú no puedes evitar quién eres. Aunque deseo lo contrario, yo soy quien os llamó. No quería hacerlo, no tenía intención de hacerlo, pero los no humanos sienten mi atracción.
Ellas murmuraron entre sí.
—Nunca hemos oído hablar de nadie como tú —dijo la rubia cuando las demás se callaron.
él se encogió de hombros.
—Yo tampoco había visto a un vampiro o a un hombre lobo de verdad hasta hace pocas semanas. Y eso no significa que no sean reales.
Otra de las brujas se adelantó. Era pelirroja.
—Si no puedes evitar quién eres, ?cómo has conseguido enmascarar tu atracción tantas veces?
Riley rugió y le lanzó un mordisco, mostrándole los dientes llenos de saliva. Ella se estremeció, pero no retrocedió.
—Eso —dijo Aden, elevando la barbilla un poco más— no voy a decírtelo. A menos que dejéis que los demás se vayan, claro.
?Intercambia la información por un vistazo de la rubia?, le rogó Caleb. ?Tengo que verle la cara?.
—No puedo —le susurró frenéticamente Aden. Aquella información era la única carta que tenía en la manga. Si la entregaba, no tendría ninguna utilidad, y las brujas atacarían a sus amigos.
Ellas volvieron a cuchichear entre sí. Elijah gimió dentro de la mente de Aden, como si presintiera lo que se estaba diciendo en aquella conversación.
—Vamos a celebrar una reunión dentro de una semana, cuando lleguen nuestros mayores. Asistirás a esa reunión, humano. Si no lo haces, la gente que está en este círculo morirá. No dudes de mis palabras.
Entonces, las brujas estiraron los brazos y comenzaron a murmurar. Riley saltó hacia delante, pero se golpeó contra el mismo muro invisible contra el que había chocado Victoria. El poder que irradiaban las brujas se intensificó y se unió sobre sus palmas elevadas, primero blanco, después azul, y luego, deshaciéndose en llamas de oro. Ellas lanzaron aquellas llamas hacia el círculo. Varias golpearon a Riley, varias a Victoria, y una de ellas, tan sólo una, a Mary Ann.
Riley, Victoria y Mary Ann comenzaron a gritar de dolor. Cayeron de rodillas entre jadeos, sudando y retorciéndose.
Mientras Aden corría hacia ellos, Riley cambió a su forma humana, sus huesos se realinearon, su pelaje se escondió bajo la piel, y volvió a ser lobo otra vez, y después humano. Aquella visión era a la vez increíble y truculenta.
—Hasta entonces —dijo la bruja rubia, como si nada de aquello le importara.
Las brujas se alejaron, sin darles nunca la espalda, y pronto desaparecieron entre los árboles.
—?Y cómo voy a saber dónde es la reunión? —gritó.
No obtuvo respuesta. Se arrodilló junto a Victoria y le palpó el cuerpo en busca de heridas.
—?Estás bien?
Ella hizo un gesto de dolor y lo miró. Aden la ayudó a sentarse.
—Sí, estoy bien.
Riley ya se había recuperado y estaba ayudando a Mary Ann a ponerse en pie.
—Vamos —les dijo el lobo mientras caminaba hacia su ropa. Mientras se vestía, continuó—: Os llevaremos a casa. Se acabó el bosque, ?entendido? Nadie más va a entrar en él.
—Eso era lo que yo pensaba, exactamente —dijo Aden. Rodeó a Victoria con un brazo y la puso en pie—. ?Qué os han hecho?
—Nos han echado una maldición —dijo ella, y se estremeció—. De muerte.
él se quedó helado, paralizado. Sus amigos iban a morir de verdad si él no asistía a aquella reunión.
—?Vais a morir? ?Aunque vaya a la reunión?