Tres meses (Meses a tu lado #3)

—?Y Livvie y Rebeca? ?Ellas no están?

—A ellas dos no les gusta el baloncesto, papá. A Rebeca le gusta bailar y Livvie se pasa el día tocando el piano, o el violín, o la guitarra... o cualquier otro instrumento. Victor y yo somos los únicos que nos lo pasamos bien con el baloncesto.

No supe qué decirle durante unos instantes, hasta que al final le pasé un brazo por encima de los hombros.

—Ma?ana hablaré con ese entrenador tuyo —le aseguré.

Ellie levantó la cabeza y me miró con los ojos muy abiertos, esperanzados.

—?En serio?

—Pues claro que sí. ?Qué norma impide que una chica no pueda estar en un equipo de un colegio? Ni que fuera la NBA, madre mía.

—?Eres el mejor, papá!

—?Qué pasa?

Los dos nos giramos hacia quien había hecho la pregunta. Mike se acercaba con aspecto de recién levantado hacia nosotros, cruzando el patio trasero desde su casa.

—Papá va a hablar con el entrenador del colegio para que me deje entrar en el equipo de baloncesto.

—?Por qué no te dejan?

—?Porque soy una chica!

—Mhm... —Mike entrecerró los ojos—. ?Y si tu padre y yo vamos a darle una paliza?

—?Sí! —chilló Ellie, entusiasmada.

—?No! —le fruncí el ce?o a Mike—. ?Solo has venido a proponer peleas?

—No, también a robar café, se me ha terminado y me da pereza ir a comprarlo.

Me dedicó una sonrisita de angelito hasta que suspiré y se?alé la puerta.

—Ve a buscarlo. Y cuidado con pisar a Ty, está meditando y apenas se mueve. Es fácil confundirlo con la decoración.

Una vez casi lo había pisado y Ty le había dado un mordisco en un tobillo, así que supuse que iría con cuidado.

En cuanto desapareció, me giré de nuevo hacia Ellie, que ahora parecía mucho más determinada.

—De todas formas —murmuré—, aunque consiga convencerlo... sabes que tendrás que pasar las pruebas para entrar, ?no?

—Llevo practicando todo el verano —me aseguró.

Sí, la había llevado unas cuantas veces al campo de baloncesto que solíamos usar Will y yo cuando teníamos su edad.

—Entonces, no se hable más —me puse de pie y le ofrecí una mano—. Venga, deja de torturar al pobre árbol, él no tiene la culpa de nada.

—Era patearlo a él o patear a Jay. Me ha parecido mejor el árbol.

—Sabia decisión.

***

Tres a?os más tarde

—?Dónde está Jay? —me preguntó Naya, confusa.

Aparté la vista del guión que estaba revisando en el portátil.

Habían venido a pasar la tarde con nosotros, aprovechando el calor veraniego para nadar un poco en el lago. Eché una ojeada a Jen, que estaba nadando con Will, Jane y Ty. Sue estaba dormida en la tumbona que había junto a Naya y Mike no había venido porque tenía ensayo.

—Ha subido a su habitación —puse una mueca— a escuchar música.

—?Escuchar música?

—Sí, está entrando en esa edad preadolescente de querer escuchar música todo el día. Ya me entiendes.

—Oh —Naya intentó no reírse—. ?Y Ellie?

—Pues... se suponía que ella iba a ponerse el bikini y bajar —fruncí el ce?o, confuso—. Pero está tardando mucho.

—A lo mejor ha colado a algún chico en su habitación.

—Naya, tiene once a?os.

—?A qué edad te crees que di yo mi primer beso?

La miré con un gesto de horror y ella empezó a reírse a carcajadas cuando cerré la tapa del portátil de golpe y me apresuré a subir las escaleras.

En la habitación de Jay, la del fondo, se oía música a todo volumen. Mejor no molestar. Había ciertas cosas que prefería imaginarme que mi hijo no hacía —aunque disimulara así de mal—.

La habitación de Ellie es la que había delante de la nuestra, la que daba al patio delantero. Me detuve delante de la puerta y llamé con los nudillos, intrigado.

—?Ellie? —pregunté.

—Vete, papá —me soltó ella al otro lado de la puerta.

Pero por su tono de voz no me despegué de ella.

—?Estás llorando?

—?No!

—Ellie...

—?No estoy llorando! —insistió.

—?Me puedes decir qué pasa, entonces?

Hubo un momento de silencio antes de que la escuchara suspirar.

—Puedes pasar, está abierto.

Abrí la puerta, dubitativo, y eché una ojeada a la habitación. Pero no estaba ahí, sino en el cuarto de ba?o.

Me la encontré sentada en el suelo, abrazándose las rodillas. Es cierto que no lloraba —Ellie rara vez lo hacía— pero sí tenía una mueca de disgusto en los labios.

—?Qué pasa? —pregunté, confuso.

—Nada —masculló.

Suspiré y me dejé caer delante de ella, sentado con la espalda en la pared opuesta. Ellie me echó una ojeada avergonzada antes de volver a mirar fijamente sus rodillas.

—Está claro que pasa algo. ?No te encuentras bien?

—Pues... más o menos...

—?Quieres que llame a...?

—?No! —me chilló enseguida—. Quédate, pero no avises a mamá.

Oh, eso sí que captó mi atención. Me moví y me senté a su lado, mirándola de reojo.

—?Vas a decirme qué pasa o nos quedamos aquí sumidos en un silencio incómodo hasta que explote el universo?

—?Por qué va a explotar...?

—Ellie, no desvíes el tema.

—Vale —suspiró—. Es que... me ha pasado... ejem... eso.

Me miró de una forma muy significativa, pero yo no lo entendí.

—?El qué? ?Te duele la cabeza?

—No, papá, es más bien...

—?El estómago?

—?No, no es dolor!

—?Y qué es?

—?Eso que le pasa a las chicas cuando crecen, papá!

Durante unos instantes, nos quedamos mirando el uno al otro, ella con una mirada significativa y yo con una mueca que fue cambiando poco a poco... hacia el horror.

—?La menstruación? —casi chillé.

—Sí, papá. ?No lo digas como si fuera algo horrible!

—Bueno, bonito, precisamente... tampoco es.

—?Papá!

—?Quieres que vaya a buscar a tu madre? Ella sabrá...

—?No! —me sujetó del brazo para que no pudiera moverme—. Si bajas y le dices que venga, ?todo el mundo sabrá que me pasa algo!

—?Y qué quieres que haga?

Ellie dudó unos instantes, bajando la mirada.

Joana Marcús Sastre's books