—Hace unos a?os yo… salí con una bruja. Cuando intenté romper con ella, se enfureció y me maldijo. A mí, y a mis hermanos. Hasta el día en que muriéramos, le pareceríamos guapísimos a todos los que consideráramos amigos.
—Vaya. Eso no me parece un maleficio.
—Porque sólo es el principio de la maldición. Todas las personas a las que consideráramos algo más que amigos, que nos parecieran atractivas o con las que quisiéramos salir, nos encontrarían feos, incluso horribles.
—Pero a mí no me pareces feo. La maldición ha debido de terminar.
—Tú me ves tal y como soy porque yo morí, y el maleficio se rompió.
—?Moriste? ?Cómo? Entonces, ?cómo es posible que estés aquí?
—Un hada que estaba intentando atacar a Victoria me vació. Y, al igual que vuestra medicina moderna puede traer a la gente de la muerte, la nuestra también. A mí me devolvieron la vida. Pero como morí, el maleficio quedó anulado. Mis hermanos, sin embargo, siguen malditos, y son inocentes en todo esto —dijo él, con la voz cargada de culpabilidad—. Ojalá pudieran morir y revivir como yo, pero como con vuestra medicina, con la nuestra no hay garantías. Existe la posibilidad de que no pudieran volver. Así que están solos, porque les resultan horribles a todas las mujeres a las que desean.
—?Y no hay nada que pueda liberarlos?
—No. Una maldición, cuando se echa, es indestructible. Ni siquiera puede revocarla la misma bruja que la ha pronunciado. Adquiere vida propia, y su único propósito es reforzar las palabras que le dieron la existencia.
Así que no había esperanza para ellos. Cualquier chica a la que desearan se alejaría de ellos con disgusto. Y tampoco había forma de romper el maleficio que les habían echado a Riley, a Victoria y a ella.
—Pobres. ?Pobre de mí. Pobres de nosotros?.
él se echó a reír.
—Que no te oigan decir nada de eso. Desprecian la lástima.
—Algún día encontrarán el amor. Lo sé.
—Espero que tengas razón —dijo él. Le dio otro beso y se sentó—. ?Cuáles son tus planes para hoy?
El fin de semana ya había llegado, y eso significaba una cosa.
—Tengo que ir a trabajar. No he ido desde hace semanas.
él volvió la cabeza y la miró con dureza.
—Y tampoco irás hoy. Llama para decir que estás enferma. Por favor.
—No puedo. Otra vez no. Creo que están a punto de despedirme.
—Mejor despedida que muerta. ?Te acuerdas de todas las brujas y hadas que había en la ciudad? Antes era peligroso, pero ahora es suicida. Las brujas saben quién eres. Preferiría que te quedaras en casa.
él podría habérselo ordenado. En vez de eso, se lo estaba pidiendo.
—Está bien —dijo Mary Ann con un suspiro.
Riley sonrió.
—Gracias.
—?Y dónde vas a estar tú?
—Tengo que prepararme para el despertar de Vlad —dijo él, y se puso en pie—. Bueno, para la ceremonia del despertar. Volveré dentro de unas horas a recogerte para el baile.
Ella se incorporó de golpe.
—?Quieres que vaya?
—Por supuesto. Yo no iría sin ti.
Mary Ann suspiró de alegría. Cuando él le decía aquellas cosas, ella quería darle su corazón en una bandeja de plata.
—No tengo traje.
—Mary Ann —dijo de repente su padre, a través de la puerta. Desde que ella había vuelto a casa, no habían hablado de su madre ni de las mentiras. Habían recuperado sus hábitos, pero se mantenían alejados el uno del otro siempre que era posible—. Baja a comer. Te has saltado el desayuno.
?Llevaba tanto tiempo en la cama?
—Dentro de un minuto —dijo ella.
Mary Ann sabía que iban a reconciliarse. Tal y como le había dicho Eve, su padre era un buen hombre. Mary Ann ya lo había perdonado. Sin embargo, todavía no quería hablar del pasado con él. Perder a su madre una segunda vez todavía era algo muy nuevo, estaba muy fresco. Pero pronto tendría que decirle que lo perdonaba. Ella era todo lo que tenía su padre, y él la quería mucho.
Riley la abrazó con fuerza y le susurró:
—Victoria te ha traído un regalo. Está debajo de tu cama.