Puro (Pure #1)

?El rey malo le dio dos hijos. Uno era como el padre, ambicioso y fuerte, mientras que el otro se parecía más a ella.

Perdiz está soliviantado y, a pesar de su debilidad, tiene que levantarse y pasear. Apenas es consciente de lo que hace. Va pasando la mano ilesa por el mango de una carretilla, por una ranura y por las grietas de las paredes de cemento. Cuando se detiene, le pide a Pressia el colgante, que se guarda en el pu?o, tal y como su madre le decía que hiciera cuando ella le contaba la historia. Siente las puntas afiladas de las alas del cisne. Al cabo prosigue: —El rey malo metió las alas de la esposa cisne en un cubo y lo bajó hasta un viejo pozo seco. El ni?o que se parecía a la madre oyó el aleteo por el agujero y una noche bajó y encontró las alas de la esposa cisne, que se las puso y cogió al ni?o que pudo (el parecido a ella, que no opuso resistencia) y se fue volando.

Pero en ese punto se detiene de nuevo porque se siente mareado.

—?Qué ocurre? —pregunta Pressia.

—Sigue —le urge Bradwell—. Venga, anda.

—Necesita su tiempo —media Pressia—, para recordar.

Pero no es porque se haya atascado. No, recuerda la historia a la perfección. La razón por la que se ha parado ha sido porque casi ha sentido a su madre: al liberar la historia también está liberando una parte de ella. Se ha detenido para asimilarlo, hasta que se le ha pasado. En esos breves instantes recuerda cómo era ser peque?o; recuerda sus brazos de ni?o y sus piernas inquietas. Recuerda los nudos de la manta azul que usaban en la casa de la playa, el tacto del colgante en su pu?o, como un gran diente afilado.

—La esposa cisne se convirtió en mensajera alada y se llevó con ella a su hijo a la tierra del rey bueno, al que contó los planes del rey malo para conquistar su tierra: lanzar bolas de fuego desde la cima de las monta?as para destruir a todos a su paso. El pueblo del rey bueno sería arrasado por el fuego y la nueva tierra, ya purificada, pasaría a ser del rey malo.

?El rey bueno se enamoró de la esposa cisne, pero él no la obligó a dejar las alas. Allí podía ser doncella y cisne. Y, por eso mismo, ella también se enamoró de él y le dio una hija, igual de hermosa, un regalo.

?Y construyó un gran lago para apagar el fuego que rodase por las monta?as. Pero, distraído por el amor hacia ella, cuando el fuego llegó, el agua todavía no estaba lista.

Empieza a sentir náuseas. El corazón le late con fuerza y siente como si no pudiese respirar, aunque trata de hablar con calma. Sabe que la historia significa algo. ?Por qué no les ha contado lo de la playa y las pastillas? Sabe lo que significa todo, ?no es así? Su madre solía darles pistas, adivinanzas rimadas para que encontrasen sus regalos de cumplea?os, ?verdad? Fue su padre quien empezó la tradición cuando eran novios, cuando aún se querían. A la familia le gustaban las adivinanzas. ?Qué significa esta?

—Así que cuando el fuego rodó por la monta?a la esposa cisne buscó un sitio seguro para sus hijos. Volvió con sus dos hijos a la tierra del rey malo y dejó a su hija (a la que nadie conocía) en manos de una mujer estéril para que la criase. Al hijo lo llevó de vuelta a su cuna, porque allí siempre lo tratarían como a un príncipe.

?Y luego era ya hora de volar para reunirse con el rey bueno, porque el malo quería matarla. Pero cuando estaba dejando sigilosamente a su hijo, este la agarró de un pie con las manos tiznadas por el fuego. No la dejaría ir a no ser que le hiciese la promesa de no irse volando. “Una madriguera subterránea, para que puedas observar siempre”, le rogó.

?Ella accedió y le dijo: “Dejaré pistas para que me encuentres. Un montón de pistas, y todas conducirán a mí. Cuando seas mayor las seguirás”.

?Dejó las alas y se metió en la propia tierra.

?Y las manos tiznadas del ni?o son la razón de que el cisne tenga los pies negros.?

Su madre era una santa.

Le gusta esa versión de los hechos.

Su madre murió santa…, salvo que ahora sabe que sobrevivió. Lo sospechó por la forma en que su padre comentó: ?Tu madre siempre ha sido muy problemática? y por la forma en que la anciana a la que mataron en la muertería le dijo: ?él le rompió el corazón?.

El cisne no es solo un cisne. Es un medallón sellado: mi fénix.

—Al hijo lo llevó de vuelta a su cuna, porque allí siempre lo tratarían como a un príncipe —repite.

?Qué eran las pastillas azules? ?Por qué lo obligó a tomárselas cuando él estaba convencido de que lo único que hacían era ponerlos peor? ?Más pastillas no —recuerda haber suplicado entre lágrimas—. Más no, por favor.? Pero ella seguía; tenían que tomarlas cada tres horas. Lo levantaba en medio de la noche. ?Por qué querría darle pastillas que lo volviesen resistente?, ?para salvarlo? ?Sabía ella que algún día tendría la oportunidad de convertirse en una versión mejorada de sí mismo —que formaría parte de las superespecies— y quería que a él no le hiciesen eso? ?De qué forma le hicieron las pastillas resistente a los cambios de su codificación conductiva? ?Por qué a eso y solo a eso?

Y si no era una santa, ?qué era? ?Una traidora?

—La razón de que el cisne tenga los pies negros. —Esta vez, en cambio, lo dice más como una pregunta.

Pressia no está segura de entender lo que ha oído. Un cuento infantil, ni más ni menos. ?Esperaba algo más? No, no tiene sentido.

Perdiz mira a Bradwell.

—Algo estás pensando sobre mi madre —le dice al otro chico.

—Aribelle Cording Willux —recita Bradwell como si le impresionase incluso el nombre.

—?Dilo ya! —le grita Perdiz.

—?Que diga qué? —pregunta Bradwell.

Pressia comprende que Perdiz tiene razón: el que está guardándose ahora algo, como diría la Buena Madre, no es Perdiz.

—Tú sabes algo —interviene la chica—. ?Qué quieres?, ?restregárnoslo por la cara?, ?que te roguemos?

Bradwell sacude la cabeza pero dice:

—El cisne de pies negros es un cuento japonés. A mí me crio un experto en esos temas. Y no es así, no hay ningún segundo rey ni una tercera hija, esa ni?a hermosa. Ni tampoco ningún fuego que rueda por la monta?a. Y al final se supone que el cisne utiliza las alas para escapar volando; no hay ninguna madriguera.

—?Y qué? —pregunta Perdiz.

—Pues que no es solo un cuentecito para antes de dormir. Tu madre te estaba dando un mensaje codificado, y se supone que tienes que resolverlo.

Pressia siente un cosquilleo por la piel de la cabeza de mu?eca. Se rasca con la mano buena para calmar los nervios. Aunque quiere saber lo que significa la historia, también tiene miedo. ?Por qué? No está segura.

—No lo entiendo —se lamenta Perdiz.

Pero el cuento tiene algo que hace que la chica lo sienta muy dentro de ella. Es una historia de separación y pérdida.

—Sí que lo entiendes —dice Bradwell bruscamente.

Pressia recuerda lo que le contó Perdiz sobre la historia.

—Tú creías que tu padre era el rey malo, el que le robó las alas… Tú mismo lo dijiste.