Siente que le pesa la cabeza y su corazón va a mil por hora. Eso no es todo, no es más que la superficie.
—Creí que había una razón para que le gustase ese cuento, que lo sentía muy cercano. Mis padres no se llevaban bien.
—?Y? —insiste Bradwell.
—Dímelo tú. Al parecer tú ya lo has averiguado todo, como siempre.
—Tuvo dos hijos —dice rápidamente Bradwell—. Y luego te llevó a ti a Japón cuando eras muy peque?o y se enamoró del rey bueno y tuvo otra criatura. ?Quién es exactamente el rey bueno? Eso no lo sé, pero era poderoso, tenía información.
Pressia mira de reojo a Perdiz, que está tenso… ?por el miedo o por la rabia? Bradwell parece agitado, como con las pilas cargadas por todo lo que ha oído. Mira a Pressia, luego a Perdiz y después de nuevo a ambos. En teoría, debería saber lo que le pasa por la cabeza, pero no es así. ?Por qué parece casi emocionado?
—Venga, Pressia —le insta, casi suplicándole—. Ya no eres una ni?ita avergonzada por una mu?eca. Ya lo has entendido, lo sabes.
—?Una ni?ita? Yo creía que solo era de esa clase de gente, o, mejor aún, una deuda que tenías que saldar.
—Se toca la mu?eca—. No necesito que me digas quién soy.
—Pero al decirlo se pregunta si en cierto modo sigue siendo una ni?a peque?a. Tan solo unos días antes iba a vivir el resto de su vida en un armario de la trastienda de una barbería. Estaba dispuesta a retirarse y vivir su vida a través de recortes de revistas, so?ando con el Antes y la Cúpula.
—Tú nunca has sido ni típica ni una deuda. Haz el favor de escucharme.
—Pues cí?ete a la historia —le dice Pressia.
—Dinos lo que estás pensando —insiste también Perdiz.
—Vale. Aquí tenéis mi versión. El hombre con el que tu madre tuvo una hija sabía de buena tinta todo lo que estaban haciendo los japoneses…, o intentando deshacer. La resistencia a la radiación. Tu madre le pasaba información. En este sentido la decisión de tu madre me parece la correcta. Si quieres saber mi opinión, algunos de los japoneses fueron los auténticos buenos de la película. Mis padres también estaban en ese bando.
—Hace una breve pausa—. Apenas recuerdo ya la cara de mis padres… —Mira a Perdiz y le pregunta—: ?Por qué no recibiste más codificación? ?Por qué no eras un espécimen maduro?
—Lo intentaron pero mostré resistencia. No cuajó —dice Perdiz con rotundidad.
—?Cómo reaccionó tu papá ante eso?
—No lo llames así.
—Me apuesto algo a que se le fue la pinza.
—Mira, yo odio a mi padre más que nadie. Soy su hijo, puedo odiarlo de una forma en que nadie más puede.
La habitación se sume en el silencio.
—Lo odio por ser condescendiente y reservado. Detesto no haberlo visto nunca reír a carcajadas o llorar. Odio su hipocresía. Y su cabeza, ese constante meneo con el que siempre desaprueba lo que digo. Detesto el modo en que me mira, como si yo no valiese nada.
—Perdiz repasa el cuarto con la vista—. ?Que si se alegró cuando mi cuerpo rechazó la codificación? Pues no. No se alegró.
—?Por qué? —quiere saber Bradwell.
—Porque cree que mi madre tiene algo que ver.
—La subestimó. Creo que ella lo sabía todo sobre la Operación Fénix, al igual que la persona que le dio el colgante y que hizo de ?Fénix? un apelativo cari?oso, tal vez para revindicarlo de algún modo. Tu madre tenía que saber lo que su marido y su gente tenían en mente: la destrucción masiva, la supervivencia en la Cúpula y, al final, cuando la Tierra se regenerase lo suficiente, la irrupción de sus superespecies. Y puede que ella le contase al otro bando lo que tramaba su marido. ?La esposa cisne se convirtió en mensajera alada?, ?no es eso? Intentaron detener el plan, salvar a alguna gente. Pero llegó un punto en el que se dio cuenta de que no iban a tener tiempo… No creo que a Willux le importe mucho si está viva o muerta… ya la dio por muerta en una ocasión. ?Se arrepentirá de no haber acabado con ella? ?Todo esto se trata de eso…, de una venganza? ?Pretende utilizar a su único hijo para asegurarse de que su mujer está muerta? ?O que haya sobrevivido significa que ella sabe algo, que tiene información que él quiere?
—Tú no lo conoces —tercia Perdiz, aunque en voz tan baja que su tono es más bien de derrota.
Bradwell se queda mirando al suelo y sacude la cabeza.
—Mira lo que nos ha hecho a nosotros, Perdiz. Somos nosotros los que podemos odiarlo de una forma en que tú no puedes.
La chica se mira el pu?o de mu?eca, el recordatorio de la infancia que nunca tuvo.
—?Y qué tiene que ver todo eso conmigo? —Pressia no puede pensar con claridad, la cabeza le va a estallar. Sabe que su vida está a punto de cambiar pero ignora cómo. Se queda mirando las pesta?as de plástico de la mu?eca, el agujerito en los labios. Tiene las mejillas ardiendo. Todos los que la rodean saben algo y no quieren decirlo. ?Acaso no lo sabe ya ella misma? Está todo ahí, en el cuento para antes de dormir, pero no lo ve—. ?Por qué la ORS y la Cúpula quieren que encuentre a Perdiz? ?Cómo sabían siquiera que yo existía?
Perdiz se mete las manos en los bolsillos y fija la vista en el suelo. ?También él lo ha averiguado ya? A lo mejor es más listo de lo que Bradwell cree.
—Tú eres la ni?a del cuento. Eres la hija del rey bueno.
Pressia mira rápidamente a Perdiz.
—Tú y Perdiz… —murmura Bradwell.
—?Eres mi medio hermano? —le pregunta Pressia—. Mi madre y tu madre…
—Son la misma persona —termina la frase Perdiz.
Pressia oye el latir de su corazón, solo eso.
Su madre es la esposa cisne… y puede que esté viva.
Pressia
Chip
Pressia es incapaz de dejar de pensar en todas las cosas que puede que ya no sean verdad: en toda la infancia que su abuelo inventó para ella. ?Es el abuelo tan siquiera su abuelo? El ratón gigante con guantes blancos de Disney World, el poni de su fiesta de cumplea?os, la tarta helada, las vueltas en los tazones, el pez de colores de la feria ambulante, la boda de sus padres en la iglesia, el convite bajo la tienda blanca… ?Algo de todo eso es verdad?